La dictadura cubana, siempre hábil y lépera, ha conseguido ofrecer a los extranjeros y a los más crédulos e ingenuos de la sociedad criolla, la imagen de que en la Isla se vive un clima de auténtica seguridad pública, de paz absoluta y de seguridad. Para ello ha utilizado su instrumento favorito en el manejo de la prensa oficial: la censura.
Por lo tanto, en aquellos panfletos estatales es prácticamente imposible ver una reseña de lucha entre pandillas, un crimen pasional o el brillo aterrador de un machete en el aire.
En efecto. Por aquellos sitios sólo hay espacios para los teques políticos y para las crónicas sociales de los dirigentes en actos populares con sus discursos agotados y muertos. Y también para reportajes incoloros sobre cualquier aspecto de la realidad siempre y cuando no salga retratada por ningún lado la violencia, los robos, los asaltos, las broncas de bandas de jóvenes que tienen nombres sonoros y se caen a puñaladas lo mismo en una esquina de Guantánamo, que en Ciego de Ávila, La Habana o Pinar del Río.
No hay manera de seguir el rastro de sangre de los feminicidios, que incluyen cuerpos de mujeres descuartizadas y deshechas, ni se reportan las grandes batallas con armas blancas a lo largo de todo el país en las miles peleas clandestinas de perros y de gallos, en las carreras de caballos y en el afán de venganza de pandilleros que han perdido uno de los suyos mediante un tiro (una pistola Makarov, la que usa la policía, vale en bolsa negra entre 80 y 100 cuc) o una puñalada trapera.
El periodismo independiente es el que ha asumido con honestidad y rigor este problema. Una nota del corresponsal Ernesto Pérez Chang entre directamente al tema: “El auge del tráfico de estupefacientes, una cultura de la diversión centrada en el consumo de alcohol, la transformación de Cuba en una de las principales plazas para el turismo sexual, el consecuente aumento y la aceptación de esta como generadora de un estatus social elevado, una economía en crisis perpetua, son algunos de los factores que son señalados como catalizadores del aumento de la inseguridad.”
La criminalidad, por obra y gracia del oficialismo, no sale en los medios del Estado, pero entra de una manera cada vez más avasalladora, en la vida de los cubanos, en sus casas que se empiezan a rodear de barrotes, en las tiendas con los productos racionados y en las calles donde la dictadura militar persigue las ideas, pero deja libre los filos de los cuchillos.
Raúl Rivero
Blog de la FNCA, 13 de julio de 2018.
Foto: Tomada del blog de la FNCA.