Los más implacables antiimperialistas de América Latina suelen esconder, bajo los botones de sus guayaberas, los colorines de sus cotonas o de otros camisones primitivos y los botones de sus trajes militares, una fascinación por el imperio. Es un sentimiento que los psiquiatras definen en las hojas clínicas de sus pacientes como un conflicto de aproximación-evitación.
Raúl Castro y Nicolás Maduro son dos casos relevantes de esa estirpe de combatientes revolucionarios. Ellos acaban de mostrar su aprecio recóndito por el enemigo de todos los pueblos del mundo. Han usado las serventías espesas de la diplomacia o un mensaje abierto con lenguaje de borracho de barrio.
En diciembre pasado, después de varios meses de conversaciones secretas en Canadá, Castro y Barack Obama anunciaron que restablecerían relaciones diplomáticas.
Desde entonces, con diferentes cambios de velocidad, comenzó el lento camino de la buena vecindad. Al eventual invasor que el Gobierno cubano había ordenado esperar con metralletas en la costa, se le espera ahora con las puertas abiertas y la bandera de las barras y las estrellas al aire en todas las ventanas y balcones.
El discurso en contra del imperio baja y sube el tono, eso ya no importa. Lo que no cambia es la represión y el acoso a la oposición pacífica, a los periodistas, los blogueros independientes y a la sociedad civil de Cuba.
Nicolás Maduro ha acusado a Estados Unidos de todo lo inhumano y lo divino. Presenta al imperio como el promotor de un fantasmal golpe de Estado en el que también participan de pronto Felipe González y Mario Vargas Llosa.
Pero esta semana cambió el guión y le tendió la mano a Barack Obama desde la cárcel caraqueña donde Hugo Chávez cumplió dos años de prisión por intento real de golpe de Estado en 1992.
El dirigente venezolano dijo que está dispuesto a encontrarse ‘donde quiera, como quiera y cuando quiera’ con el presidente Obama: «Si quiere apretar la mano de un venezolano, un patriota hijo de Bolívar, hijo de Chávez, estoy listo, listo para apretar su mano, para hablarle mirándole a los ojos en términos de igualdad».
A quienes no puede darle la mano es a los opositores políticos que tiene en las cárceles, ni a los periodistas, abogados y activistas de derechos humanos que persigue y amenaza de muerte todos los días.
Con el imperio hay dialogo porque tiene dinero. Con los cubanos y los venezolanos porque quieren ser libres.
Raúl Rivero
El Mundo, 28 de marzo d 2015.
Foto: Barack Obama firmando un decreto a bordo del avión presidencial, el Air Force One. Tomada de El Mundo.