Desde La Habana

La esposa de Díaz-Canel es un fantasma en Cuba

La esposa de Díaz-Canel es un fantasma en Cuba

El marxismo, en sus posiciones más extremas, es un coctel explosivo de fanatismo ideológico, machismo estúpido y populismo a pulso. Una combinación letal del peor dogmatismo religioso y lealtad mafiosa a un clan.

Fidel Castro gobernó Cuba durante cuarenta y siete años violando olímpicamente los preceptos de una democracia moderna. Mirtha Díaz-Balart, su primera esposa, fue como uno de esos floreros de porcelana que se ponen encima de la mesa. Lo debió aprender de Ángel Castro, su padre, un tosco e ignorante campesino de Galicia que vino a la Isla a hacer la guerra contra los independentistas cubanos y luego se asentó en la región oriental donde fundó una exitosa hacienda agrícola. Para Ángel, las mujeres eran amas de casa y depósitos de semen.

En muchos aspectos, Fidel no fue muy diferente a su padre. Gobernó el país como la finca familiar de Birán y cualquier atractiva rubia que le pasara por delante se creía con derecho a poseerla. A fin de cuentas, se consideraba un guerrero. Al fundador del primer Estado socialista en América a noventa millas del ‘imperio,’ todos se debían rendir a sus pies. Los hombres, acatar sus órdenes. Las mujeres, abrir sus piernas cuando sentía apetito sexual.

Hay que ir a los orígenes machistas de la revolución que el 1 de enero de 1959 llegó al poder para entender el ninguneo de la prensa oficial a Lis Cuesta, la esposa del presidente designado Miguel Díaz-Canel. Raúl Castro, hermano del fallecido dictador y posteriormente mandatario, tenía a su favor que era un tipo familiar. Su matrimonio era público y los domingos le gustaba almorzar con los suyos entre tragos de vodka con jugo de naranja y pierna asada en púa.

Aunque las mujeres ganaron protagonismo social, económico e institucional, su ascenso fue más una jugada con intenciones políticas que una autonomía real. La mayoría de los pesos pesados del régimen tenían amantes. Era algo de buen gusto, una carta de presentación de hombría y lo mismo podía ser una cantante que una periodista.

Díaz-Canel conoce al dedillo cómo funcionan las alcantarillas del poder. Nadie puede culparlo de machista. El guajiro que nació hace 57 años en el poblado villaclareño de Falcón, en Placetas, es de otra generación. Cuando ocupó el cargo de primer secretario del partido en la provincia de Holguín, no tuvo reparo en divorciarse de su esposa y casarse con Lis Cuesta Peraza, entonces una conocida profesora y promotora cultural.

Una holguinera que reside hace siete años en La Habana, recuerda que “el trabajo de Díaz-Canel en Holguín no fue tan bueno como el que desempeñó en Villa Clara, pero siempre andaba de la mano con Lis, que en esa etapa no estaba tan gorda como ahora”. Un ex funcionario que conoció a Cuesta en Holguín afirma que es afable y conversadora, le gusta bailar casino y tomar cerveza, como a cualquier cubano. «No sé por qué la prensa la ignora como si fuera un trapo de cocina, porque es una mujer bien preparada. Su marido debiera exigir a los medios que le den otro trato informativo”.

A Susana, estudiante universitaria, le gusta “la pinta de la mujer de Díaz-Canel, quien no tiene complejo en llevar un tatuaje en la espalda. Además se viste tocao, con ropa de marca, pero debe adelgazar un poco. Que aproveche que está en la cima y monte un gimnasio en su casa».

Jorge, licenciado en ciencias políticas, considera que “es inexplicable el ninguneo que le da la prensa nacional a la esposa del presidente de la nación. En las visitas que junto a su esposo realizó por varios países, en la televisión presentaban imágenes de Díaz-Canel y de ella a su lado, pero el locutor no la mencionaba. Por prejuicios políticos en Cuba se eliminó cla figura de primera dama, pero debieran decir que es su señora”.

Un periodista oficial que prefiere el anonimato expresa que “no existe una orientación específica para catalogar a Lis Cuesta. Hace seis meses un presentador televisivo la llamó primera dama y lo amonestaron. Se han enredado en las patas de los caballos por gusto. Con solo decir que es la esposa de Díaz-Canel es suficiente. Los cubanos despistados en temas políticos ni siquiera saben su nombre. Se supone que un país que se enorgullece de tener a la familia como el núcleo fundamental de su sociedad, esos temas los traten con tacto”.

Lucía, diseñadora textil, quisiera que el gobierno y la prensa informaran sobre Lis Cuesta y dejara de ser un personaje invisible. «Al igual que en otros países latinoamericanos, la primera dama en Cuba debiera tener un rol activo. Lis tiene buen gusto al vestir, va bien peinada y se maquilla discretamente, pero si tuviera una asesora de imagen luciría mejor. Le falta naturalidad, su sonrisa es forzada. Tanto ella como el marido deben bajar de peso».

Norge, abogado, no entiende que “en una época donde cada vez las mujeres tienen mayor protagonismo en todo el mundo, en plena vorágine del #MeToo y cuando en el Congreso de Estados Unidos habrá una fuerte representación femenina, no comprendo por qué nuestra prensa ignora a la mujer del actual presidente. Es una falta de respeto hacia Lis Cuesta y hacia las mujeres cubanas”.

En toda la gira de Miguel Díaz-Canel por Francia, Rusia, Corea del Norte, China, Vietnam, Laos y una escala en Londres, en el noticiero de televisión jamás mencionaron a Lis Cuesta cuando salía en cámara. Como si fuera un fantasma.

Iván García

Foto: De cuando Miguel Díaz-Canel y su esposa Lis Cuesta llegaron a Laos, el pasado 10 de noviembre. Tomada de Granma.

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