Desde La Habana

Raúl Castro: 80 velas a contrarreloj

El hombre que de niño le gustaba jugar a los soldaditos y hoy es general de ejército y presidente de Cuba, el 3 de de 2011 junio cumple 80 años. Raúl Modesto Castro Ruz acaba de ingresar al club de los dirigentes octogenarios cubanos.

Fue el tercer hijo varón del matrimonio formado por el gallego Ángel Castro y la cubana Lina Ruz y al nacer con un físico distinto, los rumores sobre su verdadero padre no se hicieron esperar. Especulaciones al margen, lo cierto es que siempre sintió idolatría hacia su hermano Fidel, cinco años mayor que él.

Desde entonces, a todas partes le siguió y le ha sido fiel. Pero
52 años después, con el país económica y socialmente en ruinas  y con las manecillas del reloj en su contra, el hermano menor sabe que si quiere salvar la revolución, un montón de cosas tiene que desmontarlas y hacerlas nuevas o de un modo nuevo.

Y en eso está. Tratando de remar a contracorriente. Con demasiados marineros de la tercera edad y muy pocos jóvenes, vigorosos y con ideas frescas. Aunque tal vez lo más peligroso no esté en el mar. Si no en esos casi 12 millones de cubanos varados en tierra y cuya paciencia puede estar a punto de terminar. La gente está harta de escuchar a los Castro una y otra vez decir ‘ahora sí vamos a construir el socialismo’.

Una consigna irreal, porque en todas partes el socialismo ha fracasado. Y como son casi nulas las posibilidades de su construcción en la isla, es de agradecer de que se definan ideológicamente y empiecen a levantar los cimientos del capitalismo. Al estilo asiático o europeo. Pero que acaben de dar pasos concretos -y acelerados- para que Cuba vuelva a ser una república moderna y próspera, como antes de 1959 lo fue.

Hace un año, el periodista español Vicente Botín, presentó en Madrid el libro Raúl Castro: la pulga que cabalgó al tigre. En el  párrafo final, el autor sentencia una realidad:

-Un proverbio chino dice que «la mejor manera de evitar que un tigre te devore es montarte sobre él». Pero en la salvación está la condena. El jinete no podrá desmontar, porque cuando lo haga, el tigre lo comerá. El destino condenó a Raúl Castro a cabalgar durante toda su vida a lomos de un tigre y el tigre lo devoró, a pesar de que nunca se bajó de él.

Iván García

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