La gente de a pie en Cuba mira de soslayo las recientes reformas destinadas a la depauperada economía nacional. Pocos apuestan por esas transformaciones impulsadas por el presidente Raúl Castro. No creen que hagan funcionar de manera eficaz al país.
Conozcan lo que opina un grupo de cubanos. En una encuesta a 48 personas de los dos sexos, con un nivel educacional promedio de 12mo grado, en edades comprendidas entre los 18 y los 71 años y de las razas blanca y negra, prima más el desaliento que el optimismo. Muchos no confían en el sistema. Por tanto las expectativas son bajas.
Fueron cuatro preguntas:
1) ¿Cree usted que las actuales reformas traigan aparejados cambios satisfactorios a corto plazo que mejoren sus estándares de vida? 2) ¿Qué le falta a las nuevas propuestas económicas del gobierno? 3) ¿Confía en que la administración de Raúl Castro pudiera impulsar un salto adelante a nuestra economía? y 4) ¿Piensa que el sistema social cubano es capaz de generar riquezas y estimular a que personas emprendedoras se beneficien con el actual proyecto de gobierno?
39 encuestados piensan que las cacareadas reformas son más de lo mismo. “No es la primera vez que el país se ve abocado a un supuesto cambio para encarrilar y hacer más eficiente el socialismo. Que yo recuerde, se intentó en los años 70, a mediados de los 80 y de nuevo ahora. Nada me hace pensar que la tercera sea la vencida”, opina un taxista.
Con tintes parecidos al taxista son las respuestas de los otros 38, quienes se sienten pesimistas con la oferta económica del gobierno. Se ríen con una pizca de ironía de sólo pensar que a la vuelta de un lustro su vida cambiará para mejor. Dudan que el General Raúl Castro haga funcionar la raquítica economía local.
Menos aún creen que el actual modelo de sociedad colectiva, genere personas creativas y dinámicas que produzcan riqueza. “Eso es lo principal de estos sistemas que combinan ideología marxista con formas de gobiernos autoritarios: controlar al hombre. Ven con ojeriza que la gente haga dinero. Que haya un sector de personas ricas. Es un tipo de sociedad es alérgica a la capacidad y libertad individual de sus ciudadanos. Se suelen ver como enemigos. Son una contradicción”, estima un estudiante universitario.
Estos 39 encuestados no esperan grandes cosas de la actualización económica del régimen, opinan que hay asuntos de interés no contemplados en el proyecto que por estos días se discute en centros laborales y reuniones de los CDR en los barrios.
“Nada se dice de que cubanosamericanos puedan invertir en su país. También se debieran abolir todas las regulaciones migratorias para los nacidos en Cuba. Introducir una ley realista de inversiones que incentive a los empresarios foráneos a invertir en la isla. Eliminar los permisos de entrada y salida. Abolir los altos impuestos al trabajo por cuenta propia. Dejar de una vez y para siempre el papel de celador que el Estado se otorga para controlar a sus ciudadanos”, acota una intelectual.
Nueve de los encuestados dejan un margen de beneficios y dudas para el gobierno. No son optimistas a tanque lleno, pero consideran que cambios a fondo traerían al país una versión salvaje de capitalismo.
“Eso no lo desea nadie. El socialismo es un sistema netamente superior en teoría. Si no ha dado resultado es porque en la práctica ha fallado el factor humano. La revolución cubana ha sido más política que económica. Para involucrar a un amplio sector de la población en las transformaciones, debemos abolir leyes absurdas y no ver como un enemigo a los que hacen dinero. Puede que las reformas fracasen. Pero queda abierta una interrogante: ¿Y si funcionan?”, dice un ingeniero.
Las reformas económicas lanzadas por el gobierno no han creado un estado de opinión favorable en la mayoría de la población. Piensan que son medidas de subsistencia. Que pueden llevar un nuevo plato a la mesa. Y quizás un vaso de leche.
Pero no se compromete a fondo con un giro profundo, necesario, para que la economía sea eficiente, robusta y duradera. El sueño de millones de cubanos. Quien lo logre será un gigante.
Iván García