Han sido tantas las fugas de beisbolistas y boxeadores cubanos, que han dejado de ser noticia. Las historias de algunas huidas dan para un guión de Hollywood.
Desde la odisea por mar y tierra del lanzador habanero Orlando ‘Duque’ Hernández, a finales de los 90, firmar con los Yankees de Nueva York, hasta la inusitada escapada del fabuloso paracortos Rey Ordóñez, quien saltó una tapia durante el calentamiento de su equipo en un torneo en Buffalo, Nueva York, en 1993.
En la trama de una fuga se mezclan diversos ingredientes. Hay de todo. Traficantes de personas, carteles de drogas y cazadores de talento.
Algunos peloteros-balseros lo han intentado varias veces. Cuando los atrapan, optan por el mea culpa tradicional en las sociedades autoritarias.
Se habla de derogar las barreras del embargo que impiden a un deportista de la isla competir en clubes de Estados Unidos. Pero no debemos ser ingenuos. A la autocracia verde olivo le encanta desempeñar el papel de víctima.
Antes de discutir si la MLB o las asociaciones de boxeo profesional debiesen revisar sus políticas a la hora contratar atletas cubanos, al régimen se le debe exigir libertades financieras a los deportistas.
Que cada cual pueda elegir su representante. Y establecer una tasa arancelaria similar a la de cualquier otra nación. Es muy fácil acusar a los dueños de equipos de utilizar a sus atletas como mercancía, cuando el Estado desempeña el mismo rol.
Incluso más vergonzoso: hasta el año pasado, los entrenadores y deportistas contratados en el extranjero solo cobraban un 15% del dinero que ganaban.
Ahora el Estado busca negociar con dueños de equipos en Grandes Ligas, pues los contratos de más de 600 millones de dólares de peloteros cubanos en su conjunto es una buena coartada para engordar sus cuentas bancarias.
La gente en Cuba sigue con entusiasmo el desempeño de Pito Abreu o Dayán Viciedo, que han arrancado con el bate caliente. Abreu, líder en jonrones con 10, pone a soñar a los hinchas criollos.
Los aficionados de este lado del charco quieren tener una versión jonronera de Miguel Cabrera o Papi Ortiz. Y creen que ese hombre se apellida Abreu. Pero la pasión va más allá del ámbito deportivo.
Hay un tema que en estos momentos alienta la polémica en cualquier esquina de Cuba. Muchos no aprueban las supuestas delaciones utilizadas por Aroldis Chapman y Yasiel Puig para camuflar sus futuras intenciones.
Ese daño antropológico provocado por la revolución de Fidel Castro, de incentivar denuncias anónimas, chivatazos y arrepentimientos, es una muestra palpable del deterioro ético y moral en la actual sociedad.
Existen cubanos capaces de delatar hasta su madre por un viaje al extranjero, un apartamento otorgado por el gobierno o unas vacaciones en la playa. Como conejillos de laboratorio, los funcionarios del régimen utilizan el cebo de los ‘premios’ para dividir.
Algunos atletas locales, en su camino al estrellato en clubes foráneos, han dejado personas en la cárcel, acusadas de promover la ‘deserción de atletas’. No pocos justifican ese proceder escudados en el reprochable comportamiento de un segmento de seres humanos que escalan posiciones pisoteando cadáveres.
Siempre será lamentable que nuestros ídolos del deporte actúen de manera tan mezquina. Deseo de todo corazón que Yasiel Puig y Aroldis Chapman puedan demostrar su inocencia.
Todos nos equivocamos. Pero hay faltas que provocan el descrédito. Una de ellas es la delación.
Iván García
Foto: Tomada de El viaje nunca antes contado de Yasiel Puig a los Dodgers, publicado en LA Magazine.