En la carrera perdió los tacones altos. Y el inaudito aguacero tropical, furioso y fugaz, le estropeó el maquillaje de bermellón subido, que a chorro goteaba por su vestido plisado, manchándole la cartera imitación a piel de leopardo.
Las potentes luces de un farol de 400 watts, enfocado fijamente desde un coche policial en marcha lenta, provocó una estampida de aturdidos homosexuales, capturados in fraganti en plena cópula en un oscuro parque habanero.
El Parque Córdoba, en el corazón de la barriada de La Víbora, se ha convertido en plaza fija de gays discretos, travestis escandalosos y sodomitas fornidos que no creen en temporales sin pronosticar por el instituto cubano de meteorología.
Esa noche, los vigilantes del auto patrullero estaban de mala leche. ¡Alto!, gritaron por un megáfono. Los homosexuales desaparecieron en segundos. Pero el travesti de los tacones altos no pudo escapar.
Intentó correr descalzo mientras se ponía el vestido. En la prisa, metió el pie en un tragante y quedó atrapado. El policía, un negro oriental, disgustado por la persecución, completamente empapado por la lluvia y con sus botas militares repletas de barro, miró al atribulado marica y con rabia le preguntó:
-¿Por qué corres, acaso estabas cometiendo un delito? Debías haberte quedado tranquilo. Dame el carnet de identidad.
El guardia lo amenazó con conducirlo a la estación de policía más cercana. Temblando de miedo y frío, con el maquillaje corrido y con un hilillo de voz apenas audible, el travesti respondió:
-Si usted es gay y un auto de policía lo alumbra con un foco potente en pleno acto sexual, el primer impulso es correr. Puede que las cosas hayan cambiado, pero para un maricón en Cuba el miedo siempre es mejor.
La pareja de vigilantes cortaron en seco el diálogo. Cachearon al travesti y la cartera imitación a piel de leopardo cayó al suelo. Entre los cosméticos rodó algo metálico y brillante. Un arma blanca. Era la carta de triunfo de los guardias nocturnos. “Ahora si te jodimos, maricón. Posesión de arma blanca”, dijeron en tono triunfal y lo esposaron sin medias tintas.
Desde sus escondites, la banda de gays y sodomitas miraban la escena. Minutos después regresaron a la glorieta del parque sin luz, convertido en la posada homosexual más grande y a cielo abierto de la Víbora. Esta vez, el miedo no le valió a su amigo.
Iván García
Foto: Travesti cubano, de Marcello Bonfanti, AP. Premiada en el Word Press Photo 2005.
Saludos.
Y muy especiales a tu Mamá de mi parte
Los leo mucho