El lunes 10 de febrero de 1997, más de un centenar de personas movilizadas por el Departamento de Seguridad del Estado (DSE), entre las cuales se encontraban ex militares de la asociación de combatientes, integrantes de las brigadas de acción rápida, miembros del partido y los CDR y vecinos de la cuadra situada en Carmen entre 10 de Octubre y San Lázaro, en la barriada habanera de Lawton, llevaron a cabo un acto de repudio en los bajos del edificio donde residía junto a mi abuela, mi hermana, una sobrina de dos años y mi madre, también periodista independiente, acosándonos con gritos de «mercenarios», «gusanos» y «contrarrevolucionarios».
Un acto o mitin de repudio es un linchamiento verbal de corte fascista. Con apariencia de ser espontáneo y popular, en Cuba son organizados por el DSE y organismos afines al régimen, con el objetivo de intimidar a quienes públicamente se les oponen.
Los mítines de repudio se pusieron de moda durante el éxodo por el Puerto del Mariel, en la primavera de 1980. Con una simetría casi científica, miles de estudiantes, intelectuales, obreros y campesinos, eran convocados por la dictadura de Fidel Castro para despedir de su patria con ofensas y una andanada de huevos o piedras a los futuros inmigrantes.
No era una estrategia novedosa. Mussolini en Italia utilizó a las siniestras camisas pardas con igual fin. A principios de la revolución, Castro también utilizó al populacho para acabar con la libertad de expresión y clausurar la prensa libre.
Cientos de disidentes y periodistas independientes cubanos han sido acorralados por una muchedumbre enardecida que le grita improperios y esperan una orden para saltarte al cuello.
Pero ni los actos de repudio, amenazas verbales, agresiones físicas o la Ley 88, más conocida como ley mordaza, vigente desde el 16 de febrero de 1999, que te puede sancionar hasta con 20 de años de privación de libertad, han impedido que el periodismo alternativo en Cuba crezca en calidad y cantidad.
Después de la Primavera Negra de 2003, cuando por orden de Fidel Castro se encarceló a 75 opositores pacíficos entre ellos 27 reporteros, comenzó a crecer la membresía de los que utilizaba la pluma como un arma de combate. Fue en esa etapa que surgió Primavera Digital, el primer periódico abiertamente anticastrista, creado por los periodistas independientes Juan González Febles y Luis Cino.
A partir de abril de 2007, aupados por el éxito del blog Generación Y, de Yoani Sánchez, se multiplicaron los blogueros disidentes. Siete años más tarde, en mayo de 2014, Sánchez fundó 14ymedio, una web que ha conseguido mantener su autonomía financiera. En un editorial reciente, afirmaba que «en este nuevo camino, 14ymedio entra de la mano del proyecto Civil construido sobre la plataforma blockchain de Ethereum, que busca edificar un nuevo modelo de periodismo creando un ecosistema de autogobierno e independencia que permita a los medios ser libres y sostenibles. Sin anunciantes ni intermediarios, la prensa tiene en Civil solo dos actores principales: los lectores y las redacciones».
Las filas del nuevo periodismo se han nutrido de reporteros que trabajaban en medios oficiales. A día de hoy, a pesar de carencias técnicas y precariedades monetarias, desde la Isla se editan sitios como Periodismo de Barrio, El Estornudo, On Cuba, El Toque y Postdata.club, entre otros que hacen excelentes reportajes y crónicas sobre la Cuba real.
No creo que nadie pueda detener esa corriente. La libertad de expresión es incontrolable cuando los ciudadanos pierden el miedo. Los problemas del periodismo libre en Cuba son otros.
En lo profesional, la mayor dificultad es no poder contar con fuentes institucionales que te posibiliten calzar cualquier historia. El régimen lo impide. Faltan recursos técnicos, es obvio, sobre todo para aquéllos que realizan audiovisuales, donde una cámara 4K ronda los 1,800 dólares en el mercado internacional.
El periodismo escrito no tiene esas limitantes. Bolígrafo, block de notas y una laptop de segunda generación. No se necesita más. La mayor dificultad que sufren los periodistas por cuenta propia en Cuba son financieros. Bueno, creo que es un asunto de nivel mundial. El periodismo vive horas bajas.
No se ha encontrado un modelo efectivo de negocio en el periodismo digital. La mayoría de los reporteros cubanos escriben para sitios donde pagan muy poco. Incluso en algunas nuevas publicaciones las colaboraciones no se pagan.
Los periodistas estatales que en Cuba optan por escribir por su cuenta y riesgo, suelen ser expulsados de sus redacciones. En una sociedad donde desayunar y hacer dos comidas calientes al día es un lujo, tener un nivel de vida decente implica ganar salarios superiores a 400 dólares mensuales. Una cantidad que alcanzaría para cubrir gastos personales y profesionales. Lo mínimo que al mes debiera ganar un periodista cubano, independiente u oficial.
Los precios de los alimentos, ropa, calzado y aseo están por las nubes en la Isla, sin contar que algunos tienen que alquilar habitaciones en casas particulares, cuyas tarifas no bajan de 100 cuc al mes. Si tienes que moverte con inmediatez de un lugar a otro dentro de La Habana, tienes que pagar 10 cuc por un taxi. Y si necesitas disponer de un auto durante ocho horas, 50 cuc o más.
Las páginas webs donde publican muchos periodistas independientes, al ser subsidiadas por fundaciones o instituciones estadounidenses, el pago por artículo fluctúa entre 25 y 30 dólares. A cada reportero le suelen publicar cuatro o cinco textos mensuales: 100 o 125 dólares al mes cuadriplica el salario promedio nacional, pero resulta insuficiente para vivier hoy en Cuba. De ese dinero, el periodista debe mantener a su familia y planificar sus gastos de trabajo.
Hablemos con franqueza. Si se quieren hacer investigaciones y reportajes de fondo se necesita un presupuesto mayor.
El mundo que se nos viene encima le ha propinado una bofetada a la democracia. Viktor Orban en Hungría, Vladimir Putin en Rusia, Tayyip Erdogan en Turquía son presidentes autócratas, parientes cercanos de los dictadores. En África, Medio Oriente Asia sucede otro tanto. China, la futura primera potencia mundial, es un coctel explosivo de lo peor del capitalismo liderado por un partido comunista que suspira por dominar el planeta exportando pacotillas baratas. En América sobran los dedos de una mano para contar las democracias funcionales.
Estados Unidos, la meca del liberalismo y la democracia está de capa caída. El presidente Donald Trump es un tipo tóxico. Ataca a la prensa, los que se le oponen y siente una extravagante debilidad por políticos antidemocráticos como Putin o Kim Jong-un, el opresor de Corea del Norte.
Los periodistas viven en pie de guerra. Los carteles de drogas, por puro placer, le encajan un tiro en la cabeza a un reportero mexicano o colombiano que los denuncie. En la Unión Europea en el último año han matado a tres periodistas: Viktoria Marinova, búlgara de 30 años; Jan Kuciak, eslovaco de 27 años; Daphne Caruana Galizia, maltesa de 53 años. El martes 2 de octubre, el periodista Jamal Khashoggi, saudita de 59 años, entró al Consulado de Arabia Saudita en Estambul, Turquía, en busca de una certificación de divorcio y no salió, se sospecha que fue asesinado.
En todos los continentes, hay países cuyos gobernantes sueñan con amordazar a la prensa. El crimen crece a la par de la corrupción política. Los pueblos piensan que votando por un hombre fuerte se resuelve el problema. Entonces por la puerta de atrás entran personajes como Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela o un ultraderechista como Jair Bolsonaro en Brasil. Si Trump hubiera sido elegido en una nación latinoamericana de democracia frágil, tenía todos los ingredientes para terminar siendo un dictador.
El mundo actual necesita más que nunca del mejor periodismo posible. Ayudémoslo, pues.
Iván García