La Unión Europea y el gobierno de Cuba celebraron en Bruselas su cuarta ronda de conversaciones sobre comercio y cooperación. El diálogo comenzó en abril del año pasado en La Habana.
El entusiasmo de las dos partes agota la mutua capacidad de elogios en todos los idiomas y los comentarios al final de cada cita proponen la idea de un añorado reencuentro entre dos viejos amigos separados por un simple disgusto. Pero, como se dice por allá, en cuanto al monte ni un cuje. No aparece una palabra sobre los derechos humanos.
El tema, perdido en las agendas de las delegaciones oficiales, fue el motivo central del veto de la llamada Posición Común impuesta por Europa a la Dictadura, en 1996, a propuesta de España.
Y, para la oposición interna y los observadores de la realidad cubana, en los últimos años, los jefes criollos siguen su política represiva y han intensificado el control de la sociedad y de las libertades de los ciudadanos con variantes más sofisticadas y efectivas.
La cancillería de la isla hizo circular después de las pláticas una nota de alegría en la que expresa que se concluyó la negociación para el acuerdo «correspondiente al comercio», así como que «se lograron resultados significativos en lo concerniente a la cooperación, que se encuentra en fase muy avanzada».
Ése es el único interés de los caribeños. Y sus anfitriones, aunque mencionan por algún lugar que queda pendiente el debate sobre derechos humanos, continúan las rondas encantados de la vida con los fantasmas de sus inversionistas en la mesa.
Los dirigentes europeos siguen con la papelería como si creyeran en esta declaración del funcionario Abelardo Moreno, enviado de Raúl Castro a Bruselas: «Nosotros tenemos más libertad total que la Unión Europea». O como si asumieran como cierta la afirmación del cardenal Jaime Ortega, que dijo a una emisora madrileña que en Cuba no quedan presos políticos.
La oposición pacífica interna, los periodistas independientes, los artistas rebeldes que no son unos radicales opuestos a las buenas relaciones y el comercio con países democráticos.
Ellos, que reciben golpizas cada semana o son encarcelados y amenazados todos los días, así como los 71 presos políticos encerrados en las celdas de las 300 prisiones cubanas, sus familiares, amigos y compañeros, quieren que en Europa se sepa que ellos nacieron y viven en Cuba.
Raúl Rivero
El Mundo, 21 de junio de 2015.
Foto: Federica Mogherini, jefa de la diplomacia de la Unión Europea, y el canciller cubano Bruno Rodríguez. Tomada de Deutsche Welle.