Desde La Habana

Los héroes pastan en su jardín

No voy a dejar sin el resplandor de un recuerdo este cumpleaños de Heberto Padilla (Cuba, 20 de enero de 1932-Estados Unidos, septiembre de 2000) porque el poeta se salió primero que nadie del juego del aplauso y de la adulación y pagó la honradez de su gesto de denuncia con la cárcel y el destierro.

Sus poemas y su posición cívica y abierta en un país todavía adormecido y entregado al delirio de un grupo de poder, lo convirtieron, en La Habana desprevenida de finales de los 60, en un tipo peligroso, un inescrupuloso enemigo del pueblo, un aguafiestas, amargado y triste al que había que esquivar en las esquinas y dejar solo en las colas de los restaurantes.

Los versos de Fuera del juego (1968) lo llevaron a esos rincones. Su coraje le confirió el don de la transparencia porque nadie lo veía cuando caminaba sin rumbo con su esposa, la poeta Belkis Cuza Malé, en la inmensidad del insilio, esa comarca dolorosa y cálida que empieza a los pies de tu cama.

Me gusta recordarlo y saber que allá en su país (y en las tertulias del exilio) se leen sus poemas llenos de fuerza, música interior, ironía, mensajes y contraseñas. Y que se lean con el afán de comprobar de que no hay poesía vieja o nueva porque sus textos, sufridos y firmados en el siglo pasado, parecen siempre que los acaba de enviar por correo postal un muchacho que los escribió anoche en un pueblo que se llama Puerta de Golpe y está en la provincia de Pinar del Río.

La poesía de Heberto tiene una vigencia molesta. Su voz trae todavía una resonancia subversiva y tiene el relumbre del descubridor, la primicia del hombre sensible que vio todas las heridas posibles en pleno mediodía caribeño, la exclusiva de percibir un abedul de hierro en las sombras que reflejaban las palmas reales.

Padilla pudo salir de su país en marzo de 1980 después de una campaña internacional que presionó al Gobierno cubano. Viajó a Estados Unidos y allí enseñó literatura, hizo periodismo y ofreció ciclos de conferencias en varias universidades. Su esposa Belkis, Guillermo Cabrera Infante y otros amigos cercanos y queridos han dicho más de una vez que su salida de Cuba lo dejó marcado y enfermo. En el otoño del año 2000 se quedó muerto en Alabama de un ataque al corazón.
Este poema suyo de 1968 es una celebración con el poeta de El Justo tiempo humano, Provocaciones y En mi jardín pastan los héroes. Se titula Para escribir en el álbum de un tirano: «Protégete de los vacilantes,/ porque un día sabrán lo que no quieren./ Protégete de los balbucientes,/ de Juan-el gago, Pedro-el mudo,/ porque descubrirán un día su voz fuerte./ Protégete de los tímidos y los apabullados,/ porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres».

Raúl Rivero

Foto: Heberto y Belkis junto a una higuera en el patio de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1969. Tomada del blog El caso Padilla en las letras cubanas.

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