A no dudar, la disidencia en la isla busca un espacio. El documento Futuro para Cuba. Contrapuestas a las medidas del gobierno, emitido el 2 de diciembre por un grupo de diez personas, entre ellos los economistas Martha Beatriz Roque Cabello y Arnaldo Ramos Lauzurique, es un escrito equilibrado que se adecúa al momento que vive Cuba.
Han puesto los pies en la tierra. A ratos, la oposición cubana, lastrada por la mediocridad, pendencias internas y divididas por egos personales y comportamientos caudillistas en algunos de sus líderes, naufragaba en el desconcierto. No era un referente válido a tomar en cuenta. Agréguese, además, la penetración de topos de los servicios especiales, una de las causas que la ha fragmentado.
Como asignatura pendiente, todavía tienen que intentar llegar a porciones más amplias de la población. Pero lo intentan. En este diciembre de 2010, las condiciones son propicias para que la disidencia pueda dar un giro de 180 grados en su trabajo político.
Cuentan con nuevas herramientas. Casi todos los grupos opositores tienen páginas web donde dan a conocer sus plataformas y propuestas para ese futuro que se nos viene encima. Figuras importantes y veteranas como Oswaldo Payá Sardiñas, Elizardo Sánchez o Martha Beatriz, entre otros, tienen blogs personales.
Existen otros elementos que favorecen una mayor cancha de la oposición. La liberación de los presos de la primavera negra del 2003 -aún quedan 12 tras las rejas- parece lanzar el mensaje de que el gobierno de los hermanos Castro no volvería a llenar las cárceles de presos de conciencia. Al menos por el momento.
También el diálogo iniciado por el general Raúl Castro con la jerarquía de la iglesia cubana y el gobierno de España, después de la muerte de Orlando Zapata y a raíz de la violencia de turbas gubernamentales hacia las Damas de Blanco (y que todavía se mantiene con Reina Luisa Tamayo), es un síntoma de que el régimen necesita oxígeno político. Y una tregua para intentar aplicar sus tímidas reformas económicas.
A lo largo de su historia, la oposición cubana ha tenido momentos brillantes. El Proyecto Varela, de Payá Sardiñas en 1998, a pesar de algunos errores jurídicos, fue una propuesta bien intencionada para intentar un cambio democrático.
Antes, el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna había emitido documentos sensatos como La Patria es de Todos, rubricada por Vladimiro Roca, Martha Beatriz, René Gómez Manzano y Félix Bonne Carcassés en 1997. También el doctor Oscar Elías Biscet ha realizado actividades concretas en favor de la justicia social y los derechos humanos.
Luego, en marzo del 2003, vino el duro mazazo, con la encarcelación de 75 valiosos opositores. A ello se unió el destape de soplones infiltrados en diferentes agrupaciones al margen del control estatal.
Tras siete años ensalzados en posiciones sectarias y excluyentes, ahora la disidencia intenta tomar el camino de la concordia. No se le pide que sea un movimiento homogéneo. Sólo que sus integrantes concuerden en los principales argumentos y logren puntos de coincidencias, para poder articular un discurso sereno y llegar a la ciudadanía.
Esos puntos de coincidencia existen. Se calcula que un 70% de la gente en la isla está muy disgustada por la actual situación económica y política. Ejemplo de ello son los brotes de desobediencia civil y protestas públicas de ciudadanos ajenos a la disidencia.
La mayoría de la oposición interna siempre ha estado a favor del diálogo, entre todas las partes. El gobierno de los Castro es el que la ningunea y no la toma como un actor de importancia. Pero las actuales coyunturas -y las que se avizoran-, pudieran dar un vuelco a las fichas en la mesa de juego.
Quizás sea la hora de la disidencia. En sus manos está concretar propuestas viables. Ya Martha Beatriz lanzó una buena señal. Necesitan un empujón final. Continúan peleando a la contra.
Iván García