Desde La Habana

Nuevo capítulo en el culebrón de los chivatos

Como hace 8 años. Los fantasmas de la primavera negra del 2003 parecen sobrevolar otra vez el cielo de La Habana. En un programa de la televisión cubana, los servicios especiales del régimen develaron a dos de sus topos dentro de la oposición pacífica.

Son los casos del «periodista independiente» Carlos Serpa Maceira y el «opositor» Moisés Rodríguez. Por espacio de 25 minutos, ambos ofrecieron una imagen patética de la disidencia interna y el periodismo independiente en la isla.

Acusaron  a varios líderes de la oposición de corruptos y de estar al servicio de Estados Unidos. No es nuevo. Amén de la mediocridad y el poco poder de convocatoria de la disidencia cubana, el servicio secreto de Castro, desde siempre, ha penetrado los diferentes grupos opositores para hacer una labor de zapa.

Estos episodios, que cada cierto tiempo ocurren en Cuba, están lejos de ser una historia de espionaje brillante. La disidencia en la isla trabaja de forma abierta y pública y no hace falta ser un maestro de espías para infiltrarse en cualquiera de sus organizaciones.

Tan simple como tocar a la puerta de cualquier partido opositor y plantearle que desea pertenecer a su membresía. Ya en la primavera del 2003 salieron a la luz varios agentes de la policía política que sirvieron de testigos a la fiscalía en los juicios sumarios efectuados a 75 disidentes encarcelados.

Toda persona que discrepa del gobierno de Castro, sabe que de una forma u otra, está controlado por los tipos duros de la seguridad. Suelen escuchar las llamadas telefónicas. Leer tus correos electrónicos. Y tienen dossiers completos de tu vida personal.

Eso no es algo que preocupe demasiado a periodistas independientes, activistas de derechos humanos, blogueros y disidentes. El punto que llama la atención y, pudiese ser el propósito real del mensaje lanzado por el régimen de La Habana esa noche, es trasmitir miedo y paranoia a la oposición.

Son tiempos difíciles para el régimen. Excepto en Corea del Norte, China y Cuba, la tortilla se está virando en naciones gobernadas por autócratas con muchos años en el trono.

La gente pobre y con hambre de libertad y democracia se ha lanzado a las calles y plazas en casi todos los añejos gobiernos del Medio Oriente. A pesar de la distancia, son balas que pican cerca en la isla. Ningún gobierno totalitario se siente seguro.

Y como es habitual en los Castro, huyen hacia adelante. De buena tinta, los servicios especiales cubanos conocen el disgusto de una mayoría de la población ante el crítico desempeño de la economía y la poca confianza en sus líderes.

Los Castro están atajando el golpe. Aislando los cortocircuitos. Y en estos casos, la disidencia siempre es un adversario a tener en cuenta. Por ello, hacen especial hincapié en desacreditarla.

Es probable que continúen los culebrones de soplones e imputaciones contra líderes opositores o figuras destacadas dentro de la blogosfera y el periodismo alternativo.

De lo que se trata, es saber si estas revelaciones de los topos es un capítulo aislado. Puede que no.

No es raro que de agravarse los problemas internos en Cuba, los Castro muevan ficha y lancen una arremetida represiva contra toda la disidencia. En sus manos tiene leyes promulgadas que lo amparan. Sobre todo ahora que han vaciado las cárceles de presos políticos.

Iván García

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