El mismo día que los cubanos celebraban los 398 años de la aparición de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en la Bahía de Nipe, Santiago de Cuba, las agencias de noticias daban a conocer la última confesión de Fidel Castro: «El modelo cubano no funciona incluso para nosotros». Algo que hace rato sabemos bien quienes vivimos en la Cuba de a pie.
Un habanero diría: «Coño, el socio acaba de caerse de la mata». Una ama de casa: «Cómo se demoró en darse cuenta». Un estudiante: «Asere, el one descubrió el agua caliente». Un guajiro: «El caballo se cayó de la montura». Y un intelectual: «Le llevó bastante tiempo descubrir el Mediterráneo».
Aunque la gente en la isla está más preocupada en sobrevivir cada día que en estar pendiente de lo que Castro dice o deja de decir, sus declaraciones no dejan a casi nadie indiferente. «Nos jode que ahora se baje con estas cosas, pues si alguien es culpable de que los cubanos vivamos tan mal y tan atrasados es Fidel», dice indignado Roberto, jubilado de 75 años.
«Después de esta resurrección del comandante, no acabo de entender cuál es su objetivo con esas apariciones públicas. Si lo hace para mantenerse en el candelero o respaldar a su hermano Raúl. Tal vez ha decidido convertirse en un analista independiente», comenta Lourdes, 51 años, desempleada.
Hace unos días, su mea culpa sobre la represión contra los homosexuales cubanos, desató una oleada de opiniones encontradas entre gays, travestis y lesbianas. «Parece que quiere limpiar un poco su alma antes de estirar la pata», en tono de jarana expresa Samuel, 35 años, peluquero orgulloso de ser maricón.
En Cuba, a falta de internet, televisión por cable y prensa extranjera al alcance de toda la población, las personas suelen enterarse de muchas noticias a través de emisoras de onda corta y por llamadas de familiares y amigos residentes en el exterior.
Sara, profesora de 58 años, se siente molesta por la defensa tardía de los judíos que Castro acaba de hacer. Sus padres eran hebreos y encontraron en Cuba un hogar. «Puedo irme a vivir a Israel. Pero quiero morir y ser enterrada junto a los míos, en el cementerio judío de Guanabacoa».
Uno de los momentos que ella no olvida fue cuando en septiembre de 2006 estuvo en La Habana el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, «porque niega el Holocausto», señala Sara. Seis años antes, en el 2000, el propio Fidel Castro dio la bienvenida a Khatami, el anterior mandatario iraní.
Porque si de algo se ha vanagloriado el gobierno cubano, en particular después que en 1961 ingresara en el Movimiento de Países No Alineados, es de sus excelentes relaciones con el mundo árabe y musulmán. Sin embargo, por debajo del tapete Cuba mantiene negocios con empresarios israelíes.
La última aparición del santo comandante ha sido al lado del periodista estadounidense-israelí, Jeffrey Goldberg (Nueva York, 1965). El contenido de tres días de conversaciones, Goldberg lo está publicando a cuenta gotas en su blog The Atlantic.
Aguardemos próximos capítulos. Y confesiones con matices de arrepentimiento (o remordimiento de conciencia), como la referida a su papel en la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962. Por cierto, antes de retirarse, el periodista-estrella de la CNN, Larry King, quiere entrevistar a Fidel Castro. Seguro que lo consigue. Ya se sabe de su preferencia por los reporteros de Estados Unidos.
Volviendo a Jeffrey Goldberg. ¿Habrá aprovechado su estancia en Cuba para interceder por Alan Gross, judío americano que supuestamente viajó a la isla para ayudar a la comunidad hebrea local y se encuentra detenido en La Habana desde diciembre de 2009?
Iván García