El cuerpo de guardia del policlínico Turcios Lima, ubicado en el Reparto Sevillano, municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana, está atestado de personas que esperan por el médico.
El reloj de pared marca las 12 y 20 del mediodía. El calor es horrible. El murmullo en la sala aumenta cuando se abre la puerta del cubículo y un doctor vestido con una impecable bata blanca pide que pase un paciente.
“No tienen deseos de trabajar, uno de los médicos fue a hacer la cola para comprar detergente y no ha regresado y el otro llevaba más de una hora almorzando”, dice una anciana. El doctor pregunta quién presenta síntomas de falta de aire o fiebre alta. Los que levantan la mano tienen prioridad para atenderse. La gente comienza a protestar.
“Parece que la única enfermedad que existe es el coronavirus. Soy diabético crónico y hace meses no recibo la medicamentación que me corresponde. El gobierno ha reservado el dinero que tiene en la pandemia”, se queja un señor. El médico reitera que las prioridades son los casos de coronavirus, dengue hemorrágico y asma.
“El resto tendrá que esperar. Si no están de acuerdo, vayan a otro policlínico. Yo debería estar de vacaciones en una casa en la playa. Y por la irresponsabilidad de los habaneros que no han cumplido con el distanciamiento social se han disparado los casos de Covid-19. Tuve que renunciar a mis vacaciones”, dice el doctor con tono molesto.
Los que esperan se quejan en voz baja. “Repite lo mismo que dice el gobierno. La Habana tiene dos millones y medio de habitantes. Treinta o cuarenta casos diarios no son muchos. Es más fácil culpar a la gente, que si sale a la calle y hace colas es porque necesita comprar comida. Los habaneros no somos masoquistas. La culpa es del gobierno, que no puede garantizar la alimentación del pueblo”, comenta una señora.
El retorno de la capital al confinamiento ha generado polémicas. Adriana, ama de casa, afirma que desde marzo cumple al pie de la letra las indicaciones de las autoridades. «Pero ya es hora de que el gobierno tome medidas más severas. Si tienen que sacar al ejército para la calle, que lo saquen. La gente en La Habana es muy indisciplinada. En otras provincias no ha ha habido ese rebrote del coronavirus».
Juan Carlos, jubilado, opina que el régimen intenta encubrir su cuota de culpabilidad. “Antes de que La Habana pasara a la primera fase, la mayoría de los focos de contagio se encontraban en empresas e instituciones del Estado. Creo que la mayoría de la gente ha sido responsable. En un país donde para tener un nasobuco hay que pagar 50 pesos -el salario de dos días de trabajo de un profesional- bastante bien estamos con todas las aglomeraciones existentes para comprar comida y medicinas. De eso el gobierno no quiere hablar. Le echa la culpa al bloqueo o a los coleros y revendedores. El número de contagios ha crecido por culpa del propio gobierno, que abrió los bares, centros nocturnos, piscinas y playas. Esas opciones recreativas, junto con las fiestas familiares y las misas religiosas, son las que han provocado el repunte del coronavirus”.
Darío, economista, considera que el gobierno está en una disyuntiva. “Debe velar por la salud pública, sin cerrar completamente la economía. Este parón, además de afectar a la economía, afecta a la población, no olvidar que estamos en etapa de vacaciones. Pienso que se debe aprender a convivir con el virus. Tanto confinamiento trae problemas sicológicos y de salud. Muchas personas están estresadas y agobiadas. Dentro de su casa no pueden resolver la falta de alimentos ni de dinero. Y necesitan salir a la calle, a buscarse unos pesos que les garantice la comida de su familia. Existe un segmento amplio de trabajadores privados e informales que esta etapa los ha pillado sin dinero».
Varias personas consultadas reconocen que había que tomar medidas para frenar un posible rebrote del Covid-19. Pero sin llegar a los extremos. “Es lo que pasa en Cuba, que cuando no llegan se pasan. No era necesario quitar el servicio de ómnibus urbano y taxis particulares. ¿Si uno se enferma cómo va ir al hospital? Debieron limitar el horario del transporte público. No eliminarlo por completo”, sugiera Berta, maestra jubilada.
A Dilan, estudiante universitario, le preocupa lo que puede venir. “Hay una percepción en el gobierno que estos problemas se resuelven con mano dura. Y entonces comienzan a encarcelar a las personas o imponerles multas excesivas. Ya en la primera parte del confinamiento se sancionó a más de 1,500 mil ciudadanos por no usar el nasobuco o violar las normas del confinamiento. Si a eso sumas las nuevas brigadas que crearon para combatir a los coleros, uno se da cuenta de que ya han montado un esquema represivo para poner a fajar a los cubanos entre sí”.
Aunque La Habana regresa a la fase de transmisión autóctona limitada con el cierre de playas, centros nocturnos, bares y el transporte público, al igual que hace cinco meses cuando llegó el virus procedente de China, continúan las extensas colas y el feroz desabastecimiento. Falta desde una aspirina hasta un limón.
Magda, empleada estatal, asegura que “un primer paso era poner las colas bajo control, pues los coleros impedían comprar a muchas personas, pero no se resuelve nada si las tiendas siguen vacías. Ahora, sin transporte público, tenemos que comprar en la zona donde residimos, tiendas donde hace rato no entra nada, ni salchichas ni pollo, están peladas. Por eso a mucha gente no le queda más opción que recurrir a los revendedores, quienes te venden el mismo producto de las tiendas a tres o cuatro veces su precio”.
Rigoberto, taxista privado, señala que la única manera de garantizar algunos productos básicos es teniendo dólares. «O mucho dinero, porque en el mercado negro los precios se han disparado. Y en las tiendas por divisas, donde también hay desabastecimiento, solo puedes comprar algunas cosas. El dólar cada vez está más caro y difícil de conseguir”.
En el mercado subterráneo, la ‘moneda del enemigo’ se cotiza entre 1.30y 1.50 frente al peso convertible (cuc). A veces más. Igor, agiotista, cree que “hasta que no comiencen los vuelos desde la Florida y las agencias de Miami vuelvan a pagar en dólares las remesas, el precio del dólar seguirá creciendo”.
La autocracia anuncia para los próximos meses la apertura de nuevas tiendas de alimentos, ropa y muebles. Las personas que se dedican a vender pescado, pollo o carne de res en el mercado negro, consideran que todavía queda un margen considerable para que suban los precios de esos alimentos.
Según Igor, la escasez dispara los precios. «El gobierno es tan descarado que acusa al mercado negro de querer enriquecerse, pero no miran los precios elevados con que venden la comida. En las tiendas por dólares, un kilogramo de carne de res no baja de 15 dólares, que viene saliendo a siete cincuenta la libra. Por la izquierda, la libra sale a 4 dólares. El pescado bueno cuesta 7 dólares la libra y en la calle se puede comprar castero a la mitad de ese precio”.
Cuba llega a agosto, el mes más caluroso del año, con su motor económico, La Habana, parada hasta nuevo aviso. Mientras, continúan las colas y el desabastecimiento. Y el dólar se revaloriza por día.
Iván García
Foto: Tomada de En24News.