Desde el ventanal del apartamento de Aitana, ubicado en el piso 16 de un horrible edificio prefabricado construido hace 30 años con tecnología de la extinta Yugoslavia comunista, se divisa el verdor de la serranía y un desértico puerto de Santiago de Cuba a la espera del anclaje de un barco con combustible o alimentos.
Aitana dejó en cuarto año la carrera de medicina porque tienes planes para emigrar. “Los estudiantes están dejando la universidad de forma masiva, pues a los graduados de medicina el gobierno les regula la salida del país”, dice la joven con el característico tono musical de las personas que residen en la región oriental de la Isla.
Además de jugar parchís y dominó para matar el tiempo durante los extensos apagones de veinte horas diarias, el hobby de su familia es observar con un tosco anteojo los barcos que fondean en la bahía. Remberto, el padre, trabajó en un buque pesquero en la década de 1980 y ahora sobrevive en el manicomio castrista utilizando como taxi una vieja moto MZ fabricada en la antigua Alemania Oriental.
“Es fácil diferenciar un buque cisterna de combustible de un barco que carga contenedores o alimentos. Cuando llega un buque con petróleo la prensa oficial lo celebra como si fuese una hazaña. Y publican en primera plana cuando entra un barco con arroz o chícharos”, indica Remberto.
Su hija Aitana confiesa sentirse aislada. “No recuerdo la última vez que fui a una discoteca o di un paseo con mis amigas». El elevador del edificio no funciona debido a los apagones. Para hacer los mandados (compras) hay que bajar 16 pisos. «Por la violencia callejera, con asaltos para quitarte el dinero o el celular, preferimos que ella se quede en casa. Ojalá pueda emigrar el próximo año», comenta Liudmila, la madre.
Mientras el padre trabaja entre diez y catorce horas cada día, intentando ganar un dinero que se esfuma en comida y gas licuado en el mercado informal, Liudmila vende ropa pirata y bisutería de baja calidad que una amiga importa desde Panamá.
La lista de quejas de la familia de Aitana es amplia. Como todos los cubanos, se rascan la cabeza y sacan cuentas una y otra vez para intentar estirar el dinero. “Una caja de pollo de 15 kilogramos está en 12 mil pesos. La carne de res, 800 pesos la libra si es de los matarifes clandestinos, pero debes tener cuidado no tenga brucelosis u otra enfermedad. Sin contar que te pueden estafar y venderte carne de caballo como si fuese de res, de perro como si fuese carnero o carne de gato por conejo. En Santiago de Cuba, en ‘etapa de normalidad’, los apagones suelen ser de 10 a 12 horas diarias. Cuando arrecia la crisis energética se prologan a 20 y 22 horas”, apunta Remberto.
Según Liudmila vivir en esa “constante zozobra afecta la salud mental. Noto que muchos de mis allegados presentan síntomas de locura. Vez a la gente cada vez más flaca, con la ropa empercudida y un color de la piel, que debido a la mala alimentación, el alcohol y los cigarros, denota que padecen alguna enfermedad. Parece que vivimos en una cárcel gigante a cielo abierto”.
Remberto desvía la conversación y prefiere centrarse en el tema de los precios. “La libra de arroz anda por 230 pesos, la de carne de puerco importada 2,400 pesos el kilogramo y tienes que olerla y revisarla pues muchas veces está descompuesta por falta de congelación. Y lo del huevo no tiene nombre: por menos de 3,500 o 4 mil pesos no consigues un cartón con treinta huevos. Hace tiempo desayunábamos pan con tortilla, café con leche o yogurt natural. El huevo era un alimento al alcance de todos, hasta el más pobres podía comprarlo. Le decían ‘el salvavidas nacional’. Ahora comer un huevo frito es un lujo”.
Aitana considera que los cubanos “debemos reaccionar y salir a la calle a reclamar nuestros derechos y pedir cambios políticos. Mi padre se horroriza cuando mi madre y yo hablamos de política. Alega que nada vamos a resolver y podemos ir presas. En Santiago las mujeres son más valientes que los hombres”.
Liudmila la apoya. “No hay cojones en Cuba. Los hombres son muy machos para abusar de sus esposas y fajarse entre ellos. Pero cuando hablas de protestar en la calle, excepto algunos, se cagan de miedo. En el edificio hemos hechos varias caceroladas. La mayoría de los hombres no se suman. Te desalientan y nos dicen que estamos locas. Estoy cansada de tantos abusos. Esto no es vida. Beatriz Johnson (la primera secretaria del partido comunista en Santiago de Cuba), con su cara dura, ya dijo dicho que solo habrá tres o cuatro horas con electricidad al día. Si no protestamos dentro de un año seremos cadáveres. Es un asunto de supervivencia quitarse a esa gentuza de encima”.
La mayoría de los cubanos reconoce que el sistema político, económico y social implementado por los hermanos Castro desde que llegaron al poder en 1959 no ha funcionado. Hay que cambiarlo todo. Comenzar de cero. Sustituir a la casta dirigente, derogar la actual Constitución y construir una sociedad que respete la propiedad privada, con tripartición de poderes y economía de mercado. Un amplio segmento de la población quiere un gobierno funcional que se deba a sus ciudadanos, no al revés.
A casi mil kilómetros de donde residen Aitana y sus padres, en un edificio de espantosa arquitectura ubicado en la Esquina de Tejas, en la barriada habanera del Cerro, Yaité, madre de dos hijos y sostén principal de su familia, coincide que la “casi todos los hombres en Cuba viven del cuento, lo suyo es tomarse unos tragos y acostarse con puticas baratas. Algunos no tienen decoro y ponen a jinetear a sus mujeres. Tampoco tienen cojones para salir a protestar contra la partía de inútiles que gobiernan el país”.
“En el edificio estuvimos cinco días si electricidad y llevamos diez días sin agua. Cada vez que armamos una tángana o un cacerolazo, los del partido municipal nos mandan a la carrera una pipa de agua. Pero eso ya no nos vale. Queremos también libertad y democracia. El 80 por ciento de las que estamos puestas en el edificio somos mujeres. Muy pocos hombres. Las mujeres tenemos todo a nuestras espaldas: trabajar en la calle, hacer las labores domésticas, cuidar a los hijos y a los parientes enfermos”.
“Han aumentado el número de hombres que ni siquiera cumplen sus deberes como padres. Siempre están en el ‘invento’ a ver de qué forma joden a gente indefensa. Y los que son buenos esposos, padres y mantienen a sus familias suelen tener más temor que dinero. Dicen que no protestan porque pueden ir pa’la cárcel y nadie va a mantener a su familia. Es un pretexto de pendejos. Si entre todos no rompemos el hielo del miedo y solo pensamos en largarnos, le estamos dando barra libre a esos hp para que nos atropellen. Cuba es nuestra. Los que sobran son ellos”, afirma Yaité.
Cuando usted habla con muchos cubanos, percibe mayor determinación de cambiar el actual estado de cosas. A la vanguardia de esa revolución ciudadana contra una torpe dictadura verde olivo que ni siquiera puede administrar con eficiencia los servicios básicos, están las mujeres como Yaité, convencida de que “tenemos que quitarnos la paja mental de que los americanos van tumbar a Díaz-Canel. Eso no es un asunto de Biden o Trump. Es de los cubanos que vivimos en la Isla. Ya basta de quejarnos”.
Iván García
Foto: Mujer cargando el bastidor de una cama ante la indiferencia de los hombres a su alrededor. Tomada de Diario de Cuba.