Desde La Habana

Los habaneros vuelven a su rutina

Ya Eduardo está de vuelta. A raíz del inicio de la II Cumbre de la CELAC, un ómnibus con policías y paramédicos hizo una recogida de mendigos que pernoctaban por el Vedado o la Habana Vieja.

“Estuve en un albergue conocido como La Colonia, en el  municipio Boyeros (20 kilómetros al oeste del centro de la capital). El trato era severo. Parecía una cárcel. Pero al menos tenía almuerzo y comida garantizada”, cuenta el vagabundo, quien suele apostarse con una imagen de San Lázaro a pedir dinero a la entrada de un complejo de tiendas exclusivas en el hotel Habana Libre.

Después de una advertencia policial, un grupo de alcohólicos y pordioseros que suelen vender ropa de uso y libros viejos en la esquina de Carmen y 10 de Octubre, en la barriada de La Víbora, se ausentaron una semana.

“Nos dijeron que afeábamos la ciudad. Un oficial de la policía dijo que nos perdiéramos hasta que terminara la Cumbre. La visitas importantes, como la del Papa o reuniones de presidentes, junto al frío, son un dolor de cabeza para nosotros, porque  tenemos que recalar en lugares alejados de la ciudad. Vivimos como gitanos. Casi todos dormimos en cartones en cualquier portal. Por los alrededores de la Calzada de 10 de Octubre, nos  buscamos unos pesos chapeando canteros y algunos vecinos nos dan comida”, señala Ariel, un alcohólico desahuciado.

Apenas finalizó la Cumbre de la CELAC, los indigentes y ‘buzos’ (así le dicen a quienes registran en la basura) regresaron a su faena.

Estos eventos suelen también ser un fastidio para los que viven al margen de la ley. Como Ramiro, un travesti ‘part time’ que después de su jornada laboral se prostituye en céntricas avenidas.

“Por estos días hay que andar recogido. La policía se pone muy nerviosa. Un cliente me dijo que estaban movilizados, pues esperaban que grupos de derechos humanos hicieran marchas o manifestaciones públicas. Concluida la cosa, vuelvo a la lucha», dice Ramiro.

Jineteras de arrabal al estilo de Gisela, de buena figura y risa fácil, igualmente hicieron mutis. “He estado dos veces presa por jinetear. Tengo que cuidarme. Cuando se celebran reuniones de este tipo, me ‘clavo en el gao’ (se queda en la casa). Luego vuelvo a la rutina”.

Numerosos disidentes, entre ellos el intelectual Manuel Cuesta Morúa y el abogado Veizant Boloy, deben estar ya de regreso a sus hogares, tras varios días detenidos en calabozos policiales, para impedir la realización de un foro paralelo.

A otros opositores, periodistas independientes, blogueros alternativos y activistas de derechos humanos, agentes de la Seguridad del Estado les impidieron salir de sus domicilios y les cortaron sus celulares.

La II Cumbre de la CELAC celebrada en La Habana del 25 al 29 de enero, no trajo demasiados beneficios a los habaneros. Entre los afortunados, los residentes en la calle San Lázaro, desde la Escalinata de la Universidad hasta la Fragua Martiana, en el barrio Cayo Hueso.

Debido a la presencia de algunos mandatarios en la marcha de las antorchas, con motivo al 161 aniversario del natalicio de José Martí, a las fachadas de edificios y viviendas les dieron una mano de pintura y varias calles fueron asfaltadas.

Dueños de paladares y negocios familiares en zonas aledañas a PABEXPO, cerraron los días del evento. “Tengo un negocio de cake, buffet de bodas y fiestas y tuve que cerrar, por la exagerada presencia policial y prohibiciones para la circulación de autos. Los clientes  desaparecieron”, indica Alexander, dueño de una dulcería en Miramar.

Las ‘vacas gordas’ que esperaban propietarios de restaurantes privados, vendedores de artesanías y choferes particulares de taxis, quedaron muy por debajo de las expectativas.

“La verdad que por aquí no vino casi nadie de los que tomaron parte en la Cumbre, a no ser una que otra primera dama y para de contar”, señala un vendedor de cuadros por la Plaza de la Catedral.

Paladares de calibre como La Guarida, ubicada en el corazón del barrio marginal de San Leopoldo, se quedaron esperando reservaciones de pesos pesados. Y es que en noviembre de 1999, cuando los Reyes de España asistieron a la Cumbre Iberoamericana celebrada en La Habana, la Reina Doña Sofía cenó en la famosa paladar.
Más suerte tuvo Josefina, peluquera particular de la Habana Vieja, que le hizo un corte de cabello al impasible secretario general de Naciones Unidas, el sudcoreano Ban Ki-moon. Aunque se desconoce el importe que pagó por el pelado.

Iván García

Foto: Habana Vieja. Mientras la mujer pregona sus cucuruchos de ‘maní, tostado y calientico’, muy cerca de ella, un policía y un hombre tienen un intercambio de palabras. Tomada de Cubanet.

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