Más de siete mil detenciones a disidentes en 2015, la mayoría por unas horas, golpizas, acosos, actos de repudio y tratos degradantes son habituales en Cuba. Las reformas en el terreno político no están contempladas en la agenda del general Raúl Castro.
Pese a la represión, en La Habana hay una cuadra donde se respeta la democracia. No fue un regalo del régimen. Fue una conquista ganada por las Damas de Blanco en la primavera de 2010. En ese tramo se puede protestar y marchar sin que te apaleen brutalmente.
Está situado al oeste de la ciudad, en la barriada de Miramar. Desde Quinta Avenida y Calle 26, donde radica la iglesia Santa Rita de Casia, hasta Quinta Avenida entre 22 y 24, en el antiguo Parque Prado, en honor al prócer peruano Mariano Ignacio Prado, hoy Parque Mahatma Gandhi.
Después de la marcha comienza el jaleo. Hace ocho meses, cada domingo, a partir de las once de la mañana, la Seguridad del Estado arma un intenso operativo en las vías aledañas a la Quinta Avenida.
Decenas de motocicletas Suzuki con rudos oficiales de la llamada Sección 21, quienes por reflejos condicionados pegan primero y preguntan después, esperan a los opositores en las bocacalles o cuando éstos se dirigen a la parada de ómnibus situada en Tercera y Calle 28.
Cada domingo, tres o cuatros ómnibus son extraídos del deficiente servicio público para trasladar a los calabozos a Damas de Blanco y disidentes. Un reguero de patrullas de la policía, una ambulancia y camarógrafos de los servicios especiales filmando la gresca completan el escenario.
Son movilizados civiles de las denominadas Brigadas de Respuesta Rápida, un batallón heterogéneo en los cuales se juntan ex combatientes jubilados, cederistas y tipos de comportamiento delincuencial.
No es novedoso enfrentar lo que el régimen considera una‘provocación’ con un populacho enardecido. El ambiente dominical en esa zona del apacible barrio de Miramar es similar a las barras bravas de energúmenos ultra radicales que montan un caos en los partidos de fútbol en Argentina.
Las bajas pasiones entran en acción. Con palos, cabillas o piedras agreden a compatriotas por la simple razón de que ellos piensan diferente. El método es la violencia. La humillación. El linchamiento verbal. Hasta el próximo domingo, cuando regresará la feria del escarnio.
Quien escucha los cánticos de esas brigadas paramilitares le entra miedo en el cuerpo. “Al machete, que son pocas”, “apunten, preparen, fuego” o “mercenarias”, son algunos de los estribillos salpicados con gruesas palabrotas. Se puede discrepar de la estrategia de una organización política, pero la intimidación y la chusmería no debiera ser la solución.
En gobiernos civilizados prima el diálogo y el respeto. Es evidente que ésteno es el caso. En materia de libertad de prensa, la Isla se ubica en el puesto 169 de 180 países en la lista anual de Reporteros sin Fronteras.
Cuba es el único país del mundo occidental donde los partidos políticos opositores, y cualquier otro que no sea el comunista, están prohibidos. Enel acápite de derechos humanos, el régimen solo aprueba el lado que ejerce.
Para el Estado verde olivo, los derechos humanos se resumen en salud pública universal, educación para todos y acceso a la cultura y el deporte. Que nadie duda son parte inalienables de los derechos del hombre.
Pero las normas de corte político y la libertad de expresión y asociación también lo son. Es la teoría del vaso medio lleno o medio vacío, según usted lo perciba. Sin apasionamiento o sesgo ideológico, Cuba transgrede un número importante de derechos individuales.
Partidarios del castrismo lo justifican por ser una plaza sitiada, acechada por Estados Unidos y cercada por un embargo económico. No lo creo.
La conducta de los gobernantes y sus secuaces, de repartir bofetones y encarcelar disidentes es provocada por una predisposición genética hacia la democracia. La transparencia, el diálogo y el respeto a las diferencias no forman parte de las estrategias políticas de la autocracia castrista.
Casi cuarenta domingos después que las Damas de Blanco presididas por Berta Soler y el Foro por los Derechos y Libertades liderado por Antonio Rodiles, comenzaran sus marchas y peticiones, la postura del régimen se mantiene inalterable.
La propia disidencia está dividida en cuanto al método. Algunos creen que Soler y Rodiles no debieran desafiar frontalmente la ferocidad irracional diseñada por los servicios especiales, y por eso no se suman.
La prensa internacional apenas destaca las palizas dominicales. Y la comunidad democrática occidental está ocupada en asuntos que considera más importantes. A lo sumo, una insustancial nota informativa del vocero de la Casa Blanca o el Departamento de Estado.
El problema no es si son razonables o exagerados los reclamos de las Damas y el Foro. De lo que se trata, es del derecho a protestar pacíficamente sin ser reprimidos. Y no solo en la ‘cuadra de la democracia’ en la Quinta Avenida de Miramar.
En mi opinión, la disidencia debiera estudiar otras estrategias. La represión habitual llega a banalizarse y pierde interés noticioso en los medios.
Desgraciadamente, el mundo de la comunicación hoy está regido por los excesos. De la Confederación Helvética, por ejemplo, si una noticia aparece en un cintillo, es porque algún dictador o mafioso tiene cuentas en sus bancos, pero no porque su sistema democrático funcione como un reloj suizo.
Si no se producen muertos ni heridos o no participan más de diez mil personas, los principales telediarios y los grandes periódicos del mundo seguirán ignorando las palizas propinadas al centenar de mujeres y hombres que después de marchar por un tramo de la Quinta Avenida, se congregan en el Parque Gandhi para protestar de forma pacífica.
Más que sumar participantes, las Damas de Blanco y el Foro por las Libertades, debieran añadir reclamos de carácter popular que afectan a todos, como exigir mayor cantidad de alimentos a precios justos y rebajas de precios en las tiendas por divisas.
Mejorar la calidad de vida; construir y reparar viviendas; dar solución a los más de 132 mil damnificados que viven en albergues precarios y garantizarun transporte público eficiente.
Elevar los salarios de risa; unificar la moneda; reclamar un debate nacional sobre las causas de la emigración imparable; reivindicar una campaña contra de la violencia familiar y de género, y demandar que se derogue la Ley 217 que impide a compatriotas de otras provincias asentarse en La Habana.
Solicitar al gobierno la inclusión de cubanos en la nueva Ley de Inversiones Extranjeras e instarlo a que promulgue una ley que permita a los cubanos de ultramar participar en la vida política nacional. También, reducir los impuestos al trabajo privado, entre otras reivindicaciones.
La lista es más extensa. Las Damas de Blanco pudieran ser el portavoz de ese ciudadano que observa el encuentro sentado en las gradas. Cambiarían la dinámica en sus petitorios y plantearían nuevas reglas de juego.
¿Cuál sería la reacción del gobierno? Presumiblemente otra espiral de violencia. Pero con reclamos de corte social ganarían simpatizantes entre los cubanos que desayunan solo café. No se pierde nada con intentarlo.
Iván García
Martí Noticias, 12 de enero de 2015.
Foto: Damas de Blanco y disidentes en el Parque Gandhi, el domingo 22 de noviembre de 2015. Instantánea de Arturo Rojas, tomada de Cubanet.