Cincuenta y cuatro años, siete meses y once días después de aquel 3 de enero de 1961, fecha en que el personal diplomático estadounidense cerró su embajada, Denis Santizo, 73 años, un negro pasado de peso y sonrisa fácil, no quería perderse el acontecimiento histórico de ver ondear la bandera de las barras y las estrellas en el cielo azul intenso de su patria.
“Ahora mismo me viene a la mente mi padre, que Dios lo tenga en la gloria. Él trabajó como ayudante de cocina en la década del 50 en la embajada de Estados Unidos. Luego que en 1961 la sede diplomática cerró, tuvo que ir a cortar caña en Camagüey (500 kilómetros a este de La Habana), pues no encontró otro trabajo. Murió en 1991 y hubiese querido vivir este momento. Por nuestra condición geográfica e histórica este acercamiento va a generar más beneficios que daños”, apuntó Santizo.
Desde las seis y media de la mañana, de manera espontánea, decenas de habaneros se llegaron a las inmediaciones de la embajada de Estado Unidos, un edificio de seis pisos enchapado con piedras jaimanitas y ventanales amplios de cristal verde inaugurado en 1953 a tiro de piedra del malecón capitalino.
Teresa Contreras, dependienta de un mercado, fue una de las que decidió ir temprano.“No sé si el gobierno de Raúl Castro apostará por reformas económicas o políticas, pero ya el escenario es otro. Las cosas van a mejorar, aché para los cubanos”, dice, y con un pomo plástico de agua mineral santigua a las personas a su alrededor.
Despertar de un letargo de 54 años, donde las dos naciones estaban agazapadas en sus trincheras de combate será una prueba de fuego para los políticos de las dos orillas.
Tanto dentro de la disidencia como en el Palacio de la Revolución hay personas que miran con ojerizas el nuevo trato. Antonio Rodiles, uno de los líderes de la oposición en Cuba, no espera nada nuevo del deshielo.
“Obama ofreció mucho a cambio de nada. No hubo peticiones ni exigencias para que se respetaran los derechos humanos”, señala. Rodiles y Berta Solder, fundadora de las Damas Blanco, declinaron asistir a un encuentro con Kerry al cual estaban invitados otros diez disidentes.
Un sector de a oposición se siente descolocado en el nuevo panorama. “Con el nuevo escenario, veo más oportunidades para reclamar aperturas políticas al gobierno. Ahora la cancha está despejada. Pero los problemas debemos resolverlos los cubanos”, expresa Vladimir Romero, activista de derechos humanos.
Y es que en Cuba todos esperan algo después del 17 de diciembre. Más comida, inversiones a granel y banda ancha de internet.
Nunca antes la apertura de una embajada había despertado tantas expectativas.
Iván García
Tercer y último trabajo de Iván sobre la visita de doce horas de John Kerry a La Habana. Los dos anteriores pueden leerse en este blog: Bienvenido, Mister Kerry y Reportando desde La Habana, sin credencial.
Foto: Lejos de los focos mediáticos, en las afueras de La Habana y en muchos pueblos del interior, los cubanos se conformarían con tener agua potable en sus casas. En estos momentos, la escasez del preciado líquido es alarmante en toda la Isla, debido a la fuerte sequía por la ausencia de lluvias y poca intensidad de la temporada ciclónica. Se pronostica que la sequía se agrave a partir del mes de noviembre, cuando en Cuba comienza el período seco. El hombre de la imagen esperó a que el sol bajara para cargar dos cubos de agua con una pinga, al estilo chino. La foto, tomada de El País, fue hecha en julio de 2015, en un barrio de Santiago de Cuba (TQ).