A lo lejos se escuchan perros ladrando y una sinfonía de grillos. El viejo jeep Willy de los años cincuenta se desplaza por un camino de tierra irregular hasta una finca en las afuera de La Habana.
A bordo viajan cinco personas. Y en un remolque acoplado al vehículo, un lote de madera, trozos de cauchos y un motor de automóvil. En la reproductora del Willy, Nino Bravo canta una estrofa de su legendario hit Soy libre: “Libre, como el árbol que escapó de su prisión y puede al fin volar”, tararea Rey, licenciado en Cultura Física y reconvertido en pescador amateur, sentado en el asiento trasero del jeep.
Saúl, antiguo profesor de literatura en una escuela secundaria pregunta al grupo si conocen la historia de esa balada. Nadie responde. “Nino Bravo se le dedicó a un joven alemán que lo mataron cuando intentaba escapar brincando el muro de Berlín”, explica.
Se hace un silencio tenso. El conductor del vehículo opta por cambiar de canción. “No vamos a ser pájaro de mal agüero”, dice. En la finca lo esperan otras tres personas. Van hasta un cobertizo donde en un rincón se apilan galones de combustible y herrajes de carpintería.
En el centro del cobertizo, una embarcación de madera y caucho. Los hombres se ponen a la faena. Mario, el dueño de la finca, fuma un mocho de tabaco torcido a mano y mira al cielo despejado. La noche es fresca, tirando a fría. “En una semana el bote está navegando. Con suerte, para las Navidades, estamos en la yuma”, apunta. La travesía, además de peligrosa, es una autentica ruleta rusa.
¿Cuáles son las probabilidades de éxito si nueve de cada diez embarcaciones son atrapadas por los guardacostas estadounidenses?, pregunto.
Pero Mario es un optimista a prueba de balas. “Hay otros métodos para entrar en Estados Unidos. Por razones obvias no te los voy a contar. Pero ahora las posibilidades de pisar la Florida cambiaron. Del noventa por ciento de que te pillaran a un cincuenta por ciento. Siempre hay riesgos, de sufrir un accidente o de que te devuelvan a Cuba. Pero me rindo, aquí no se puede vivir”, alega.
Rey complementa: “Men, a esta gente (el régimen), no hay forma de hincarle el diente. No van a cambiar. No van dejar sus privilegios y prerrogativas. Me resisto a vivir haciendo colas para conseguir comida y sufriendo como mi esposa y mis hijos no tienen ni un par de zapatos decentes que ponerse. En Cuba cosas tan simples como tomarse una cerveza o ir a una discoteca es un lujo”.
No hay estadísticas exactas sobre los balseros cubanos devorados por tiburones o sepultados en las turbulentas aguas del Estrecho de la Florida intentando el sueño americano. Al menos, a los 523 cubanos que ha devuelto la guardia costera este año, según cifras del Ministerio del Interior, no les importó. A Mario y su grupo tampoco. Un nuevo éxodo de cubanos desesperados por emigrar está en pleno desarrollo.
Mucho antes de que las autoridades verde olivo de la isla reiniciaran una mayor cantidad de vuelos internacionales, nuestros compatriotas comenzaron a hacer las maletas para marcharse definitivamente, a pesar de la pandemia y los altos costos para sufragar el viaje. Danilo, ha probado emigrar de diversa formas. Sus amigos lo llaman Malvino Fortuna, debido a su mala suerte.
Dos veces fue atrapado intentando llegar a Estados Unidos en precarias embarcaciones. “En una nos cogieron los guardafronteras cubanos. Nos decomisaron el bote, el motor y nos quitaron todo el dinero. Además me pusieron una multa de cinco mil pesos. Y en la última, a unas pocas millas de Estados Unidos, hasta se veía un faro de la Florida, nos pilló el guardacostas yuma”, expresa.
Entonces probó por otras vías. En 2018 viajó a Rusia para explorar la posibilidad de cruzar el Estrecho de Bering rumbo a territorio norteamericano. Fue imposible. “Intenté llegar a España cruzando varias fronteras europeas. Pero en Serbia no me dejaron entrar y tuve que regresar a Cuba. Luego, en 2019, probé por la vía latinoamericana. Viajé a Panamá con visa de turista y luego de cruzar Costa Rica, Nicaragua y Guatemala llegué a Tapachula, México. Pero las autoridades mexicanas me deportaron”, cuenta Danilo, quien ha financiado sus viajes vendiendo los efectos eléctricos, una moto y la casa. No va a renunciar. “Hasta que llegue a Miami no paro”, afirma convencido.
Sabrina, de 23 años, está convencida que su única opción de prosperar o “ser alguien en la vida pasa por irme de Cuba. Me resisto a cobrar un salario de mierda, envejecer haciendo colas y vivir en una casa que se está cayendo y con los muebles del tiempo de mis bisabuelos”. La joven apura un sándwich que compró en una cafetería del Centro de Negocios en Miramar. Desde la cinco de la mañana hace cola en una agencia de viajes para comprar un billete aéreo con destino a Managua.
“Han dicho que no van vender pasajes hasta nuevo aviso. La demanda excede por mucho la oferta. No sé de dónde la gente saca tanto dinero. El billete cuesta casi dos mil dólares, más cuatro o cinco mil dólares extras que debes llevar para los gastos hasta México y pagarle a un coyote que te cruce a Estados Unidos”, explica Sabrina.
Según Edel, quien espera en San Antonio, Texas, a que un jurado le apruebe su solicitud de asilo, los cubanos que deciden emigrar utilizando el maratón terrestre y cruzando hasta ocho fronteras saben los peligros que enfrentan.“No estamos locos, ni somos tan ingenuos como para pensar que el capitalismo es color de rosa. Sabemos lo riesgoso que es cruzar el Tapón de Darién y que las bandas que se dedican al tráfico de personas son muy peligrosas. Pero la mayoría no se arrepiente”, opina.
La Comisión Nexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) reveló que entre enero y octubre un total de 7.915 cubanos presentaron solicitud de refugio tras llegar en caravana de migrantes. “Pero esos son los que se registran. Hay otros miles que optan por los canales irregulares”, comenta Edel, quien entró a Estados Unidos de forma ilegal.
Ahora mismo, cientos de cubanos se encuentran varados en Serbia, Grecia incluso en Bielorrusia. BBC publicó una historia de siete cubanos deambulando como nómadas por los bosques de Bielorrusa y Polonia intentando llegar sin éxito a Alemania.
Miriam, 19 años, también se quiere marchar de Cuba. De momento, asevera, reúne dinero prostituyéndose. “Lo mismo por internet que de manera presencial. Me da igual un cubano que un español. Eso sí, cobro en divisas. El año próximo juré irme de aquí. Cualquier destino me sirve”.
Mientras, Mario y sus amigos siguen construyendo una embarcación de madera y caucho. También lo intentan Danilo que ha fracasado cinco veces en su deseo de emigrar y Sabrina, que hace cola en una agencia aérea de La Habana para comprar un pasaje que la traslade a Managua. Todos consideran que la única forma de escapar del manicomio marxista es huir. A cualquier sitio.
Iván García
Foto: Inaugurado en 1971, el restaurant Versailles, el más famoso de comida cubana en Miami, situado en la 3555 Southwest 8th Street, en el corazón de la Little Havana (Pequeña Habana), durante 2021 ha estado celebrando su 50 aniversario. Tomada de Sun Sentinel.