Cada vez que se acercan las navidades, el restaurante privado que administra Leonel, al sur de La Habana, se desborda de adornos y luces en la fachada de puntal alto a la entrada del negocio.
Las dependientes se colocan gorros rojos fileteados en blanco y la música resuena en el umbral. El olor a pavo o lechón asado despierta el apetito e invita a echarle un vistazo al menú. El ambiente distendido nos recuerda que el fin de año se acerca.
Diciembre es el mes más esperado en Cuba. La gente se relaja y hasta da los buenos días cuando monta en un taxi colectivo. Los jubilados y amas de casa empiezan a hacer cola en los mercados estatales, para ver si pueden comprar un poco más barata la libra de carne de cerdo. Las críticas ciudadanas aumentan por los precios de infarto de los alimentos. Y un segmento amplio de la población solo puede mirar los turrones, sidras y racimos de uva en las shoppings o tiendas recaudadoras de divisas.
Pero si hay un mes cuando la ciudad se convierte en una bocina amplificada es en diciembre. Reguetón a reventar, timba y la cadenciosa salsa se escucha por donde quiera que uno transite.
Este año es diferente. Por decreto oficial, las festividades públicas quedan suspendidas hasta nuevo aviso. Fidel Castro no está, pero sigue ahí su sombra, regulando la vida nacional como si fuese un semáforo.
Las familias de bolsillos desahogados que en Nochebuena cenan en paladares y durante los días navideños beben una colección de tragos y cerveza entre el estruendo de la música y las felicitaciones mutuas, han tenido que cambiar de planes.
“Tenemos que estar quieto en base. No se puede demostrar júbilo ni siquiera el 31 de diciembre. De tranca. ¿Fidel no pudo morirse en otro momento?”, se pregunta Raidel, artesano, que junto a su familia le gusta esperar la llegada del nuevo año por todo lo alto.
Según Eladio, administrador de una discoteca al oeste de la capital, “recibimos una circular donde se aclara que debemos parar la venta de bebidas alcohólicas y la música en esas fechas. Cuando Fidel falleció, el 25 de noviembre, estuvimos nueve días cerrados. Eso afecta el bolsillo de los empleados, porque las ganancias dependen de las ventas. Incluso han programado inspecciones sin avisar, a ver si nos cogen fuera de base. Si hay faltante de bebidas o de dinero en efectivo, te puedes buscar un rollo”.
Un funcionario de la UJC consultado dijo que “la gente en la calle está exagerando. No se han prohibido los festejos, es que por el dolor que ha sentido nuestro pueblo por la muerte del comandante, se pide ser discretos en las celebraciones. Es cierto que los establecimientos estatales no harán fiestas y tampoco habrá orquestas en los bailables. Pero no es algo que se mantendrá por varios meses. Las personas sí pueden celebrar en sus domicilios, pero con la música baja”.
“Faltaría más, que yo en mi casa no pudiera celebrar Nochebuena, Navidad y no pudiera esperar la llegada de 2017. El luto de Fidel fue de nueve días, la gente lo despidió, unos lloraron, otros no. Pero ya debemos pasar página. Espero que ahora la policía, los extremistas e intransigentes de siempre no formen un drama con la diversión de la gente y se les ocurra reprimirla”, señala Oscar, vecino de la barriada de Lawton.
Si damos crédito al ucase estatal, cada gobierno provincial tiene la potestad de regular las prohibiciones de acuerdo a las peculiaridades de sus municipios. “No es igual Plaza de la Revolución, Playa o Habana Vieja, donde circulan miles de turistas y extranjeros, que San Miguel del Padrón, Arroyo Naranjo o Diez de Octubre donde no hay hoteles ni centros turísticos. De cualquier manera, la música que se escuchará en hoteles, cafeterías y restaurantes del Estado será patriótica, sinfónica o campesina”, comenta Yadira, trabajadora en la sede de un partido municipal.
En un intento por acallar el malestar, los rumores de prohibiciones y un supuesto ‘duelo extendido’ por el fallecimiendo de Fidel Castro, los diarios Granma y Juventud, en sendos artículos dedicados a alabar el 58 aniversario del triunfo de la revolución, aclaraban que los cubanos podían esperar el año, pero ‘con moderación’ . Ninguno de los dos textos hacía referencia a las celebraciones por Nochebuena y Navidad.
Fiestas populares con más de un siglo de tradición, como las Parrandas de Remedios y las Charangas de Bejucal y que siempre se han realizado en diciembre, ha sido trasladadas para el mes de enero.
“En Cuba cuando no llegan, se pasan. Es difícil que un cubano no celebre el fin de año. Yo pondré música en mi casa y en la medianoche del 31 de diciembre saldré con mi maleta de rueditas y le daré una vuelta a la manzana, a ver si en 2017 se me da un viaje al extranjero y me acabo de largar. No hay quien aguante esto. El luto que se lo disparen otros”, acota Liudmila, jinetera.
José Antonio, obrero de la construcción, es más sarcástico. “¿La gente no coreaba Yo soy Fidel? Pues ya lo tienen, que sigan siendo Fidel”.
Iván García
Foto: Tomada de Diario Las Américas.