«A Fidel le gustan las mujeres rubias de ojos verdes», me dijo en 1963 Rafael García Himely, abogado de profesión y quien después sería padre de mis dos hijos. Recuerdo que estábamos en su casa, almorzando sopa de cabeza de cherna. Le pregunté cómo lo sabía y me respondió que conocía a Castro de la época en que estudiaban Derecho en la Universidad de La Habana.
Su madre Andrea aprovechó para comentar que a Fidel le encantaba la sopa de cabeza de cherna que ella hacía. «Es que por cada plato de sopa, echo una cabeza de cherna completa». Fidel y Rafael eran contemporáneos, los dos habían nacido en 1926, uno en Birán, Holguín, y otro en San Nicolás de Bari, pueblo del interior de La Habana.
Por eso a nadie de su círculo de amigos le sorprendió que desde que Fidel Castro vio a Natalia Revuelta Clews (La Habana 1925-2015), se enamorara locamente de aquella rubia de ojos verdes y elegante figura. Fue un romance muy sonado en medios revolucionarios, incluido el nacimiento en 1956 de Alina Fernández Revuelta, la hija extramatrimonial que el comandante tuvo con ella.
Hace unos días, cuando mecanografiaba la historia de Yara Borges, una de las primeras prisioneras políticas cubanas, me recordé de Naty, como le decían a la amante más conocida que tuvo Castro I.
Es que Yara, entonces de 20 años, también era una rubia de grandes ojos verdes. En enero de 1959, gracias a la mediación de Camilo Cienfuegos, en dos ocasiones Yara se reunió con Fidel, para explicarle su proyecto de ayuda social a los más necesitados.
La segunda vez estuvo conversando durante dos horas en su auto, mientras el chofer daba vueltas por toda la ciudad. «Me dijo que seguiríamos hablando y me bajé del auto en la universidad, no sin antes notar que Fidel Castro era la única persona que se tomaba una Coca-Cola sin respirar», contó Yara en el libro Todo lo dieron por Cuba, de Mignon Medrano (Miami, 1995).
Al barbudo, con fama de latin lover, debe haberle gustado físicamente la joven, pero nada llegó a pasar entre los dos. Muy pronto, Yara se desencantó de él y de su revolución, comenzó a conspirar y fue pasó varios años en la cárcel. Naty nunca estuvo presa, pero dicen que durante la estancia a cuerpo de rey de Fidel en el Presidio Modelo de Isla de Pinos (por atacar militarmente al Cuartel Moncada fue acusado de 15 años, pero gracias a una aministía general que dio el presidente Batista, él, su hermano Raúl y el resto de los asaltantes solo estuvieron solo 22 meses en prisión), ella le escribía.
Tal vez no todas las cartas eran de amor, porque Naty también era militante política, primero del Partido Ortodoxo y después del Movimiento 26 de Julio. Era una mujer culta y de trato agradable. Estuvo casada con un prestigioso cardiólogo, con el cual tuvo su primera hija, Natalie. Antes de 1959, Naty trabajó en la compañía Esso y después en organismos del régimen cubano.
Con la discreción que la caracterizaba, Naty continuó siendo fiel a los ideales de un hombre que millones de cubanos creíamos que iba a transformar a Cuba en una isla símbolo de libertad y democracia.
A modo de homenaje póstumo, Mi personaje inolvidable, del poeta Rafael Alcides publicado en 2006 en Letras Libres.
Mi pésame a sus hijas, nietas y otros familiares.
Tania Quintero
Foto: Tomada de ABC