EL gobierno cubano quiere actualizar el socialismo. Se propone renovarlo. Emplazarlo de golpe a la altura del siglo XXI y demostrar que el sistema tiene todavía un temblor de vida a pesar de sus cancaneos, desvanecimientos, sirimbas y de su ataque crónico de intolerancia y represión.
Los expertos que tienen la misión de quitarle los harapos encontraron la vía en uno de esos amaneceres luminosos y cálidos del Caribe. No se sabe qué fuerza les hizo detenerse a meditar sobre el trabajo por cuenta propia. Y ahí estaba la clave. Una jugada clara, cantada con precisión y detalles.
Por lo tanto, ahora en octubre, se autorizarán 178 nuevas licencias para hacer trabajos particulares. Los cubanos podrán salir a buscarse el sustento diario y el de sus familias con oficios que hasta este momento estaban prohibidos por la ley. Quienes los desempeñaban -como ilegales al fin- corrían el riesgo de ir a la cárcel.
Ya no habrá problemas para que un ciudadano decida comenzar a trabajar como aguador. La lista de oficios aclara en este caso que se trata de «el que transporta agua utilizando diferentes medios de su propiedad y cobra por este servicio. No incluye la venta de agua en vaso».
Con ese rango de detalles se han enterado en Cuba de que podrán también afinar instrumentos musicales; conducir coches tirados por animales menores; reparar bastidores, camas, juguetes, muñecos, zapatos y enseres domésticos, como cafeteras y lámparas. Además, habrá permisos para lavar vehículos automotores y elaborar y vender yugos y frontiles.
Junto a los hombres y mujeres que se dedicaban a estos oficios de forma encubierta, entre los primeros candidatos a integrarse en las mini empresas (se aceptará el contrato de fuerza laboral), estará el medio millón de empleados estatales que saldrá de las plantillas en los próximos meses. En tres años la cifra se duplicará.
Hay otras anuencias y modificaciones en el sector de la gastronomía y el comercio.
En ese derroche de licencias para reanimar el socialismo y endulzar las gestiones solidarias de sus amigos en Europa, los gobernantes cubanos darán una licencia extrapenal a los presos políticos que no aceptaron venir deportados a España. Es una figura que envía al prisionero a su casa, pero bajo el control total de los carceleros.
Una sola licencia anula las otras. Y nadie aprecia el vigor juvenil del socialismo porque le autoricen a vender un pomo de agua tibia.
Raúl Rivero
Foto: wolfg_appel, Flickr