Cuando un cubano tiene problemas personales, muchas veces prefiere acudir a un babalao, para que le tire los caracoles, que a un cura a confesarse en la iglesia. El catolicismo es la religión que tiene más seguidores en la isla. Pero también la tienen las creencias de los esclavos traídos desde África en los siglos XVI al XVIII.
En los últimos tiempos, en la medida que los cubanos se fueron desilusionando de la revolución verde olivo, creer se puso de moda.
Y junto a católicos y santeros, ha ido en aumento el número de seguidores evangelistas, protestantes, bautistas, testigos de Jehová y ortodoxos, entre otros. También tiene auge la comunidad hebrea, la masonería, el espiritismo y las mujeres dedicadas a tirar las cartas y leer las líneas de las manos.
Pero en enero de 1998, con la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, la religión católica no sólo volvería a recobrar protagonismo, si no convertiría al Arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice Estiú (1932), en la figura más querida y de más credibilidad dentro del catolicismo nacional.
María de Jesús González, 72, católica practicante, cuando recuerda aquellas palabras de monseñor Meurice, el 24 de enero de 1998, no
puede evitar las lágrimas. «Llevaba toda mi vida esperando escucharlas decir a un sacerdote. Y el padre Meurice las dijo ante el Papa y ante la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba».
Aquel día, en la plaza que lleva el nombre del general Antonio Maceo, mulato santiaguero y aguerrido combatiente contra las tropas españolas, al recibir al Papa en su ciudad, expresó:
«Santo Padre, Cuba es un pueblo que tiene una entrañable vocación a la solidaridad, pero a lo largo de su historia, ha visto desarticulados o encallados los espacios de asociación y participación de la sociedad civil, de modo que le presento el alma de una nación que anhela reconstruir la fraternidad a base de libertad y solidaridad».
A Marcelino Linares, 57, militante del partido comunista, ese discurso no le gustó. Considera que «Meurice aprovechó que podía hablar ante todos los cubanos y ante el mundo, para meter ruido en el sistema». El párrafo que más desaprueba Marcelino, es precisamente el que más gustó a la gente:
«Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con un proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas y la cultura con una ideología. Son cubanos que al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo extranjero».
Doce años después, a muchos cubanos les hubiera alegrado que Pedro Meurice hubiera sido uno de los dos jerarcas que el 19 de mayo se sentaron a conversar durante cuatro horas con Raúl Castro.
Al preguntarle a diez personas entre 35 y 60 años, cinco hombres y cinco mujeres, por qué les hubiera alegrado, la respuesta fue unánime: porque en él vimos al más valiente de todos los curas cubanos, desde 1959 a la fecha.
En 2007, el Papa Benedicto XVI aceptó su jubilación. Desde entonces, al Arzobispo Emérito se le puede encontrar en la Archicofradía del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre, en las afueras de Santiago de Cuba.
En la misa de despedida, antes de pasar a retiro, el 18 de febrero de 2007, Meurice hizo un llamado a los católicos a trabajar por la reconciliación y subrayó la importancia de «renovar nuestras prácticas pastorales (…) y poner muchas cosas al revés como están ahora». Parece que Dios le escuchó.
Iván García