Treinta y un años después de su fundación, una molesta interferencia estatal sigue anulando a las emisiones de Radio Martí y la señal televisiva no es visible desde Cuba.
Su página web es censurada y el emporio mediático forma parte del paquete de exigencias a negociar por el gobierno de La Habana para normalizar sus relaciones con Estados Unidos.
Como soy colaborador asiduo del medio me resulta complicado ser juez y parte. Intentaré ser objetivo. Me centraré en dos enfoques diferentes: primero, cuando fui oyente de sus espacios y ahora como generador de contenido.
Una mañana de 1985 recuerdo a mi madre, entonces periodista oficial de la televisión, recostada al espaldar de su cama tomando notas con una libreta, mientras escuchaba absorta un programa en un radio VEF 206 de fabricación soviética que teníamos en casa.
-¿Qué oyes?, indago. “Radio Martí -responde en voz baja y agrega. Mi jefe me dijo que escuchara las trasmisiones durante algunos días y le hiciera un reporte sobre la calidad de su programación”.
Por curiosidad escuché algunos espacios. Tenía veinte años y estaba enrolado en el servicio militar. Había leído libros críticos contra el régimen y el comunismo como La Gran Estafa de Eudocio Ravines y Perromundo de Carlos Alberto Montaner. Un año después leería Fidel: un retrato crítico, del estadounidense Tad Szulc.
Pero fue por la emisora que supe de las violaciones de los derechos humanos en Cuba y el trabajo de activistas demócratas como Ricardo Bofill, Roberto Luque Escalona o Elizardo Sánchez.
También por Radio Martí me enteré militares desertores como el general Rafael del Pino y todavía recuerdo la entrevista que Tomás Cardoso le hizo al mayor de la inteligencia Florentino Azpillaga.
Asimilar informaciones desconocidas y análisis sin afeites de sucesos ignorados por muchos cubanos fue un choque para mí. Como todos los nacidos después de 1959, recibí una educación doctrinaria y me informaba exclusivamente a través de medios oficiales. Diversas noticias escuchadas por Radio Martí provocaron dudas, cuestionamientos e incredulidad.
Ya para el invierno de 1986 escuchar Radio Martí se convirtió una tortura auditiva. La potente interferencia gubernamental convertía sus trasmisiones en inaudibles. Pero en determinados horarios nocturnos, o en medio de aquellos fastidiosos y extensos apagones de doce horas en pleno Período Especial, la señal llegaba sin interferencias.
No tengo estadísticas comparativas para investigar la penetración e influencia de Radio Martí en Cuba. Mi experiencia es personal. En el otoño de 1995 comienzo a ejercer de periodista independiente en la agencia Cuba Press dirigida por el poeta Raúl Rivero.
La primera vez que participé en un programa de la emisora sentí esa extraña sensación que suele acompañar a los neófitos cuando hablan en la radio. Sudoración de las manos, las ideas se nublan y la voz se quiebra.
Allí en Radio Martí, Luego de veinte años de colaboraciones, tengo amigos como José Luis Ramos, Amado Gil, Ofelia Oviedo, Omar Montenegro, Tomás Cardoso, Margarita Rojo, Álvaro Alva y Rolando Cartaya.
Colegas y amigos como Luis Felipe Rojas o Juan Juan Almeida, con quienes compartí en La Habana, ahora trabajan en la emisora. En mis dos viajes a Estados Unidos conocí a Humberto Castelló y Natalia Crujieras, entre otros.
Con ellos hablé de Los Martí, como se le conoce al triunvirato noticioso, y expuse mis impresiones con franqueza. Algunas las mantengo, otras se han modificado.
Sigo creyendo que Radio Martí puede ser un vehículo para difundir en Cuba las voces disidentes y los puntos de vista de blogueros y periodistas independientes.
Pero los tiempos son otros. Con limitaciones, debido a su carestía y lentitud en las conexiones de internet, informativamente hablando, Cuba no se encuentra tan aislada como hace tres décadas.
El que desee informarse, tiene opciones. Por cinco pesos convertibles mensuales, se puede alquilar la señal de antenas satelitales clandestinas. Como samizdat, circulan los resúmenes informativos que imprime la embajada de Estados Unidos en La Habana, donde se divulgan notas publicadas en Cubanet, Diario de Cuba, Martí Noticias y otros medios alternativos dentro y fuera de la Isla.
Pienso que Los Martí debieran trazar nuevas estrategias comunicacionales. Si la génesis de la emisora fue ofrecer noticias e informaciones con el fin de promover una sociedad abierta y plural, ahora se pudieran abrir espacios a otras narrativas y difundir el amplio espectro de matices que en el plano político, social e intelectual se genera en La Habana y otras provincias y no siempre tienen cobertura.
Analistas cercanos a la Iglesia católica, opositores de cualquier tendencia, críticos moderados o lo que se ha dado en llamar oposición leal, todos deben tener cabida. También el estado de opinión de los emprendedores privados.
En lo periodístico, sería saludable reproducir historias de Periodismo de Barrio, El Estornudo, El Toque, Havana Times, Cuba Posible o blogs que no son disidentes y hasta se presentan como seguidores del gobierno, pero mostrarían el intenso intercambio de criterios que en estos momentos tiene lugar en Cuba, paralelamente al llamado del partido comunista cubano de retornar a las trincheras.
El tema audiovisual es importante. Es cierto que pocos en la Isla han podido ver programas de Televisión Martí (aunque por Direct TV o América Tevé siempre alguno se cuela). La pujanza de la televisión nadie la discute.
¿Pero cómo saltarse la interferencia del gobierno y llegar a sus probables receptores? Insertarse en espacios comerciales de la Florida sigue siendo una buena opción, por el segmento de cubanos que acceden de manera clandestina a canales satelitales.
Sería excelente incorporar a la parrilla de programación de TV Martí algo más que reseñas de reporteros como Ignacio González, quienes desde Cuba realizan audiovisuales profesionales y recogen opiniones en la calle de diversos temas que no suelen tocar los medios oficiales.
Se pudiera contratar a periodistas alternativos que vivan fuera de la capital para que en la página web escriban historias, crónicas y análisis desde la Cuba profunda.
Sería oportuno crear un blog con opiniones discrepantes de activistas políticos, economistas, sociólogos, periodistas, escritores y otros profesionales cubanos, residentes en el país o en el exterior, sin importar su ideología, muy necesario en una nación donde la tolerancia y el respeto a las diferencias sigue siendo una asignatura pendiente.
Los Martí pueden y deben ser una tribuna para esa Cuba del futuro que se viene gestando, a pesar de la inercia del régimen y los frívolos cintillos internacionales después del 17 de diciembre de 2014.
Difundirían una necesaria lección de democracia y libertad de expresión.
Iván García
Hispanopost, 25 de mayo de 2016.
Foto: Tomada del artículo Radio Martí quiere pasar página del anticastrismo, publicado en El País el 11 de noviembre de 2015.