Desde La Habana

Redes sociales, poderosa herramienta de los cubanos

Redes sociales, poderosa herramienta de los cubanos

Diez de la mañana del domingo 11 de julio de 2021. San Antonio de los Baños, poblado a cuarenta minutos en automóvil del centro de La Habana. Cientos de personas marchan por la calle principal gritando consignas contra el presidente, pidiendo comida y medicinas y reclamando libertad.

Muchas personas grababan con sus teléfonos móviles la protesta de ciudadanos iracundos. Pero a Yoan de la Cruz, 21 años, se le ocurrió trasmitir por Facebook Live la marcha.

“Vamos a caminar to’el mundo. Vamos a caminar poripallá. A gritar to’el mundo. Ahí, cojones”, se escuchó decir en el video. De pronto, Yoan entra en pánico. Y borra el audiovisual. Pero ya era tarde. Miles de personas en Cuba y en el extranjero ya lo habían compartido. Después del mediodía el video se vuelve viral.

Ese y otros videso generaron, por efecto dominó, que en más de cincuentas ciudades de la Isla miles de cubanos salieran a las calles a protestar contra el régimen. Cuenta el periodista independiente Darío Alemán Cañizares en el sitio digital Yucabyte, que Yoan presagió lo que le pasaría.

“Creo que me van a meter preso, mamá”, dijo Yoan de la Cruz cuando entró a la casa, nervioso. Y de un tirón cerró la puerta, escribe el reportero. La madre, Maribel, intenta calmarlo. “A nadie lo meten preso por hacer un video”. No se equivocó Yoan. El viernes 23 de julio, a las cinco de la tarde, la patrulla número 151 se estacionó frente a su casa.

“Coge tu celular y monta”, ordenó uno de los policías. Yoan obedeció sin resistirse. Durante doce noches, había vivido esa escena, una y otra vez, en su cabeza, describe Darío Alemán en su crónica. Tres meses después, la Fiscalía acusa a Yoan de la Cruz por presunto desacato y le pide ocho años de cárcel. Su único delito, grabar una manifestación que apenas estuvo dos horas en Facebook.

La historia siempre ha necesitado rostros. Nombres propios. Que luego con el tiempo se transforman en héroes o mitos populares. Como el joven Peter Fechter, de la extinta Alemania Oriental, que fue acribillado a balazos mientras intentaba cruzar el muro de Berlín. Huía de la bota rusa. Buscaba vivir en libertad. Años después el cantante español Nino Bravo, inspirado en su trágico deceso, lo inmortalizó con la canción Libre. Una especie de himno para aquellas personas que escapan de sociedades totalitarias.

O Mohamed Bouazizi, vendedor ambulante, que el 17 de diciembre 2010 se inmoló en protesta por la confiscación de su puesto de frutas. Su muerte fue el detonante de una revuelta popular en Túnez, provocó la huida del dictador Ben Alí e inició una sucesión de protestas en países vecinos que quedaron conocidas como la Primavera Árabe.

Ni Fechter, ni Bouazizi se rebelaron en busca de reconocimiento. Pero al igual que generales victoriosos en el campo de batalla o estadistas brillantes en momentos cruciales, quedaron atrapados en el relato de una nación. En Cuba viene sucediendo un fenómeno interesante. En sus inicios, la revolución de Fidel Castro contó con amplio apoyo popular. Supuestamente sería un proceso democrático y de justicia social.

Pero dos años más tarde, Castro dio un golpe maestro. Se retractó de su narrativa liberal y se alió al comunismo soviético. Y aprovechando el cheque en blanco que le concedió el pueblo, implantó en Cuba una dictadura verde olivo que gradualmente fue socavando a la sociedad civil, tribunales, prensa libre y pequeños negocios.

Al principio, la oposición comenzó a utilizar métodos que empleó el Movimiento 26 de Julio en su enfrentamiento contra la dictadura de Batista. Intentó el desembarco de una brigada militar en Bahía de Cochinos y alzamientos de guerrilleros en macizos montañosos del centro de la isla. Fueron derrotados por el ejército castrista.

A mediados de la década de 1980 surgen los opositores pacíficos. Posteriormente, los periodistas independientes. Unos y otros han sido reprimidos, encarcelados u obligados al destierro. Pero la disidencia demócrata se resiste a morir. Al contrario. Se multiplica y se inserta de muchas formas en otros estamentos de la sociedad.

A partir del 2000, coincidiendo con la apertura de internet, la oposición se ha ido generalizando. Se han sumado intelectuales, personas que una vez creyeron en Fidel Castro y también cubanos marginales de barrios pobres. Desde hace dos años, el protagonismo opositor en Cuba no lo tienen los grupos disidentes y sus líderes no están al frente de una ola imparable de denuncias y protestas ciudadanas.

Incluso, el periodismo independiente, muchas veces se ve desbordado por la obstinada realidad. No fuimos los periodistas libres los que dimos las primicias de las protestas del 11 de julio. Tampoco los precursores a la hora de contar las dramáticas historias que se vivieron en centros de aislamiento y salas de terapia intensiva durante el Covid-19. Esos testimonios los publicaron cubanos de a pie.

A la Seguridad del Estado el 11J lo tomó desprevenido, igual que al régimen, que vive autoengañado con su propia propaganda triunfalista. La disidencia también fue pillada por sorpresa. Excepto el Movimiento San Isidro, liderado por Luis Manuel Otero Alcántara, que desde el minuto uno supo captar el amplio descontento social en barrios habaneros. Y aunque los periodistas independientes desde 1995 venimos reportando esa otra Cuba que la dictadura pretende silenciar, ahora suelen ser los propios ciudadanos quienes con inmediatez, dan informaciones, hacen denuncias, narran historias, siempre acompañadas de fotos o videos

La habanera Yarima, madre de cuatro hijos, que vive de lo que se cae del camión, cuenta a Diario Las Américas que solo conocía el nombre de uno o dos opositores. “No sabía cómo contactar con ellos. Un vecino me habló del periodista Jorge Enrique Rodríguez y me dijo que su familia vivía por el Canal del Cerro, pero entre una cosa y otra no pude contactarlo. Entonces el 29 de junio de 2021, un grupo de mujeres salimos con los muebles y los refrigeradores a la calle y bloquemos la Calzada del Cerro”.

Lo hicieron para protestar por la indiferencia de las autoridades a las inundaciones que sufren en el solar Míster Joe donde residen. “Estábamos cansadas de quejarnos, mandar cartas a todas las instituciones y nadie nos hacía caso. Cuando cae un chubasco, el solar se inunda y se te echan a perder los muebles de la casa”. Mientras transcurría la protesta, subieron varios videos a las redes sociales. Luego se han acercado varios periodistas independientes y han escrito “cosas muy bonitas y conmovedoras. Pero la que dimos el disparo de arrancadas fuimos las negras del solar cansadas de ser invisibles para esta gente (el régimen)”, confiesa Yarima.

Familiares de presos que participaron en las marchas del 11J, coinciden que tras la detención de sus hijos, esposos, padres, hermanos, “grupos de la oposición se han puesto en contacto con nosotros así como periodistas y abogados independientes. Pero seguimos priorizando las denuncias en las redes sociales. Nadie puede contar los dramas que vivimos mejor que uno mismo”, dice Elena, abuela de un joven al cual la Fiscalía le pide 15 años de cárcel.

Wilber Aguilar Bravo, vecino de La Güinera y padre de un hijo de 21 años con problemas cerebrales, sancionado a 23 años de privación de libertad, en sus directas de Facebook condena abiertamente al régimen de Díaz-Canel. El calvario que viven sus hijos y los atropellos recibidos, igualmente son denunciados en las redes sociales por otros familiares, como Bárbara Farrat, que tiene a su único encarcelado, o Elizabeth León Martínez, con tres de sus cuatro hijos en prisión por participar el 11 de julio en las protestas antigubernamentales.

Internet se ha convertido también en altavoz público de otros sectores de la sociedad cubana. Abogados, campesinos, artistas y médicos, entre otros, denuncian en las redes sociales a las instituciones del Estado por su mal desempeño. Desde luego, muchos sienten miedo. Pero cada vez son menos.

Iván García

Foto: Casi todas las imágenes del estallido social en Cuba el 11 de julio de 2021 fueron hechas con teléfonos celulares. Tomada de El Independiente.

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