Desde La Habana

Milicianos cubanos, ¡a desfilar como si fuesen chinos!

En el patio trasero de una antigua residencia de burgueses que huyeron a Estados Unidos después de la revolución de Castro,  se entrenan dos batallones de milicianos con vistas a un fastuoso desfile militar anunciado por Raúl Castro en conmemoración del 50 aniversario de la victoria en Bahía de Cochinos .

Las pompas militares se celebrarán el 19 de abril en la Plaza de la Revolución, después que concluya el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Aunque la economía local hace agua y las finanzas públicas están en números rojos, los mandarines criollos creen que el esfuerzo y el derroche valen la pena.

Con ese objetivo, se alistan tropas y al desfasado armamento ruso se le ha dado una mano gruesa de pintura verde olivo tras largos períodos de sueños en refugios antiaéreos desperdigados por toda la isla, en espera de una guerra contra los yanquis.

Miles de trabajadores han sido movilizados por dos meses para tomar parte en el desfile militar. Uno de ellos es Mariano, 51 años, quien está fuera de forma física, como la mayoría de los reservistas que entrenan en el patio de la otrora mansión burguesa, hoy Casa de la Cultura del municipio 10 de Octubre.

Un enérgico oficial, a gritos, pretende que la tropa de hombres maduros y cebados por el exceso de carbohidratos, marchen a paso de ganso con uniformidad asiática. Pero ni a trancas.

“El estado mayor de las fuerzas armadas desea que el desfile por el 50 aniversario de la victoria de Playa Girón, en cuanto a marcialidad, sea similar al efectuado por China el 1 octubre de 2010”, dice Mariano durante un receso.

Para que los toscos reservistas, poco diestros en ejercicios militares, vean lo que es una marcha marcial y uniforme, el oficial  al frente del adiestramiento, los montó en un camión ruso y los llevó a un teatro en el Vedado. Allí vieron un documental donde se muestra la majestuosidad del ejército chino.

Los reservistas quedaron anonadados con lo que vieron. “Vaya demostración de esos ‘narras’ (chinos), todos eran de igual tamaño y marchaban tan parejo que parecían una sola persona”, apunta Diego, un miliciano con barriga de cervecero.

El oficial al frente de esta tropa de tipos que llegan fuera de hora y en sus cantimploras en vez de agua echan ron, pretende reformar la conducta del batallón a base de consignas patrióticas.

Los hombres, algunos de la tercera edad, escuchan atentamente y repiten hasta el cansancio las marchas intentando imitar lo visto en el documental. Pero es imposible. El oficial pierde los estribos.

“Ni cojones. Si siguen comiendo pinga, los acuartelaré hasta el día del desfile. Pónganse pa’ la cosa”, dice con un vozarrón de trueno. La tropa calla. A la hora del rancho, se desperdigan por el amplio patio de la antigua residencia de los Condes de Párraga.

Con un pedazo de cartón por cuchara, se zampan el almuerzo de una sentada. Mientras comen, charlan de la nefasta temporada de Industriales, equipo de béisbol representativo de la capital, y de los problemas dejados en casa. Luego vuelven a la carga. Tratan de marchar a paso de ganso, como si fuesen chinos. Parece una obra de teatro bufo. Ellos no dan para tanto.

Iván García

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