Muchos de los expertos extranjeros, los cubanólogos que atraviesan el cielo en aviones fletados, y los devotos de las tecnologías de punta, creen que la gestión diaria y el debate sobre la libertad en Cuba será pronto un asunto exclusivo del ciberespacio.
Piensan que gracias a las autopistas y las redes sociales se van a encontrar resortes para que una sociedad, callada a la fuerza por 52 años, pueda opinar, informarse, intercambiar ideas y hacer de materia tangible, el presente y el futuro en los que quiere vivir.
Es verdad que esa ilusión se enlaza con la necesidad del país y con la velocidad de los avances de la comunicación. Y es verdad, también, que el régimen ha comenzado a hablar de ciberguerras. Convocó una feria informática (dos mil delegados de 35 países) a principios de este mes, y le dio propaganda de sobra a la llegada de un cable submarino de fibra óptica que llevaron desde Venezuela, con el apoyo financiero de esta pareja: Hugo Chávez y el Gobierno de China.
En el verano, Cuba incrementará en tres mil veces la velocidad de conexión a internet. No importa que las cifras oficiales muestren que sólo el tres por ciento de la población ha accedido a la Red una vez en un año.
La decepción de los ilusos espaciales puede haber estallado el miércoles, en el primer aniversario de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, el preso político que falleció después de una huelga de hambre de 85 días en una cárcel.
Los promotores de la fibra óptica retomaron sus instrumentos de trabajo de la vida terrenal y organizaron una turba frente a la casa de Laura Pollán, una de las portavoces de la Asociación Damas de Blanco, y apedrearon, golpearon, y sometieron a un linchamiento verbal de seis horas a un grupo de 15 mujeres.
La policía, que pastoreó esa sesión de insultos y golpes (en la que pisotearon y rompieron fotos de Zapata) arrestó o le impuso prisión domiciliara a unos 130 disidentes. Entre esos opositores están la economista Martha Beatriz Roque, el ex prisionero político Jorge Luis Pérez (Antúnez) y el periodista Guillermo Fariñas, Premio Sajarov 2010.
No hay cambio de campo de batalla. Es una guerra paralela con ventajas para los amos del cable por el que pasará primero, como una exhalación, la ideología y una mezcla de miedo y soberbia. Después, las órdenes para dejar las calles desiertas.
Pasarán, al mismo tiempo, por las hendiduras, las complicidades y la inteligencia, otros recados, otras palabras. Y así hasta el final.
Raúl Rivero