Desde La Habana

Pocos negros y mestizos en los negocios habaneros

Al igual que en la mayoría de los negocios boyantes en Cuba, los propietarios de Leyenda Habana, elegante paladar de El Cerro rodeada de cuarterías, son blancos.

Dos millas al este de Leyenda Habana, en el distrito pobre y mayoritariamente negro de San Leopoldo, el restaurante La Guarida, ícono de la gastronomía privada y donde han cenado congresistas estadounidenses y la Reina de España, el dueño también es blanco. Y si no lo han cambiado, el cocinero era de la raza negra.

Les invito a visitar bares de glamour como El Encuentro, en Línea esquina L, Vedado; Shangrilá, en el municipio Playa o El Slopy’s en Víbora Park, muy cerca de La Palma, céntrico cruce de avenidas en Arroyo Naranjo.

Además de confortables y con servicios eficientes, un denominador común es que sus dueños son blancos. Los negros trabajan en la cocina o, si es muy calificado y tiene buena presencia, despachan daiquirí y mojitos detrás de la barra.

Las meseras suelen ser blancas, jóvenes de bellos rostros y cuerpos espectaculares. Si acaso, mulatas claras, muchachas que se gastan un dineral en desrizarse el cabello y tenerlo lacio, similar al de muchas mujeres blancas.

También son blancos los propietarios de las residencias de alquiler con piscina o de lujosos apartamentos. O los dueños de las flotas de autos y jeeps estadounidenses de los años 40 o 50, adaptados con modernos motores de diesel, usados como taxis particulares en La Habana.

Ignacio, de piel blanca bronceada, es propietario de seis automóviles y tres jeeps marca Willy, fabricados hace seis décadas en los talleres de Detroit. En cada jornada factura 600 cuc.

“Una parte del dinero lo invierto en combustible y en darle mantenimiento a los autos. Obtengo beneficios jugosos, pero mi negocio está en un limbo jurídico al no estar contemplado en las normas del trabajo por cuenta propia. Por ahora el gobierno nos deja hacer”, señala mientras bebe despacio una cerveza alemana.

Cuando usted le pregunta por qué en los negocios particulares más prósperos, el 90% de sus dueños son blancos, responde: “Por varios factores, que van desde el racismo sutil o abierto de muchos dueños de negocios, hasta la realidad económica, pues los negros cubanos son los que peor viven y reciben menos remesas familiares”.

Carlos, sociólogo, considera que no toda la culpa de que negros y mestizos no ocupen lugares prominentes en los negocios privados se le puede achacar al régimen de Fidel Castro.

“La historia viene de atrás. Cuando en 1886 se abolió la esclavitud en Cuba, los negros y mestizos partieron en desventaja. No poseían propiedades, conocimientos ni dinero para invertir en negocios. Pasaron de esclavos a trabajadores asalariados. El prestigio y una mejor posición social lo obtuvieron en el deporte, la música y los oficios».

Según el sociólogo, «la revolución involucró a los negros en el proceso, vistiéndolos de verde olivo y llevándolos a arriesgar el pellejo en guerras africanas. Pero en los puestos claves de la economía, la política o los medios audiovisuales, se mantuvo una evidente supremacía blanca”.

Para Orestes, economista, “no se puede perder de vista el detalle de que el 80% de los cubanos que han progresado en el exilio son blancos. La primera ola de emigrantes a la Florida era blanca e instruida, casi todos empresarios con capital. Y los que se fueron sin dinero, gracias a sus conocimientos y laboriosidad se abrieron paso y triunfaron en la sociedad estadounidense».

Y aclara que en las siguientes oleadas, en 1965, 1980 y 1994 ya había un porcentaje más amplio de negros y mestizos, pero estaban mal preparados y en Estados Unidos trabajaron en los oficios peor remunerados. «Por tanto, giran menos dinero a sus parientes pobres en Cuba”, señala el economista.

La situación pudiera cambiar. Ahora mismo, decenas de deportistas, mulatos y negros, juegan en el extranjero y algunos ganan salarios de seis ceros.

Aunque José Dariel Abreu, que juega en las Medias Blanca de Chicago y devenga 68 millones de dólares por siete años, en teoría no puede invertir un centavo en Cuba, debido a las leyes del embargo, de una u otra forma, miles de dólares llegan a sus familiares en la isla y éstos pueden abrir pequeñas empresas en sus provincias.

Pese a que la mayoría de los propietarios de los actuales negocios boyantes en la capital son blancos, cantantes de reguetón, jazzistas, músicos y profesionales negros que viven a caballo entre Cuba, Estados Unidos y Europa, han abierto negocios o le han facilitado capital a sus familiares.

El reguetonero Alexander, el escritor Leonardo Padura o la voleibolista Mireya Luis, entre otros, han montado bares, paladares y café privados con parte de sus ganancias en moneda dura.

Pero son los menos. La mayor parte de los negros o mestizos que tienen licencia para ejercer por cuenta propia, trabajan doce horas rellenando fosforeras, reparando zapatos o en el portal de su casa abren un timbiriche sin grandes pretensiones, intentando ganar 200 o 300 pesos diarios.

Casi siempre la competencia de las personas blancas con bolsillos amplios devora a los cuentapropistas negros o mulatos. Leonardo, de la raza negra residente en La Víbora, en 2010 montó en el jardín de su casa un tenderete chapucero de chapas metálicas pintadas de ocre.

“Las cosas iban bien. Hasta que en la esquina de la casa, el pariente de un general abrió una cafetería moderna y bien surtida. Desde entonces, mis ganancias han caído en picada. Estoy pensando en cerrar”, dice. El dueño y los empleados del negocio que le hace competencia a Leonardo son blancos.

Aunque en este caso, la ventaja no la obtienen por el color de su piel. Si no porque en Cuba, si además de tener dinero, tienes un pariente con galones de general, se te abren muchas puertas. Incluso aquéllas que suelen estar cerradas.

Iván García
Foto: Tomada de The Cuban Economy.

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