Una mañana de 1996, el poeta y periodista Raúl Rivero, director de la agencia de prensa independiente Cuba Press, llamó a mi apartamento en el barrio de la Víbora para que cubriera el juicio de un opositor en un tribunal del municipio Cerro.
El reportero Ariel de Castro Tapia (actualmente viviendo en Turquía), y yo redactaríamos una nota después del dictamen judicial y cuya finalidad era leerla en el noticiero del mediodía de Radio Martí.
“Improvisen, pero la noticia tiene que salir”, me dijo Rivero con voz pausada. Las dificultades eran muchas. Entonces, en Cuba no existían teléfonos móviles ni salas de internet y Twitter y Facebook sonaban a ciencia ficción.
El tribunal estaba atestado de agentes de la Seguridad del Estado. Averiguamos el número de un teléfono público, del cual no se podía comunicar directamente con Radio Martí, pero se nos ocurrió establecer un puente telefónico.
Llamamos a Rivero para que avisara a la emisora, y con el número que le proporcionamos, Radio Martí se comunicaba con nosotros cada media hora. Una fuente dentro del tribunal, salía a cada rato y nos comentaba cómo marchaba el juicio. A los pocos minutos de emitir el fallo, lo informamos al aire en el noticiero de Radio Martí.
Todo eso lo hicimos solo con una libreta de notas y un bolígrafo. La necesidad genera creatividad. Como muchos periodistas independientes en los 90, yo redactaba a mano las crónicas y las pasaba en limpio en viejas máquinas de escribir de la era soviética.
Una vez, un periodista europeo dejó de regalo su laptop a Cuba Press. Raúl Rivero decidió que mi madre Tania Quintero, Ariel y yo -todos residíamos cerca, en la barriada habanera de La Víbora- la compartiéramos. Pero la novedad trajo aparejado un problema.
En aquellos tiempos, la Seguridad del Estado había desatado una espectacular cacería en busca de ordenadores. Alrededor de las diez de la mañana del 2 de junio de 1997, agentes de la contrainteligencia comandados por un oficial que se identificó como Pepín, allanaron la casa en busca de la laptop.
No la encontraron. Por previsión, la habíamos escondido en otro lugar. Decidimos devolverle la laptop a Raúl Rivero y seguir utilizando la máquina de escribir. Una vez redactadas las notas, las leíamos desde un teléfono fijo.
Hasta la razia de Fidel Castro en marzo de 2003, cuando mandó a encarcelar a 75 opositores pacíficos, entre ellos 27 reporteros, los textos de los periodistas independientes se leían desde un teléfono y colaboradores en Miami los colgaban en páginas webs.
A pesar del acoso de la policía política, de los arrestos, actos de repudio y amenazas, desde nuestra perspectiva contábamos sobre esa otra Cuba que el régimen pretendía ocultar. Sin aspavientos ni dosis de heroísmo.
Cuento esta anécdota personal como un ejemplo de que no siempre se necesitan sofisticados equipos informáticos o audiovisuales para hacer periodismo en Cuba, uno de los peores países del mundo para ejercer la profesión.
Desde luego, con buenas herramientas y un respaldo monetario, se puede hacer un periodismo mejor, sobre todo, fuera de La Habana: la realidad de la capital no es igual a la de Villa Clara, Las Tunas o Guantánamo.
Pero con pocos recursos también se puede hacer un trabajo ameno y de calidad. Si lo dudan, lean Periodismo de Barrio, proyecto puesto en marcha por Elaine Díaz, ex profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, que con una parte del dinero que recibió de una beca en Harvard, está haciendo el mejor periodismo cubano.
Ahora mismo, hay un auge del periodismo libre. Sea cual sea su tendencia o formato, la prensa independiente goza de buena salud. Havana Times, On Cuba Magazine, El Estornudo y El Toque, son algunos ejemplos de medios alternativos. Y diversas publicaciones especializadas en deportes, modas, arte, cocina, circulan en internet, todas Made in Cuba.
También se mantiene un periodismo más comprometido, abiertamente anticastrista y que apuesta por una democracia real, como Primavera Digital, dirigido por Juan González Febles y editado por Luis Cino, una de las mejores plumas del periodismo sin mordaza. Ellos no se andan con paños tibios. Llaman dictadura al régimen castrista y no se cortan para criticar a la disidencia.
El periodismo de alto vuelo cuesta dinero. Pero los reporteros de Primavera Digital, hace dos años dejaron de recibir una donación de Suecia y continúan editando su semanario sin un centavo proveniente del exterior.
Yoani Sánchez administra 14yMedio, un diario que apuesta por contar las cosas con un tono equilibrado. Dagoberto Valdés dirige Convivencia en Pinar del Río. Y en casi todas las provincias existe algún medio disidente.
Paralelamente, se viene abriendo paso el periodismo audiovisual. Ignacio González, Claudio Fuentes y Augusto César San Martín figuran entre sus mejores exponentes.
Ignacio es un hombre orquesta. Hiperquinético y creativo, tiene un espacio online que ha nombrado En Caliente, y acaba de crear un programa de debate llamado La Ventana. Y tiene en mente el estreno de un noticiero.
Ya los periodistas alternativos no son aquel puñado de mujeres y hombres que creían en la libertad de expresión. En la actualidad, cerca de 300 reporteros laboran en medios independientes o periódicos extranjeros.
La calidad ha crecido. Han surgido especialistas en temas económicos, históricos o políticos como Arnaldo Ramos, Orlando Freyre Santana, Osmar Laffita, Miriam Celaya o Dimas Castellanos. Jóvenes como María Matienzo, Yusimí Rodríguez, Marcia Cairo, Ana León, Adriana Zamora, Luz Escobar y Lourdes Gómez realizan periodismo de calle.
En la esfera de la investigación, Elaine Díaz y su grupo de reporteros en Periodismo de Barrio, y Waldo Fernández Cuenca, autor de un libro que detalla cómo comenzó la censura de Fidel Castro contra la prensa, realizan reportajes más exhaustivos de la sociedad cubana. Otros, como Regina Coyula, colaboran en medios internacionales.
Los retos y dificultades son muchos. El principal llega desde el Estado, que con mano de hierro sigue controlando el flujo informativo. Todavía la policía política acosa y chantajea a los periodistas alternativos para que desistan de su labor. Debido a presiones y amenazas, no son pocos los que se han apartado y optado por el exilio.
Cuando usted mira el mapa mundial sobre las naciones con menor índice de libertad de expresión, Cuba sigue coloreada en rojo, por pertenecer a los países con una situación muy difícil para ejercer el periodismo.
Es cierto que no hay asesinatos de periodistas por instituciones del Estado. Al periodismo lo matan de otra manera. Convirtiendo a los reporteros estatales en amanuenses y ventrílocuos. O intentando reclutarlos como chivatos.
El periodismo alternativo aún tiene un margen de maniobra para crecer. Tecnológicamente, en Cuba siempre vamos estar en desventaja y no podemos competir con las agencias extranjeras para dar ‘palos periodísticos’. Lo nuestro es contar las historias en otro contexto y amplificar el variado registro de opiniones existentes en la Isla.
Un consejo a los periodistas: no se deshagan de su máquina de escribir (yo conservo la mía). En una autocracia como la cubana, nunca se sabe cuándo tendremos que volver a utilizarla.
Iván García
Martí Noticias, 2 de mayo de 2016.
Foto: En el homenaje que el Club de Escritores Independientes de Cuba le ofreciera al poeta Rafael Alcides, el 26 de enero de 2016, entre otros periodistas independientes asistieron Luis Cino (camisa de rayas azules y blancas), Iván García (camisa color vino) y Jorge Olivera, con jacket color negro y quien además estuvo preso durante la Primavera Negra de 2003.