Después de 1959, pero sobre todo después de que fueron desapareciendo las frutas y los vegetales, los carbohidratos pasaron a formar parte de la alimentación del cubano. Hubo épocas en que el pan se podía comprar «por la libre», o sea sin la libreta de racionamiento. Después se racionó, a un panecito de 80 gramos per cápita. Quien necesita más o prefiere uno de más calidad, puede adquirirlo en el mercado liberado, a diez pesos una flauta de pan, o en las panaderías que venden en divisas, como el Pain de Paris o Sylvain, entre otras (Tania Quintero).
Triciclo adaptado para vender pan «por la libre».
Tal cantidad parece es para una escuela o centro laboral. Transportación barata, pero antihigiénica.
Uno de los tantos vendedores de dulces a domicilio.
Por el diseño, es un cake de fabricación casera.
La tabla lo delata: es un cake estatal.
Bandejas vacías de huevos sirvieron a este dulcero para mostrar su mercancía.
El rellenador de gas en fosforeras (oficio desconocido en los países donde las fosforeras son desechables) aprovecha y también vende tartaletas, probablemente hechas por algún familiar.
Muertos en la morgue parecen los cakes que papá-estado vende por la libreta, a uno por niño el día de su cumpleaños (hasta los 10 años) y también a las quinceañeras y a las parejas para su boda.
Los cakes vendidos en divisas no son nada del otro jueves, pero, al menos, protegidos de las moscas.
Dos habaneros con suerte: se empataron con panetelas «por la libre». Aunque a casa tengan que llevarlas así, cogiendo el hollín callejero.
Fotos: clapat, Flickr