Desde La Habana

Patrimonio nacional: ¿quién da más?

Entre los días 2 y 3 de noviembre en el salón Taganana del vetusto Hotel Nacional, a tiro de piedra del malecón habanero, se remataron obras de gigantes de la plástica cubana.

La venta, que dejó un saldo de unos 600 mil dólares, formaba parte de la décima edición de Subasta Habana, una puja anual del arte de la isla, esta vez compuesta por 110 lotes con un valor de partida de 1,2 millones de dólares.

Estaban incluidos cuadros de notables pintores como Wilfredo Lam, Mario Carreño, René Portocarrero, Amelia Peláez, Servando Cabrera Moreno o Tomás Sánchez.

Subasta Habana deja muchas preguntas sin respuestas. Su director, Luis Miret, curador y galerista, en una entrevista a la edición digital de la revista Arteamérica, hizo saber que la idea inicial partió hace una década del Consejo Nacional de Artes Plásticas.

En un lenguaje experto y con sentido comercial, al mejor estilo capitalista, este señor ¿o compañero?, en varios trechos de la conversación justifica la decisión de las instituciones estatales para realizar estas ventas, con la aseveración de que las obras de los plásticos cubanos están muy mal cotizadas en las prestigiosas casas internacionales de subastas, la niuyorquina  Christie’s y la londinense Sotheby’s, punteras en la comercialización del arte en todo el mundo.

La plástica cubana no es la única que se vende a la baja. Si echamos un vistazo a la pintura latinoamericana, veremos que también está subvalorada. La venta de 61 obras de los pintores latinoamericanos más cotizados -una lista que encabezan los mexicanos Rufino Tamayo y Frida Kahlo y en la que figuran los cubanos Mario Carrreño y Wifredo Lam- alcanzó algo más de 122 millones de dólares. Una cifra mínima, si tenemos en cuenta que el 4 de mayo de 2010, un solo cuadro, Desnudo, hojas verdes y busto, pintado en 1932 por el malagueño Pablo Picasso fue subastado por 110,2 millones de dólares.

La otra excusa del señor Miret es como para abrazarlo por su bondad. En la entrevista, el curador señala que estas subastas son una buena manera para darle un justo precio a las obras de los “pobrecitos” pintores del patio, que suelen venderlas a mecenas independientes a precios de ganga.

Y alega -imagino que después de secarse las lágrimas- que se ha creado un fondo de dos millones de pesos (no se cuántas piezas de valor se puedan comprar con tan poco dinero), para la adquisición de obras primordiales de artistas plásticos actuales, pagándole el 50% de su valor.

El ‘buenagente’ de Miret también hace ver que así actúan las diferentes casas de subastas en el planeta. Cuestión de negocios. Nada más. Lo que ocultan los medios oficiales, y por supuesto su ferviente promotor, es qué parte del dinero ingresado se le abona a los “artistas del pueblo”.

Tampoco se nos informa qué hace el Ministerio de Cultura con la pasta obtenida en las diez ediciones de Subasta Habana.

¿A reparar salas de teatros o las decenas de cines cerrados desde hace años? ¿A darle una mano de pintura y tapar las goteras en las Casas de Cultura? A lo mejor piensan rehabilitar los museos municipales. Pero me temo que no. Detrás de este saqueo artístico no se esconden buenas intenciones.

Casi todas las obras rematadas son de pintores claves en el mapa cultural del verde caimán. No son cuadros del montón. La mayoría de sus autores ya han fallecido y su legado forma parte del patrimonio nacional.

Poco más de 600 mil dólares, según las cifras de ventas anunciadas, es una calderilla para cualquier gobierno, por muy pobre que sea, como es el caso de Cuba. Incluso, ni por cientos de millones se debe rifar el tesoro creativo de una nación.

No es nuevo que el régimen de los hermanos Castro obtenga ganancias en moneda dura con obras artísticas y joyas. Ya a finales de los años 80, en las llamadas ‘casas del oro’, canjeó lienzos valiosos, porcelana y bisutería de primera, de oro y plata, por televisores a color, equipos de audio y autos rusos.

La intelectualidad cubana debiera oponerse a estas depredaciones del patrimonio local y nacional.

Y que el caritativo Luis Miret, quien nos quiere hacer ver que debajo de su camisa de marca se esconde un noble corazón, incapaz de hacerle daño a nadie, deje de bajar el martillo después concluida la venta de una obra cubana de arte. Por cierto, su apellido me resulta familiar.

Iván García

Foto: Guitarrista, de Mario Carreño, era el cuadro más cotizado en Subasta Habana 2011. Su precio de salida fue fijado en los 200 mil dólares, aunque no sabemos finalmente cuánto pagaron por él.

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