Desde La Habana

Los Castro, cada cual por su lado

Quienes esperaban algunas pistas sobre las necesarias reformas económicas y políticas que pide a gritos la isla se quedaron con las ganas. El General Raúl Castro les manda un mensaje: habrá que seguir esperando.

Castro II ni siquiera habló en un acto celebrado en la provincia de Villa Clara, a 300 kilómetros de La Habana, en conmemoración del 57 aniversario del asalto a un cuartel militar en el oriente cubano.

Delegó la palabra en el vicepresidente del gobierno José Ramón Machado Ventura, uno de los tantos ancianos que ocupan puestos relevantes en la administración del país. Casi nada dijo.

Más de lo mismo. Aburrido recuento de éxitos, consignas, clichés, alguna que otra bravata antimperialista y una defensa encendida a Venezuela, en el affaire que vive con la vecina Colombia por el asunto de la presunta implicación de Caracas en el apoyo a las FARC.

En una breve línea, el vicepresidente afirmó que Cuba no iba a seguir los consejos de los medios internacionales, y que los cambios se harían al ritmo y en el momento que ellos decidan.

El General reservó su discurso, breve como siempre, para la clausura de una cumbre ministerial Cuba-Venezuela. No hizo ninguna referencia a tópicos de interés para el cubano de a pie, que tiene muchas preguntas sin respuestas con respecto a la crisis económica que vive el país desde hace 21 años.

Fidel no se quiso quedar atrás. En este mes de julio  se convirtió en una vedette mediática. Luego de cuatro años en cama, el Comandante Único está trabajando a destajo.

Ha regresado convertido en un gurú. Profetizando guerras nucleares, desgracias medioambientales y leyendo despachos cablegráficos. Si algo ha cambiado el iracundo Fidel es el tono. Ahora es moderado y correcto. Parece un consejero político. Pero no lo es.

El 26 de julio, en un encuentro que sostuvo con una brigada de religiosos protestantes norteamericanos, intelectuales y periodistas cubanos, el viejo zorro de Castro envió un recado de ida y vuelta.

Pareciese otra de sus especulaciones. No era así. Antes de concluir sus teorías peregrinas sobre el futuro del planeta, dejó caer la noticia que quizás antes de que concluya el año, los cinco espías presos desde 1998 en Estados Unidos podrían regresar a casa.

En Cuba, las informaciones hay que leerlas entre líneas. El gobierno es especialista en hablar asuntos importantes de forma críptica o guardar silencio.

Pero si Castro I compromete su palabra es porque algo se cocina en la trastienda. Es casi probable que la operación de liberar a 52 presos políticos sea un canje: 52 a cambio de 5. Recuerden que el cardenal Jaime Ortega viajó a Washington.

Pero el verdadero mensaje de Castro, es meter el miedo en el cuerpo a los dirigentes e intelectuales de peso en el país que intentan crear una ventana con occidente por cuenta propia.

En este tipo de sociedades cerradas, el temor y la sospecha es una regla constante. Ver con sus propios ojos a un Castro que superó la muerte siempre es un arma de presión.

Evidentemente, los hermanos Castro andan cada cual por su lado. Pudiera ser una táctica concertada. O una señal de divergencias entre ellos. Lo cierto es que Fidel regresó. Y muchos tendrán que recoger velas.

Iván García

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