Pregúntele a Daniel, 24 años, recién graduado de filosofía, por qué desea marcharse de Cuba y mirándole a los ojos le responderá: «La sensación que tengo, es que no se cuenta con la juventud para dirigir un proceso de reformas a fondo. Me siento que vivo en un país que no es el mío”.
Consulté a varios jóvenes, alumnos de secundaria y bachillerato, universitarios, marginales y ex presidarios. Ninguno es disidente. En temas como la recreación, lo costoso de vestirse a la moda, crear una familia o tener una vivienda propia, sus respuestas invariablemente coincidían.
Muchos jóvenes se sienten inútiles en su patria. El régimen no quiere. O les teme. O ellos no saben o no encuentran la posibilidad de escalar a puestos importantes donde puedan implementar ideas audaces.
Cuba es un país de viejos. Y no es una metáfora. El grupo de cubanos mayores de 60 años ronda el 20%. Ya es hora de que los autócratas permitan el acceso a un mayor número de jóvenes, mujeres y negros a puestos claves de la nación, hoy ocupados por abuelos.
La edad de los tres hombres anclas de la revolución cubana, Fidel Castro, Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura suman 252 años. Los generales y coroneles que dirigen puestos importantes dentro del esquema económico en la isla, como promedio tienen más de 60 años.
En el plano político nacional la juventud no tiene grandes opciones. Únicamente levantar la mano para aprobar las leyes y decretos elaborados por otros en la cima. Pudieran ser delegados en barrios o presidentes de un CDR.
“Pero son cargos insulsos. Y te conviertes en una marioneta inservible. No puedes resolver o gestionar los grandes problemas de la comunidad. Y en el caso de los CDR levantas ronchas y engendras antipatías en tu cuadra cuando convocas a una reunión para analizar temas políticos o económicos o le pides a tus vecinos que hagan guardia nocturna con el objetivo de cuidar una empresa o una bodega”, analiza Marisela, 28 años, quien fue delegada en el municipio Diez de Octubre.
Cada año, 30 mil personas emigran de Cuba. La mayoría tiene menos de 40 años. Las causas van más allá de sentirse extraños en su propia casa. “Soy licenciado en Geografía y me mandaron a hacer el servicio social de maestro en una escuela preuniversitaria. El salario es de 250 pesos (10 pesos convertibles). No me quejo, pero después del servicio social, el Estado nos debería garantizar un puesto de trabajo acorde con nuestros conocimientos y poder reunir dinero para comprar una casa. No ocurre así. Tenemos que conformarnos con vivir tres generaciones distintas bajo un mismo techo. Con las actuales condiciones de vida, nunca podré formar una familia”, se lamenta Reinier, 24 años.
El asunto de la vivienda en Cuba es grave. El 62% de las casas está en regular o mal estado técnico. Los alquileres particulares rondan los 100 pesos convertibles mensuales, cinco veces superior al salario mínimo. Imposible para la mayoría de parejas menores de 30 años.
Si ocupar puestos políticos es difícil para un joven cubano, incluso en aquellos casos con un historial lealtad al régimen, qué decir cuando se quiere vestir a la moda.
Yunier, 21 años, cumplió dos años de cárcel por arrebatar, a punta de navaja, un par de zapatillas Nike, unas gafas y una camiseta de Messi, a un joven que salía de una discoteca. “En la prisión me di cuenta del error. Pero crecí en una familia alcoholizada. Desconozco quien es mi padre y mi madre es un caso social. Dejé la escuela en la secundaria. Y a pesar de trabajar duro, con mi salario no podía comprar ropa de marca o un celular. Entonces con una pandilla de amigos lo robábamos a la fuerza”.
Yunier es negro. Por diversas causas, que van desde un racismo solapado a la indiferencia del Estado, los jóvenes negros y también los adultos, tienen aún menos posibilidades de acceder a cargos laborales importantes.
Las estadísticas hablan por sí solas. El 80% de los reclusos, mestizos o negros, son menores de 35 años. El costo de la ropa en Cuba es de infarto. Un par mocasines, pasado de moda, cuesta alrededor de 25 pesos convertibles o cuc. Un jean de marca pirata, igual. Una camiseta falsificada de Cristiano Ronaldo, 15 cuc. Y si sumamos dos calzoncillos boxer, un pañuelo y la colonia más barata, se necesitan 80 cuc, cuatro veces el salario promedio.
Vestir a la moda es otra cosa. Los jóvenes que pueden hacer compras sin mirar los precios en elegantes boutiques suelen ser jineteras; los reciben dólares o euros de sus parientes; hijos de padres poderosos, o corruptos y ladrones de cuello blanco que pululan en las estructuras del Estado. En una tienda exclusiva, un vaquero puede costar 130 cuc. Y un de zapatos de calidad, 160 cuc. Salir de noche es otro dolor de cabeza para innumerables jóvenes.
“Trabajo fregando ómnibus y gano 400 pesos al mes. Esa cantidad equivale a 16 pesos convertibles. La entrada en una discoteca de calibre cuesta 5 cuc. Una cerveza, 1.50 cuc. Hoy, si no tienes moneda dura resulta muy difícil ligar a una chica. ¿De dónde saco dinero para ir a pasear los fines de semana? Mi opción personal es tirarme al mar, a ver si tengo la suerte de llegar a la ‘yuma’. Allí también la vida es dura, pero haciendo lo mismo que hago en Cuba, puedo comer y vestir decentemente y salir a bailar a un centro nocturno”, comenta Gregory, 22 años.
El régimen conoce el enojo de su gente joven. En la última sesión de la Asamblea Nacional, una comisión examinó el problema de la familia, la juventud y fenómenos como la pérdida de valores, violencia, prostitución y proxenetismo.
Es una buena noticia. Pero de lo que se trata es de encontrar una respuesta.
Iván García
Foto: ‘Jugando fútbol’ en La Habana. Tomada de As.
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