Dictadores y autócratas andan asustados por estos días. No es para menos. La ola libertaria con olor a chamusquina humana y jazmines que se inició en Túnez y puso fin al régimen de Ben Ali, en sólo semanas ya se extiende por Egipto, Argelia, Yemen y Jordania.
Luego de tantos años de desesperanza, de ser presa de tanta tontería, egoísmo e infamia, me doy el gusto de soltar mi corazón para que se plante en la Plaza Tahrir (Libertad), en El Cairo -como estuvo en 1989 en Tiananmen y en el muro berlinés- con los manifestantes que gritan que si no se va Mubarak, ellos tampoco se irán.
Como raras veces sucede -y generalmente por razones diferentes-, coincido con una reflexión de Fidel Castro que leí en el periódico Granma, cuando afirma que la suerte de Mubarak está echada. Es descubrir el agua tibia. No hay que tener la experiencia política y las mañas de más de medio siglo del Comandante para saber que Hosni Mubarak se va o los egipcios lo echan a patadas. Así de fácil.
Pero el Comandante, apocalíptico que se ha vuelto desde que se retiró, califica las rebeliones en el mundo árabe como crisis políticas que asociadas a la crisis climática y alimentaria, ponen en peligro la existencia misma de la humanidad.
No es para tanto. Está bueno preocuparse por la proliferación de las armas nucleares, el calentamiento global y la crisis de los alimentos, pero, ¿quién dijo que el mundo se va a acabar porque haya unas cuantas dictaduras de menos?
Respecto a Egipto, el principal riesgo es que los fundamentalistas islámicos ocupen el lugar de Mubarak e impongan un régimen teocrático y extremista, que desestabilice aún más la situación en el Medio Oriente, especialmente en la Franja de Gaza y sus túneles controlados por Hamas que van a la península de Sinaí.
Pero sospecho que tal eventualidad y la consiguiente falta de democracia para los egipcios, no preocupen demasiado al Comandante. Más bien lo contrario. Lo digo por el nuevo quebradero de cabeza que significaría para los yanquis que, en definitiva, cómo no, también son los culpables de este problema desde los tiempos de Anwar El Sadat.
Por lo bien que le caen Ahmadinejad y los ayatollahs lapidadores al Comandante y su vicario Hugo Chávez, supongo que un régimen de los Hermanos Musulmanes enfrentados a Occidente no les parecería nada mal.
Por lo demás, no hay de qué asustarse. Por ahora, el virus libertario parece atacar sólo a los árabes. En Cuba somos distintos. Sólo podemos soñar con la Plaza Libertad.
Luis Cino Álvarez, Cubanet
En este blog se sugiere también leer La sedición deseada y Los cubanos no son árabes ni musulmanes, de Iván García.