En un barrio de casas ruinosas en las afueras de La Habana un grupo de personas, paradas alrededor de un tablero de madera, tiran con un vaso plástico tres dados y apuestan grandes sumas de dinero. En otra habitación de la vivienda se juega naipes. Casi todos fuman absortos mientras el dealer reparte las cartas. Son seis jugadores que colocan frente a ellos un fajo de billetes.
Practican una variante del póker conocido como ‘tres con tres’. “De inicio se viran tres cartas en la mesa y cada jugador recibe igual cantidad. Hay otras dos opciones de pedir cartas. En cada descarte se hacen apuestan”, aclara el dueño de un casino clandestino conocido en Cuba como burle.
En la mesa donde se juega silot, que también es con dados, un tipo rechoncho con una lata ennegrecida que alguna vez fue de galleta deposita el cinco por ciento del dinero de las apuestas que se hacen. El dueño del garito -llamémosle Tito- explica a Diario Las Américas que “el juego ilegal es un tremendo negocio. Años atrás, si te pescaban, te podía caer una temporada en la cárcel. Pero ahora la policía vira la cara para otro lado y te deja hacer, sobre todo si le das un billete por la izquierda. Antes de la inflación, en un día malo ganaba tres mil o cuatro mil pesos. Ahora esa suma se multiplica por cuatro. Se gana dinero recogiendo un porciento del dinero apostado, la venta de meriendas, comidas y cervezas. O empeñando un televisor, una moto eléctrica o una casa”.
El juego más popular en Cuba es la bolita, que se rige por los resultados de la lotería de Miami. En un país donde casi nada funciona, excepto la represión de la policía política, la bolita puede alardear de contar con un entramado bien estructurado que funciona como un reloj suizo. “Cada banco tiene cinco o seis listeros y un recolector. Hay dos apuestas: por la mañana y en la tarde. En un día, un banco con buenas apuestas, puede recoger más de cien mil pesos”, afirma un banquero habanero.
Tanto el dueño del casino como el del banco de bolita, coinciden que en el último año se ha disparado la cifra de personas que apuestan. “La crisis económica y los deseos de emigrar hace que mucha gente juegue con la ilusión de ganar un dinero que le permita comprar comida, celebrarle los quince a tu hija y ahorrar dinero para irse del país. Mi familia y yo también tenemos planes de irnos. Tengo la plata suficiente, pero estoy amarrando la manera más segura para llegar al State (USA). No quiero rifar mi dinero”, explica Tito.
De momento, el banquero de la bolita no piensa emigrar. “Ya tengo 70 años. Aquí con dinero se consigue cualquier cosa. Pero si la gente que hace dinero se marcha del país el negocio va comenzar a mermar. Mis hijos han emigrado y quieren que cierre el bisne y me vaya con ellos a Estados Unidos. No tengo edad para estar cruzando el Río Bravo ni jugándole cabeza a la patrulla fronteriza. Pero la situación en la isla está en candela. No se ve la luz al final del túnel”.
Gisela, dueña de una cafetería de jugos y entrepanes, dice que está vendiendo su negocio. “Tengo una jugada cuadrada para Canadá. De allí es más fácil saltar a Estados Unidos. El problema es que hay mucha gente vendiendo casas, negocios o terrenos y hay pocos compradores. Hace dos años por mi negocio me daban 15 mil dólares. Ahora solo me ofrecen 6 mil dólares. Las ventas han mermado. Y el panorama pinta negro. La gente que vive lejos del centro de La Habana gasta poco dinero en comer en la calle. Los precios de las casas también se han deprimido. Si me dieran 8 mil dólares me largo en la próxima semana”.
Denis, corredor de permutas y ventas de casas, concuerda que los precios de las viviendas en ventas han caído de forma abrupta. “Hace tres años, un apartamento de tres habitaciones en el Vedado construido antes de la revolución, se vendía en 70 u 80 mil dólares. Ahora, si encuentras comprador, no te dan más de 30 mil dólares. Tengo una lista de cuatro personas que están esperando vender sus casas para emigrar. Comenzaron pidiendo por su propiedad 50 mil dólares y aunque la han rebajado entre 25 mil y 15 mil dólares, no aparece comprador”.
Guillermo, propietario de un negocio dedicado al cultivo de flores, reconoce que “he demorado en emigrar de este infierno porque no he podido vender la casa. Es increíble. Hace dos años, cuando no tenía intenciones de irme, tenía una pila de propuestas para comprar la casa y el negocio de las flores. Ahora, a pesar de tener una casa de cuatro habitaciones y garaje en un barrio habanero tranquilo, lo más que me dan por ella son 16 mil dólares. Tampoco voy a regalarla, pues vale más de 40 mil, pero por 30 mil dólares la vendo con todo lo que tiene adentro y el terreno donde se cultivan las flores”.
Del primero de octubre de 2021 a julio de 2022, según información pública del Departamento de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP), entraron de forma irregular por los puntos fronterizos de Estados Unidos 177.848 ciudadanos cubanos. Esta cifra representa un salto significativo respecto al mismo período en el año fiscal 2021, cuando hasta julio habían cruzado 29.800. La emigración desde Cuba ha dejado de ser personal y actualmente involucra a toda la familia.
En 2020, por lo general, se iba una sola persona o un matrimonio si acaso con hijos mayores de 18. Las estadísticas oficiales de la CBP indican que en el mes de julio de 2022 llegaron a Estados Unidos 4.896 familias y 132 menores no acompañados que no tienen padres o tutores legales en Estados Unidos.
La nueva ola migratoria cubana superó el estimado de 155 mil inmigrantes que se pronosticaba para este año fiscal. “Aun no se conocen las cifras del mes agosto. Pero estoy convencido que para el 1 de octubre, el número de inmigrantes supere los 225 mil. Si le añade cubanos que emigran a otros países como España, Uruguay o Chile, la cifra puede acercarse a 300 mil. Más del doble de personas que emigraron cuando el Mariel en 1980”, indica una fuente diplomática.
Entre un 70 y 80 por ciento de los que emigran de manera irregular son jóvenes en edades comprendidas de 19 a 35 años, una parte importante de los cuales tiene formación profesional. Un jefe de personal de ETECSA, monopolio estatal de telecomunicaciones en Cuba, señala que la estampida migratoria ha “provocado un déficit de especialistas que ha pedido su baja de la empresa. Estamos hablando de dos a tres mil profesionales y no tenemos reemplazo. Algunos se marchan porque consiguieron una beca y luego no regresan. Otros son reclamados por su familia y el resto simplemente reúne dinero vendiendo su casa o artículos de valor y cruzan la frontera para lograr cumplir su sueño americano”.
En las inmediaciones de la Universidad de La Habana un grupo de jóvenes que compran helado en una cafetería particular comentan que el tema de moda entre los estudiantes son los planes para a emigrar. “Después de los dos meses de vacaciones, cuando se reinició el curso, en mi facultad, de 40 estudiantes, seis se habían marchado del país. Otros cuatro lo harán en los próximos meses. Y más de 20 están a la caza de una beca en el extranjero. El resto también sueña con irse, pero no tienen recursos. Solo seis o siete, apoya al proceso. Cuando hablan de las bondades del sistema o elogian a Díaz-Canel ,la gente lo mira como si fueran bichos raros”, cuenta un alumno.
Tito, el dueño del casino de juego clandestino, afirma que esperará el fin de año en Miami. Su ilusión es abrir una casa de juego en Hialeah o Coral Gables. “Estoy seguro que voy a triunfar en la Yuma”, dice mientras cuenta un fajo de billete que saca de una vieja lata de galletas reconvertida en alcancía.
Iván García
Fotocopia de un artículo sobre Cuba en un periódico brasileño. Tomada de Vita.