Desde La Habana

Raúl Castro cierra la muralla*

Cuba es hoy más isla que nunca. El discurso del domingo 4 de abril del general y presidente cubano Raúl Castro cerró de golpe la puerta a las esperadas reformas.

Durante la clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunista (UJC),  Castro II, con su voz ronca, gastada y gutural, volvió al discurso de guerra fría  inconfundible de su hermano Fidel.

Cuando Raúl llegó al poder hace dos años y dos meses, numerosos cubanólogos presentían que se avizoraba una etapa de reformas. La supuesta “perestroika” tropical se limitó cambios de diseño. Puro maquillaje. Un toque de brocha. Se permitió a los cubanos rentar autos y habitaciones en hoteles. Tener móviles y navegar por internet pagando el equivalente al salario mínimo en la isla.

Lo demás fue una guerra de clanes. Ya se sabe que los tipos duros ejercen el poder con una camarilla de hombres leales a su persona. Y Castro II no confiaba un ápice en los hombres de confianza de la era de Fidel.

Y un cambio de muebles. Cuando en su casa usted cambia el mobiliario, le da un nuevo aire, otra perspectiva. Pero sigue viviendo bajo el mismo techo. Ésa fue la jugada del General. Con su movimiento de fichas destronó a doce ministros y un centenar de funcionarios menores.

Se rodeó de su gente. Arropado por su yerno José Luis López Callejas, un tipo que huye de los focos, pero resulta uno de sus más valiosos asesores en materia de negocios que reportan moneda dura.

A su lado, en cada viaje al extranjero o acto público en la isla está su nieto Alejandro, conocido como el “Cangrejo”, y de cual se rumora tendrá un papel importante en el futuro de Cuba.

Mariela, la hija, hace las veces de Primera Dama. Es la cara tolerante de la familia con los gays y lesbianas que se deciden salir del armario. Haciendo pucheros, le pide a su padre que permita a los homosexuales ser militares.

Otro de sus hombres de confianza es el Ministro de las Fuerzas Armadas (FAR), el General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro. El ejército cubano, al igual que el de China, se ha enrolado exageradamente en los negocios. La mayor parte de las empresas que funcionan con mediano éxito están bajo el manto de los generales-empresarios.

Abelardo Colomé Ibarra, Furry, otro de los ojitos derechos de Castro II está entre algodones. El actual Ministro del Interior, por lo bajo se dice -en la isla casi todo es rumor o especulación- que está muy enfermo. Además, pudiera estar involucrado en actos de presunta corrupción.

Entre los personajes claves en la era de Castro II, se encuentra Ramiro Valdés Menéndez, Ministro de Informática y de las Comunicaciones, en la actualidad con poderes de super ministro. Lo mismo marcha a Caracas a soplarle consejos al oído a Hugo Chávez, que viaja hasta la oriental provincia de Santiago de Cuba, a 900 kilómetros de La Habana, para supervisar obras de rehabilitación hidráulica.

Los cambios económicos que se avecinan son tímidos. Paños de agua tibia para una economía que pide auxilio hace muchos años. Se habla de darle autonomía a una serie de establecimientos estatales que nunca han funcionado, como barberías, cafeterías y chinchales reparadores de electrodomésticos. Funcionarían como cooperativas. Pero aún todo está en la mesa de los jerarcas.

En este 2010, la muerte del opositor Orlando Zapata Tamayo y la huelga de hambre que sostiene Guillermo Fariñas le han liado un problema gordo al General Castro.

Gran parte del mundo critica abiertamente la inercia política de los hermanos Castro. El Parlamento Europeo rubricó una condena que ha enfadado en grado sumo al régimen de La Habana.

En su discurso del 4 de abril, Castro cerró la muralla.  Se escondió en su concha. Habló más de lo mismo. De elevar la productividad, respetar la discrepancia y criticó la unanimidad sumisa en todos los estamentos de la sociedad cubana.

Por supuesto, todas estas diferencias son dentro de la revolución. A los otros, disidentes, opositores y periodistas libres les disparó la metralla verbal habitual: mercenarios y traidores pagados por el imperialismo yanqui o europeo.

Lo penoso de esta política numantina es que hablan en nombre del pueblo de Cuba y de ideales etéreos que no llenan la mesa de la cena. Al General Raúl Castro le ha tocado una dura misión. Llevar a puerto seguro un viejo bote que hace agua, desgastado por 51 años de travesía azarosa.

Ya nada es igual. Un porciento alto de la población no cree en sus gobernantes. Y no ven con buenos ojos el rumbo que toma el país, de vuelta a la polarización y el discurso bravucón. Y lo peor, nadie sabe el destino final.

Iván García

(*) «Cerrar la muralla» es una expresión habanera. En el siglo XVII, debido a los contínuos ataques de corsarios y piratas, la capital cubana tuvo que amurallarse. La muralla se cerraba a las 9 de la noche, cuando se disparaba un cañonazo desde la Fortaleza del Morro-La Cabaña. Más sobre la historia de Muralla de La Habana . En 1958, Nicolás Guillén, poeta nacional, compuso un poema titulado La Muralla, que se hizo famoso al ser musicalizado e interpretado por los españoles Víctor Manuel y Ana Belén.

Foto: European Pressphoto Agency

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