Desde La Habana

Reformas a lo Raúl Castro

Adiós al modelo chino o el de Vietnam. Olvídense de calcar a Rusia o Serbia. El General Raúl Castro, presidente cubano, apuesta por introducir cambios cien por ciento de factura nacional.

Los que soñaban con una economía de mercado, por favor, aterricen. La jugada de Cuba es “novedosa y autóctona”-al decir de los jerarcas. Nada tiene que ver con los métodos empleados en otros lares.

En una reunión con dirigentes del partido comunista, en la Escuela Ñico López, en Jaimanitas, al oeste de La Habana, Marino Murillo, titular de economía, lo dijo alto y claro: “No vamos a optar por la economía de mercado, seguimos con la economía planificada”.

Está por ver qué resultados deparan las nuevas regulaciones y reformas económicas. Las ya implementadas han tenido pocod resultados reales. En 2008, el otorgamiento de tierras en calidad de usufructo a campesinos particulares, no ha arrojado resultados importantes en la caótica producción de alimentos. Tampoco el relanzamiento del trabajo por cuenta propia el pasado mes de octubre, ha estimulado a cientos de miles de desempleados a sacar licencias y ganar dinero mediante el autoempleo.

Existe un mal de fondo. Estructural e ideológico. Intentar darle gas a una economía que hace agua, aplicando métodos que están por ver si dan resultados, con un exceso de fiscalizaciones, controles y altísimos impuestos, frenan el florecimiento de una economía al margen del Estado.

Con ese temor a cuestas, de que las personas hagan dinero y generen riquezas, los cambios en materia económica propuestos por los dirigentes históricos de la revolución siempre serán poco serios.

Ponerse a inventar o experimentar a estas alturas del juego, más que una audacia, es un desatino político. Con el desgaste que para cualquier gobierno provocan 52 años de poder, lo sensato a la hora de dar un vuelco a la moribunda economía insular, sería utilizar procedimientos que han dado resultado en otras naciones y adaptarlo a nuestras características propias.

En cinco décadas de planificación central y control del Estado en todos los estamentos de la vida nacional, nunca los cubanos hemos alcanzado un crecimiento poderoso y un nivel de vida que demuestren la validez de esas concepciones. Todo lo contrario.

Ahora, cuando el zapato aprieta y el tiempo es el mayor enemigo, no ofrece garantías que expertos reciclados, se pongan a ensayar sus conceptos en un país urgido de cambios profundos y Cuba no es Venezuela, poseedora de una de las mayores reservas de petróleo del mundo. Chávez tiene dinero asegurado para ensayar sus métodos populistas. Los Castro no.

Una nación como Cuba debe y puede apostar por transformaciones radicales en el campo económico. ¿Qué las únicas que han funcionado con cierta eficiencia han sido por métodos capitalistas?

China y Vietnam han probado con éxito que la economía de mercado y el riguroso control político también funcionan en los países comunistas. Ese toque de capitalismo salvaje, bajo el discurso marxista y la mirada vigilante de un Estado policíaco no sería lo deseable en la isla.

Lo factible sería que los cambios económicos vengan aparejados con transformaciones políticas. Democracia, multipartidismo, elecciones libres y tripartición de poderes. Pero ya se sabe que nada de eso es bien visto por los hermanos de Birán.

De cualquier manera, ojo. Si “la actualización económica” que pretenden lanzar no funciona, el poder casi absoluto de los Castro pudiera peligrar. No sería la primera vez que un gobierno cava su propia tumba.

Iván García

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