Después de la muerte de su hijo, el 23 de febrero, Reina Luisa Tamayo Danger se quedó un mes en La Habana, participando en misas y caminatas con las Damas de Blanco. En vez de pésame, recibió ofensas y empujones de civiles y militares movilizados por la Seguridad del Estado.
Luego regresó a Banes, su pueblo. Y allí se encuentra. Combativa, sin poder darse el lujo de sentarse a llorar y guardar luto. Convocando a manifestarse, en las provincias orientales y en el resto de la isla. Soportando asedios e insultos.
Vigilada ella, su casa y su familia. Pero Reina no se deja intimidar. Y sigue en pie. Sin arrodillarse y menos acobardarse. Sigue pidiendo justicia. Y alzando su voz de cubana valiente y digna.
Banes queda en la provincia de Holguín, a más 700 kilómetros al este de La Habana. Y hasta tan lejos no suelen llegar las cámaras y micrófonos de los corresponsales extranjeros ni de los periodistas independientes, quienes enseguida reportan la más mínima acción opositora en la capital.
A no ser por disidentes locales, casi nadie se entera de lo que la madre de Orlando Zapata Tamayo está pasando, allí, en Banes, su pueblo. Como lo reportado este fin de semana, por la Agencia de Prensa Libre Oriental.
Reina Luisa necesita de nosotros. No la olvidemos.
Tania Quintero
Foto: Reuters