Desde La Habana

Haití, Obama y la esperanza

Hace unos días, el 6 de enero, publiqué en Cuba Puntos de Vista una crónica titulada Las cosas de los americanos. Entonces no imaginaba que de nuevo Estados Unidos me motivaría a escribir.

Y por una razón bien distinta. Un terremoto que casi ha borrado a Puerto Príncipe del mapa y acabado con la vida de más de 70 mil haitianos, dejado miles de heridos y desaparecidos y convertido en un infierno la ya infernal vida que allí tenía la gente.

Es cierto. Haití vive en una tierra compartida con República Dominicana, que una vez fue una isla llamada La Española. Por su situación geográfica, en medio del Caribe, es blanco de tormentas tropicales y huracanes. Pero también -y es uno de sus pocos privilegios- está en el corazón de las Américas. Cerca de Norteamérica, Centroamérica y Suramérica. Rodeado de un collar de islas, entre ellas Cuba, la mayor de todas, Jamaica, Barbados, Bahamas, Martinica, Puerto Rico, Aruba, Trinidad-Tobago, Antigua, Guadalupe…

De las más de cincuenta intervenciones que Estados Unidos acumula en su expediente bélico, tres se produjeron en Haití, en 1915, 1994 y 2004.

Fueron otros tiempos, otros gobiernos y otros contextos. A punto de cumplir su primer año en la Casa Blanca, enfrascado en la reforma sanitaria y la lucha contra el terrorismo, Barack Obama, tuvo que aparcar esas prioridades y tomar una decisión. Y a velocidad de rayo la tomó. Y decidió que Haití, ese pedazo de tierra negra, pobre y compartida, se volviera prioridad para su gabinete.

Diciendo y haciendo. De inmediato, en un portaviones desembarcaron los primeros cientos de los cerca de 15 mil marines, reservistas y civiles con la misión de salvar vidas y poner orden en medio de situaciones desesperadas, caóticas y violentas. Y lo antes posible, comenzar la reconstrucción de la asolada capital y velar por la seguridad del pequeño territorio nacional.

A una semana del devastador terremoto, desde distintos países y continentes se escuchan voces. Unas solapadas, otras abiertas. Aumentan las críticas y también las especulaciones sobre los verdaderos objetivos de Obama y su administración, con ese abrumador despliegue logístico y militar. Que si es para evitar un éxodo masivo. Que si es para llevar a cabo un Plan Marshall. Que si quieren convertir a Haití en un nuevo Protectorado o un Estado Libre Asociado, como Puerto Rico.

«Cría fama y acuéstate a dormir», dice el refrán. Pero ahora que con Obama el mundo había empezado a cambiar su valoración de Washington y alabado una nueva forma de gobernar, no creo que el primer presidente negro de Estados Unidos, y Premio Nobel de la Paz, tenga bajo la manga un plan secreto. Ni para Haití ni para ningún país de la región, Cuba y Venezuela incluídos.

Tampoco creo que vaya actuar como su antecesor. Pasándole por encima a las Naciones Unidas y mirando por encima del hombro a la Unión Europea. Porque esa misma opinión pública que hoy aplaude su audacia, podría comenzar a perder la esperanza. En Barack Obama y en los Estados Unidos de América.

Tania Quintero

Foto: Tomada el 15 de enero, por Pete Souza, fotógrafo oficial de la Casa Blanca. Desde su Despacho Oval, Barack Obama habla por teléfono con el presidente haitiano, René Prèval. De la galería de fotos de la Casa Blanca en Flickr.

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