Cada vez que bebe a pulso ron de cuarta categoría le pasa igual. Siempre llega a la casa borracho, inconsciente y con hambre. Se sienta frente al viejo televisor de tubos catódicos a ver un programa nocturno y amanece durmiendo en el piso de la sala con la ropa puesta y sin bañarse.
Para Erasmo, 56 años, jamás ha existido un remedio efectivo que cure su dependencia alcohólica. Ni la terapia de grupo, medicamentos o consejos de especialistas. Siempre regresa al alcohol.
Comenzó a beber para matar el aburrimiento y va camino de convertirse en un guiñapo humano. Hinchado, macilento y hediondo ni siquiera se conoce cuando mira fotos de su juventud.
Cualquier cosa es un buen pretexto para beber como un pirata. Ni el calor de agosto, el hígado que se le consume o ver crecer a sus nietos es razón suficiente para dejar de beber. Para Erasmo no hay moderación ni término medio.
Sus dos hijos lo consideran un zombi, un mamarracho vulgar y distante. Marlon, el más joven, ocupa su tiempo libre jugando dominó y escuchando reguetón con unos audífonos enormes enganchados al oído. Como si quisiera escapar del infierno familiar.
Estas vacaciones escolares son iguales a las de siempre. “Ir a la playa de Marianao, hablar boberías en la esquina con mis amigos del barrio y meterle muela a cualquier jevita de la cuadra. No hay más na”, dice con una expresión de adulto.
Marlon se considera un privilegiado: pese a un entorno hostil, no bebe ron, no fuma marihuana, ni le gusta la ‘piedra’, una combinación letal de cocaína con bicarbonato de sodio. El efecto destructivo del alcohol lo tiene demasiado cerca, en un padre que hace muchos años dejó de ser padre.
Durante las vacaciones de verano, las noches en La Habana suelen ser distintas, más movidas. La gente sale a las calles en short, chancletas y sin camisa, único modo de hacer frente a las altas temperaturas diurnas y nocturnas.
En estos días vacacionales de 2016, es común ver a amigos y vecinos conversando. En algunos casos, no faltan argumentos que intentan reconstruir una nación que se va a pique.
Los optimistas escasean. El futuro próximo mete miedo. Otros prefieren hablar de sus planes para emigrar, cómo hacer dinero, la locura de los precios de la comida o la grisura de la vida cotidiana.
Es entonces cuando alguien, para hacer amena la charla, menciona el fútbol (ya la discusión sobre Messi y Cristiano Ronaldo se ha vuelto tediosa). O las últimas noticias sobre el béisbol local o en Grandes Ligas. Y, por supuesto, los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, donde las posibilidades de medalla de oro de los deportistas cubanos, fuera del boxeo, hay que buscarlas con lupa.
Pero ahora en la Isla ha surgido una nueva opción para pasar el tiempo. Conectarse a internet vía wifi desde un parque público. Alberto es de uno de ellos. Dos veces a la semana se conecta a la red de redes para hablar con sus parientes de Hialeah mediante IMO, la aplicación estrella en Cuba.
“Después, si me queda dinero en la cuenta, navego por páginas deportivas para conocer las ultimas contrataciones en el fútbol europeo y la actuación de los cubanos en la MLB, pues la prensa oficial ni siquiera los menciona”, apunta sentado en una glorieta circular en el parque Córdoba de La Víbora, última zona wifi inaugurada en el municipio 10 de Octubre.
Las plazas de conexión inalámbrica a internet han revitalizados negocios de los alrededores. Vendedores ambulantes de maní, tamales y paleticas de helados a cinco pesos o tipos que por el mismo precio alquilan una vuelta a caballo a menores de edad, se mezclan con los internautas y revendedores de tarjetas de internet.
Ni el sol, la lluvia y los rumores sobre asaltos para robar tabletas, teléfonos inteligentes o laptops detienen el asombro a la nueva experiencia, a pesar de que las conexiones son muy lentas y la privacidad casi nula.
Si usted quiere conocer los anhelos y planes de la gente en Cuba, visite una zona wifi. No le será difícil estar al tanto. Algunas personas hablan a gritos sus deseos. A sus parientes al otro lado del charco les piden que agilicen los trámites de salida definitiva o les informen de otras vías manera para llegar a la frontera de Estados Unidos sin demasiados riesgos.
A quienes navegan por internet en Cuba, salvo excepciones, no le interesa los titulares ni los grandes reportajes de la prensa mundial. La fiebre se llama Facebook. De cerca le siguen los chismes, videos y boberías digitales. Leer un libro, ir al teatro o visitar un museo se ha convertido en aficiones raras de tipos raros.
La indiferencia y esperar a ver qué pasa en el futuro, se ha convertido en un deporte nacional. Por suerte, este verano tenemos los juegos de Río.
Iván García
Diario las Américas, 14 agosto de 2016.
Foto realizada por Ana León y publicada en Cubanet.