“Pero lo seguro es montarme en una guagua (ómnibus) atestada para darme un chapuzón en las playas del este habanero. Ir con mi novia al cine. Y sobre todo, bailar reguetón en una de esas fiestas por ‘la izquierda’ (ilegal) que se monta en mi barrio”, dice Yosuán.
En La Habana, con la llegada del verano, aumentan las fiestas ‘house’ (privadas). También las de metálica o pop. Se montan en un dos por tres. Siempre con ánimo de lucro.
Rodney, 35 años, pincha disco empírico, se frota las manos. “Cuatro veces a la semana armamos una fiesta en casa de un amigo. Cobramos 10 pesos por persona (0.50 centavos de dólar). Vendemos pan con jamón, mayonesa o lechón, refresco embotellado, cerveza, ron y pastillas de parkisionil para que la gente se ponga ‘rica’. Cuando la fiesta termina, nos repartimos entre 1,500 y 2,000 mil pesos (65 u 85 dólares)”.
Las opciones recreativas baratas para los jóvenes de la capital son escasas. Una discoteca con swing cuesta entre 7 y 10 dólares. El salario quincenal de un ingeniero. Esa cantidad es sólo para entrar. Si desea animarse con un daiquirí, cubalibre o cerveza clara, entonces en la billetera deberá tener más de 20 dólares. Y ni se le ocurra ligar.
En La Habana, un don juan no la pasa muy bien. Vale más un rollo grueso de dinero que un rostro fácil. Los bonitillos sólo ligan al ejército de jineteras camufladas que pululan por la ciudad, si les prometen matrimonio o una visa USA. Luego, al salir del bar o discoteca, si no fue previsor y guardó 10 pesos convertibles para tomar un taxi estatal o particular, corres el riesgo de llegar al amanecer. El servicio de madrugada del transporte público es casi nulo.
Los hijos de obreros y doctores que viven sin robar en sus puestos de trabajos, descartan las opciones recreativas en divisas. Se la pasan mejor los vástagos de generales, empresarios, intelectuales y músicos que viajan al extranjero.
Quienes reciben dólares desde el otro lado del charco también pueden ir a un centro nocturno. Aunque la cosa está fea. La crisis tiene a los familiares en el exterior remando a contracorriente y por teléfono piden a los suyos en Cuba que estiren la pasta. La gente que en la pasada temporada se las dio de botarate, ahora cuenta hasta los centavos.
Así le sucede a Ismael, 40 años. “En 2010 pude hacer un itinerario completo por instalaciones infantiles. Pero este año mis parientes perdieron el empleo. He tenido que hacer recortes. Le dije a mi hija: obras de teatro, libros, parque de diversiones, playa en las afueras y cargar con la merienda. Todo en moneda nacional”.
Cuba es un país difícil de entender. A muchos el techo se les viene encima. Comen poco o mal, con exceso de carbohidratos y grasas. Y desayunan café ligado con chícharos y sin leche.
Sin embargo, son capaces de gastar 200 dólares en comprarse el último Iphone vendido en el mercado subterráneo. Un vaquero Diesel o zapatillas Nike. O estar cinco días en el Meliá Las Américas de Varadero, pagando al cash 600 dólares.
Según Alberto, gerente de una oficina que oferta paquetes ‘todo incluido’ en diferentes circuitos del país, con la llegada del verano se espera doblar la cantidad de turistas nacionales.
No hay cifras exactas, pero desde 2008, cuando Raúl Castro autorizó que los nacidos en la isla pudieran hospedarse en hoteles por divisas, cientos de cubanos han pagado el salario de un año por estar tres días disfrutando de instalaciones turísticas de primera.
A pesar de la crisis económica estacionaria que vive Cuba desde hace 22 años, en los meses de julio y agosto aumentan los turistas del patio. Pero la mayoría de la población sigue viendo las quietas y azules aguas de Varadero en postales. Los de la Cuba profunda se tienen que conformar con ver filmes estadounidenses y culebrones brasileños en la tele.
Si tienen suerte, van a una base de campismo. En las familias donde los dólares son escurridizos, las vacaciones son un dolor de cabeza. Además de una comida extra, consumen más agua y electricidad. Y por las noches, cuando los mata el tedio, desean comprar una botella de ron. Y ésa es la mala noticia. No hay dinero para tales lujos.
Para quienes viven al día y lo principal es alimentar a los suyos, las vacaciones de verano se convierten en un verdadero tormento. Añádale 33 grados a la sombra. Y un viejo ventilador chino que cuando más se necesita, deja de andar.
Iván García
Foto: Stuart Kane, Picasa. Si sólo se tienen 10 pesos cubanos, pues se va al ‘copelita’ y se piden diez bolas de helado, a peso la bola, aunque el único sabor sea el de fresa. Como hicieron estos dos jóvenes, fotografiados en Bayamo. ¿No hubiera sido mejor haberles servido en dos platos cinco bolas a cada uno y no diez bolas en diez copas? (TQ).
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