Desde La Habana

La pobreza en el Oriente cubano

La pobreza en el Oriente cubano

Con una lata vacía de mermelada que encontró en un vertedero municipal, Yosniel, un mulato flaco de piel cetrina, arma un rústico fogón a la entrada de su choza de tablas para cocinar antes de que caiga la noche. El hijo mayor le ayuda a cortar trozos de madera en un matorral cercano que luego usarán como carbón. Su esposa escoge el arroz y adoba unos trozos de pollo que compró por la libreta de racionamiento.

En el piso de cemento sin pulir de la sala, sus dos hijas de 6 y 8 años, juegan a intercambiar envoltorios de golosinas que nunca pueden comer. En una libreta escolar, con goma inventada por su madre, pegan recortes de envases de chicles Adams, chocolates Nestlé y galletas Oreo encontrados en la calle.

“Aquí en Imías -municipio de la provincia Guantánamo-, los muchachos no tienen Play Station ni juguetes. La vida en Cuba es muy dura. Pero en Oriente es aún peor. Y si vives en regiones apartadas, como nosotros, ya ni te cuento”, comenta Yesenia.

En un delicado ejercicio de equilibrio, para que no se vuelque la lata en el carbón, encima de un trozo de chapa coloca una cazuela con los pedazos de pollo. A cada rato sus hijos miran para ver si ya el pollo se terminó de cocinar. Para entretener el estómago, la madre les da chicharrones de pellejo de pollo y un poco de fufú (puré) de fongo, como los orientales le dicen al plátano burro.

“Siempre tienen hambre”, dice la madre, mientras espanta a los mosquitos con un trozo de cartón que usa como abanico. A pesar de llevar seis días sin electricidad, su esposo Yosniel afirma que esa noche será diferente.

“Hoy vamos a comer bueno. Pollo asado al carbón, arroz blanco y frijoles negros. Luego les daré a los muchachos tres latas de refresco que compré en un timbiriche particular. Mis hijos, pobrecitos, lo celebran como si fuese una fiesta. Siempre tengo pena por ellos. No se merecen esta vida de mierda”.

La pareja hace tiempo tiene planes de irse a vivir a La Habana. “No tenemos parientes en la capital. Pero en cuanto las cosas mejoran, salimos de aquí echando. Mucha hambre, mucha necesidad. Esto es un pueblo en medio del monte que no aparece ni en el mapa. Quince y veinte horas diarias sin luz. No hay futuro. En La Habana puede que sea diferente y trabajando salimos adelante”, supone Yosniel.

La primera escala del masivo éxodo silencioso de los cubanos residentes en las provincias orientales es ir a “luchar” a La Habana. Después, si las cosas marchan bien, deciden emigrar, a cualquier país, aunque Estados Unidos es el destino favorito.

Cuando se anunció que el huracán Oscar iba a pasar por la zona, Yosniel reforzó el techo de tejas acanaladas con sacos de tierra para que el viento no se lo llevara. Las fuertes lluvias incomunicaron el poblado. Debido a los extensos apagones, las noticias llegan con retraso a la aldea.

“La única ayuda que dio el gobierno fue vender dos libras de arroz de la cuota y un trocito de pollo (345 gramos) por persona. Hacía cinco meses no daban pollo por la libreta. A Imías no vienen los gordiflones del partido a entregar medicinas o materiales de construcción. Cuando llegan, se bajan del carro y no demoran más de diez minutos diciéndole mentiras a la gente. Nadie cree en ellos. Todo es propaganda. Cada vez vivimos peor y tenemos más hambre. Hace un año un grupo de mujeres salió a protestar y la Seguridad del Estado amenazó con meterlas presas y quitarles a sus hijos. Casi toda Oriente es una región olvidada. Ni Dios se acuerda de nosotros”, expresa Yosniel.

Hasta 1976, cuando Fidel Castro decidió dividir el país en catorce provincias y un municipio especial, en Cuba solo habían seis provincias: Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Las Villas, Camagüey y Oriente. Un funcionario jubilado del Poder Popular, está convencido de que a la isla “se le añadieron provincias para aumentar el control social y poder premiar a un puñado de adeptos que no desempeñaban ninguna función”.

A partir del 76, con la nueva división politico-administrativa, se multiplicaron los primeros secretarios del partido, las instituciones políticas y los cargos a repartir. Según el ex funcionario, «en Cuba manda Raúl Castro, su familia y un grupo de militares. Pero la burocracia es la correa trasmisora que supuestamente sostiene al país. Si en sus puestos no tienen prebendas, corren el riesgo que se rebelen o se insubordinen. Por eso a todos esos burócratas se les otorgan ciertos beneficios territoriales que les permiten ‘inventar’ fórmulas para ganar dinero».

La antigua provincia de Oriente se dividió en cinco: Santiago de Cuba, Las Tunas, Granma, Holguín y Guantánamo. Por su condición montañosa, siempre fue la región más pobre y atrasada, sobre todo las zonas alejadas de las cabeceras provinciales. La más pobre es Guantánamo.

Cuenta el otrora funcionario del Poder Popular, que «en la torcida concepción de Fidel, que priorizaba los militar y político antes que lo económico, Guantánamo sería la primera provincia en caer en caso de una invasión norteamericana, pues Estados Unidos tenía allí una base militar. Tal vez por eso invirtieron menos en viviendas y obras sociales. Aunque las fracasadas políticas económicas del gobierno han empobrecido a Cuba entera, Oriente es la región más pobre de toda la Isla ”.

Desde hace tiempo, con una mezcla de antipatía y sectarismo, a los nacidos en provincias orientales les llaman ‘palestinos’, un calificativo que surgió a fines de la década de 1980 en La Habana.

Carlos, sociólogo, cree que “ese calificativo discriminatorio, con tintes xenófobos, se debe a las controversias y el regionalismo que existe en algunos segmentos de la población. Al aumentar el descontento social, los habaneros catalogaban a los orientales como el sostén principal del gobierno. A Fidel le gustaba decir que Oriente era la cuna de su revolución. Esa fue una de las causas de esa discriminación. Otra, la capacidad de resistencia de muchos compatriotas nacidos en aquellas regiones, que llegaban a la capital o a ciudades de diversas provincias, se ganaban la vida en los peores trabajos y vivían en condiciones insalubres, pero gracias a su esfuerzo salían adelante”.

“A pesar de que una franja poblacional de orientales vivía en la extrema pobreza, seguía apoyando al régimen. Es entonces que surge el apodo de ‘palestino’. Ya eso cambió, pero todavía muchos habaneros les siguen diciendo ‘palestinos’. En realidad es el Estado el que más ha coartado los derechos de los orientales, regulaciones migratorias como el Decreto-Ley 217, en vigor desde abril de 1997, que violando la Constitución, si esas personas no tienen un permiso, no puedan residir ni trabajar en La Habana”, concluye el sociólogo.

La pobreza en la región oriental se ha disparado en los últimos diez años a niveles similares al de algunas naciones africanas. Noelvis, trabajadora social, asevera que “es en las cinco provincias orientales donde existen la mayores tasas de embarazo infantil, alcoholismo y pobreza extrema. En los municipios alejados de las capitales provinciales la miseria y las carencias son aún mayores. Sufren los apagones más extensos, le dan menos alimentos por libreta de racionamiento y las infraestructuras de salud se han deteriorado gravemente, entre otras penurias. El Estado los ha abandonado a su suerte”.

A Rolando Rodríguez Lobaina, director del medio audiovisual Palenque Visión, le ha conmovido que las lluvias y los vientos del huracán Oscar hayan causado la muerte a siete personas, seis en San Antonio del Sur, entre ellas una niña de 5 anos, y una persona en Imías, municipios de Guantánamo. Pero pueden ser más los fallecidos porque seguía lloviendo y no se había podido llegar a lugares de difícil acceso.

Rodríguez Lobaina conoce de cerca la pobreza en Guantánamo, su provincia natal. “San Antonio del Sur es uno de los pueblos más pobres de Guantánamo y del país. Su atractivo histórico era el Valle de Caujerí, pero como ha pasado con todo en Cuba, dejó de ser la tierra fértil que suministraba productos agrícolas al resto de la Isla. Los campesinos se han ido mudando a las ciudades, huyendo del hambre y las necesidades».

«Pegado a San Antonio del Sur, a unos 20 minutos de distancia, está Imías, también muy pobre. Es un territorio semi desértico, la gente del lugar debe haber comido hasta piedras. En 1996, antes de ir a prisión por ser opositor, visité el poblado del Jobo, una aldea en los bajos de esa zona montañosa. Entonces no tenían electrcidad», recuerda Rodríguez Lobaina.

Tras seis días sin electricidad y luego de diez meses con apagones de doce horas o más, el matrimonio de Yosniel y Yesenia no esperan mejoras. “La situación en Guantánamo y en el país va a empeorar. Estos gobernantes no sabem cómo salir del agujero que ellos mismos cavaron”, dice Yosniel y se empina un trago de ron barato.

Iván García

Foto: En algunas zonas de Guantánamo el huracán Oscar se llevó techos y viviendas. Tomada del Facebook del creador digital Daniel Ross Diéguez (Darode).

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