Pasadas las cinco y media de la tarde, cae la noche en el poblado costarricense de La Cruz, a unos 20 kilómetros con la frontera de Nicaragua.
Es un vecindario de pendientes suaves, calles limpias y clima agradable. Arquitectónicamente no hay mucho que destacar. Casas chatas de una o dos plantas y un parque central justo en el corazón del asentamiento.
Solo por ver la espectacular vista desde el restaurant-mirador de La Cruz vale la pena rodar cientos de kilómetros desde San José, la capital, hasta un pueblo que es noticia con la llegada de más de 2 mil cubanos que desde principios de noviembre acampan en media docena de albergues, hostales y casas particulares que rentan sus habitaciones a los recién llegados.
“No hay duda que se ha revitalizado la economía local. Ahora se vende más pan, cerveza, comida y líneas de teléfonos móviles. Además han aumentado de forma increíble los giros bancarios por Western Union”, apunta Sergio Morales, quien trabaja en la alcaldía de La Cruz.
Desde la 10 de la mañana los cubanos merodean por el parque y tiendas del lugar. O hacen cola en la minúscula oficina local de Western Union para recibir remesas de sus parientes en Estados Unidos.
La política de la empresa financiera estadounidense es paradójica. En algunas ciudades de Costa Rica no se les permite a los cubanos extraer dinero. Una medida, detallan por teléfono desde las oficinas de Western Union en San José, que es anterior a la actual crisis migratoria que viven más de 4 mil cubanos varados en Costa Rica tras la decisión del gobierno de Daniel Ortega de cerrar su frontera en Peñas Blancas.
En localidades como Paso Canoas, los balseros terrestres cubanos cruzan a Panamá para cobrar las transferencias. En Liberia, las oficinas de Western Union pagan en colones, la moneda costarricense. Mientras en otras sucursales solo permiten extraer hasta 100 dólares.
“Es una medida de corte racista. Si llego a Estados Unidos voy a demandarlos. ¿En qué se diferencia un cubano de otro ciudadano del mundo?”, dice Yusdel Cueto notablemente enfadado.
La imposibilidad de cobrar transferencias ha creado una red asociada de cubanos y ticos. Todas las mañanas, un hombre de aspecto venerable, se presenta como abogado, coloca su laptop encima de la mesa del hostal El Descanso para ofrecer sus servicios a los cubanos en el caserío Paso Canoas, a tiro de piedra de la frontera con Panamá.
Le llaman ‘el tramitador’. “Por un 10% de comisión el hombre soluciona el cobro de las transferencias”, acota Rubén, un cubano que lleva dos semanas varado en Costa Rica.
De acuerdo a testimonios de migrantes de la Isla, algunos caseríos y poblados de escaso impacto económico han visto reflotar sus comercios gracias al dinero de los cubanos que intentan llegar a Estados Unidos.
“Puerto Obaldía, en Panamá, es un villorrio miserable de pescadores donde sus pobladores están haciendo dinero con los cubanos. Los hoteles de Paso Canoas, La Cruz y Peñas Blancas están ocupados en un 90% por cubanos. Incluso nos cobran precios más caros, aprovechando el momento y nuestras necesidades”, expresa Ridel, ingeniero civil que llegó a Costa Rica el pasado 21 noviembre.
Mientras la mayoría de cubanos cuenta el dinero por centavos y ansiosos esperan una remesa desde Estados Unidos, otros poseen suficiente capital como para alquilar habitaciones, pagar sus comidas y darse una vida disipada.
Un hostal cercano a la frontera puede costar entre 10 y 50 dólares la noche. Un desayuno a base de gallo pinto (arroz congrí), huevos revueltos y rebanadas de pan, alrededor de dos dólares. Y el almuerzo más barato supera los tres dólares.
Sin embargo, en el restaurant El Mirador, en La Cruz, una docena de cubanos beben cerveza tica Imperial y pagan una cena que ronda los 45 dólares.
¿No les preocupa gastar tanto dinero ante la incertidumbre de la actual crisis migratoria?, pregunté a Gregorio Jústiz, un cubano que bebía un wisky doble en un hostal, mientras miraba en la tele un partido de fútbol de la Champion League de Europa.
“No todos los cubanos que están aquí se costean el viaje con dinero de sus parientes en la Florida. Un 60 o 70% han reunido el dinero por sus propios medios. Hay quien vendió su casa en 30 o 40 mil dólares. Yo, por ejemplo, tenía cinco autos y dos jeeps que alquilaba como taxis en Cuba. Con el dinero de la venta me estoy costeando el viaje. Aunque por precaución le di el dinero a un primo que reside en Nueva York y me lo va girando según se lo pido”, indica.
Pasada las doce de día, mientras voluntarios costarricenses reparten turnos para el almuerzo en los atestados albergues, un grupo de cubanos hacen comida a la carta o rentan autos para visitar una playa cercana.
Cuando cae la noche, en un bar de poco brillo a un costado del parque del poblado de La Cruz, van llegando cubanos de bolsillos amplios para tomar cerveza o tragos de ron con hielo y ligar una chica. Cubana o tica. Da igual.
Iván García, desde Costa Rica
Foto: Tomada de La Nación.