No hay nada tan complejo y estresante en Cuba como alimentarse. «Es terrible. Poner tres platos diarios de comida a la mesa se lleva de un zarpazo el 90% de los ingresos en mi hogar”, argumenta Caridad, 39 años, pediatra.
“Imagínate mi caso, señala Orlando, 46 años, obrero de la construcción. Tengo cuatro hijos, esposa y mi madre enferma. No recibo dinero del extranjero y no me pagan un centavo en divisas. ¿Sabes cómo logro que mi familia cene arroz, frijoles y a veces carne de cerdo? Robando, así de simple”.
En la isla casi todo es difícil. Pero lo de la alimentación linda con la locura. Les pongo un ejemplo. Un matrimonio de profesionales con dos hijos y un salario común de 1000 pesos (45 dólares) sólo les alcanza para comer 14 días. El resto del mes, a «inventar».
Ahora saquemos la calculadora. Juan, 26 años, empleado de un taller, vive con sus padres jubilados, que entre los dos devengan 377 pesos (15 dólares). Cuando cobra sus 496 pesos (21 dólares) pasa por un agromercado y compra 5 libras de carne de cerdo a 23 pesos (cerca de un dólar) cada libra. Ahí se le van 115 pesos.
Luego se dirige a la tarima de frutas y vegetales. Un aguacate le sale en 10 pesos (medio dólar), tres mangos verdes y no muy grandes los consigue por 22 pesos. Dos libras de guayaba a 10 pesos la libra y 8 plátanos de freír a 3 pesos cada uno.
Compra un poco de ajo y cebolla por 25 pesos. Cinco jabas de nailon a peso: de un tiempo acá en las tiendas y bodegas cubanas no hay bolsas para echar los productos. Y puede alardear de ser un tipo con suerte, pues no siempre en los mercados se encuentra lo que uno busca.
Cuando llega a su casa y saca cuentas, mueve la cabeza con disgusto. Ha gastado 211 pesos para comer tres días un poco mejor. Y todavía falta por adquirir arroz, huevos, aceite y puré de tomate.
Si a esta compra se suman los alimentos de la canasta básica subsidiada por el gobierno, cada mes otorgada per cápita a la población (7 libras de arroz, 3 libras de azúcar y 2 de azúcar negra, 20 onzas de frijoles, unas pocas onzas de café y un panecillo diario de 80 gramos), la familia de Juan puede alimentarse la mitad del mes.
Hace tiempo, sus padres sustituyeron el almuerzo por un pan con un trozo de guayaba de barra o una fritura de harina sazonada con cebollinos. Desayunan una tacita de café, cuando tienen. A su hijo no le pueden pedir más: gasta todo su salario en alimentos.
Y más también. En su taller, Juan suele robar lo que se ponga a tiro. Bombillos, pintura, tornillos, alcohol… Cualquier cosa. Ese dinero extra también lo invierte en “jama” (comida).
Cuando los fines de semana sale con su novia, sólo tienen a su favor el amor que sienten. Siempre andan si un centavo en los bolsillos. A duras penas van el cine y luego al muro cubano de las lamentaciones: el malecón habanero.
Y como Juan, Rolando o Caridad, vive alrededor del 40 % de la población que no recibe remesas del exterior. Decenas de veces, el general Raúl Castro ha reconocido que los frijoles son más importantes que los cañones. Ha dicho incluso que la alimentación es un asunto de seguridad nacional.
A su hermano Fidel esa cuestión parece no interesarle. Con su complejo de líder planetario, lo que le importa son los temas internacionales. Él no padece esos problemas mundanos.
Según contó en su blog el periodista americano Jeffrey Goldberg, que recientemente lo entrevistara, durante el almuerzo, Castro hizo una dieta mediterránea: pescado, ensalada, pan con aceite de oliva y vino. No ha dejado de ser un buen gourmet.
Si alguien en Cuba tiene categoría de héroes, en este caso heroínas, ésas son las amas de casas. Llevan décadas «inventando» para alimentar a los suyos. Con poco para cocinar, tienen la creatividad del más laureado chef. Lo de ellas es que su familia no se acueste a dormir con el estómago vacío.
Es como el milagro de los panes y los peces. Se merecen un obelisco en la Plaza de la Revolución.
Iván García
Es la realidad cubana,lamentablemente despues de 50 años en lo mismo se dan cuanta que esto no funciona,por suerte nosotros lo sabiamos hace 50 años.