La lotería anterior al 59 era un instrumento público donde se recaudaba dinero para fines sociales. Aunque a decir verdad, también fue un medio que permitió que ciertos gobernantes corruptos se hicieran de cientos de miles de pesos.
Además de los billetes de lotería, también existía la ‘bolita’ o charada de inspiración china. Juegos de azar que formaban parte de la cultura del cubano. Sobre todo los más pobres. Que se ilusionaban con un golpe de suerte y forrarse de plata para salir de la indigencia.
“Fidel Castro nunca debió eliminar la lotería ni la ‘bolita’. De cualquier forma, se lo agradezco. Si hubiese hecho lo que se hace en otras naciones, como en España, donde el Estado controla la lotería, y con sus beneficios se construyen hospitales y obras públicas, entonces yo no sería un tipo de éxito”, cuenta Renato, 70 años.
Y vaya que le va bien a este ‘banquero de bolita’. Aparte de una casa equipada donde no falta nada, posee un apartamento discreto para sus escapadas amorosas y una casa en la playa.
Pero tiene más. Un Chevrolet del año 57 que deja boquiabierto a cualquiera. “El mejor de La Habana”, alardea. Un jeep Willy que es una joya. Sus hijos viven a todo trapo.
Si algo le sobra, es plata. La primera vez que reunió un cuarto de millón de pesos lo tiró sobre la cama y durmió encima de los billetes. Eso fue hace tiempo. Ahora prefiere no hablar de cantidades. Según él, sólo los ministros viven mejor.
“Es un negocio que te obliga a tener mucho dinero guardado, para poder pagar a los clientes que aciertan. Hay personas que hacen fuertes apuestas. Si ‘enganchan’ un ‘fijo’ o un ‘parlé’ (combinación de dos números), puedes perder de 80 mil a 100 mil pesos”, explica Renato.
Les cuento el entramado de la ilegal ‘bolita’ o lotería cubana. Suele estar conformada por un ‘banquero’, como Renato, con mucho dinero, capaz de aceptar altas apuestas.
Cada banco tiene varios ‘listeros’, dedicados a recoger el dinero de los jugadores. También hay un ‘colector’, encargado de observar en las diferentes listas las cantidades de dinero apostadas. Por ejemplo, si nota que un número está demasiado recargado de plata, lo transfiere a otro banquero. Una manera de prevenir un buen golpe. En el argot de la ‘bolita’ se le conoce como ‘botar números’.
Los ‘banqueros’ suelen tener un hombre de confianza ducho en matemáticas y argucias financieras. “Un buen ‘banco’ debe estar atento para amortiguar los daños en caso de que determinados números estén sobrecargados de dinero. Esto es como manejar una empresa a pequeña escala”, comenta Francisco, el encargado de llevar las finanzas de Renato.
En la ‘bolita’ criolla, los números se toman de la lotería de Miami. Valen los tres primeros dígitos. Al inicial se le llama ‘fijo’. Los otros dos son los ‘corridos’. Los ‘bancos’ también aceptan apuestas a los ‘terminales’, una cadena de números.
Diariamente, a las 7 de la tarde, el ‘banquero’ escucha en su radio los números cantados desde la Florida. Luego hace un repaso a las listas de apuestas y observa cuánto dinero ganó o perdió. “El 80% de las ocasiones se gana. Aunque a veces te dan un palo fuerte y pierdes bastante. Por eso en este giro es fundamental tener dinero guardado”, reitera.
Por cada peso jugado, el ‘banco’ de Reinaldo paga 80 pesos si aciertas el ‘ fijo’. Y 30 pesos por el número ‘corrido’. Si adivinas un ‘parlé’ puedes ganar 900 pesos. Otros bancos pagan 90 pesos por el fijo y mil pesos por el ‘parlé’.
Existen varios tipos de apuestas. Está la gente pobre y de pocos recursos, que juegan calderilla, monedas sueltas. Pero suelen hacerlo a diario “algo muy importante para un banco”, comenta Renato. Y los ‘ricos’, quienes no juegan menos de 200 pesos a un número. Sea un simple barrendero, una ama de casa o un exitoso ladrón de cuello blanco, es desmedida la pasión de los cubanos por la clandestina ‘bolita’.
Por las noches, la gente, ansiosa, se interesa por saber qué números salieron. Una década atrás, se solía hacer con cierta cautela. Un vecino le gritaba al otro “oye, dime el teléfono”, en alusión a los seis dígitos de la lotería, entonces la misma cantidad de los números telefónicos, y éste cantaba las cifras.
La peculiar forma de comunicarse pasaba inadvertida para un extraño o un policía. Ahora no hay tantas reservas. Amaro, un hombre que entre la bolita y el ron bota su dinero, cada noche en la pared de una tienda en la Calzada 10 de Octubre, apunta con tiza los números que salieron.
En la isla, sin SMS ni Twitter, la gente se las arregla para dar a conocer asuntos que le interesan. Como la ‘bolita’.
Cada día, aumentan los cubanos que sueñan ‘pinchar’ un número, a ver si su suerte cambia. Hacen planes y estudian meticulosamente métodos cabalísticos de juegos. Por lo general pierden su dinero. Pero vuelven a insistir. Se aferran a una ilusión. El que casi siempre gana dinero es el ‘banquero’ Renato. Y mucho.
Iván García