Desde La Habana

Habana para un tirano difunto

El libro está escrito por un tipo de un solar de la Habana Vieja que no se pone un pantalón y una camisa porque lo que usa es un fardo y una lima. En vez de tío dice asere y cuando llega a los sitios no hace la pregunta retórica «¿qué tal?» sino ésta otra: «¿qué bolá?».

Su autor debe de ser alguien de allá adentro, de muy adentro, porque los personajes utilizan el vocabulario legítimo de cada grupo humano y lo que les pasa por la cabeza es esa filosofía de derrota con chachachá que mueve a la generación de cubanos que creyó en la revolución de 1959.

El que escribió la obra debía de ser un compañero de viaje de aquellos perdedores, un hombre de la poma, es decir, de la calle, que junto a ellos no se toma una cerveza, se echa un lagarto. No participa en una tertulia, más bien mete tremenda trova sobre cualquier asunto, cuando tiene hambre lo que pasa en realidad es que está partío y cuando tiene sueño no se acuesta, se emparrilla.

Pero no. El escritor del libro, J. J. Armas Marcelo, que ha llegado a esos solares y ha recorrido decenas de veces esa ciudad a pie o en bicitaxis, nació en 1946 en Las Palmas de Gran Canaria, estudió en Madrid y ha publicado veinte libros. Hace columnas en diarios españoles, dirige revistas, da conferencias y su nombre resuena tanto en Europa como en América Latina. El libro se llama Réquiem habanero por Fidel.

Aunque tiene sus pasiones y sus temas recurrentes, Armas Marcelo trata con rigor y destreza asuntos diversos y, aparentemente, al menos, sin puntos de contacto. Está seguro de que lo importante en la vida de un escritor es «llegar a ser escritor a secas, sea de donde sea o venga de donde venga. Que tenga tal o cual nacionalidad no importa nada al lado de su obra».

El intelectual grancanario, de todas formas, tiene a Cuba muy cerca. Publicó su primer libro sobre la isla en 2002. Se titula El niño de luto y el cocinero del Papa. Cinco años después salió Así en La Habana como en el cielo y ahora, su Réquiem habanero ha ganado la cuarta edición del premio Francisco Umbral.

Se sabe que el anuncio del importante reconocimiento a Armas Marcelo se recibió con alegría entre los artistas de los exilios cubanos de Miami y de Madrid y en la colonia de escritores y periodistas independientes que viven en Cuba porque lo leen y lo reciben como a un hermano de fatigas que trabaja con Cuba en la palma de la mano.

Un poeta cubano escribió hace poco que Armas Marcelo asume la lejanía de aquel país con la misma pasión y entereza que sus amigos Guillermo Cabrera Infante y Heberto Padilla.

El régimen y sus guatacas destacados en el extranjero, que prepararon hace meses un mitin de repudio al escritor español en Panamá, también han sentido el premio Francisco Umbral porque tienen que impedir a toda costa que entre en Cuba.

Allá se han leído capítulos sueltos y resúmenes que han entrado por diversas vías y hay quien espera el libro completo, los primeros ejemplares clandestinos. Algunos, como el periodista y narrador Jorge Olivera, han ido a bendecir el premio a los solares que Armas Marcelo no visita desde 2002, donde lo esperan los aseres de siempre con los últimos runrunes de radio bemba frente a unos lagartos helados.

Raúl Rivero
El Mundo, 17 de febrero de 2015.

Foto de un solar en la Habana Vieja hecha por Ernesto Pérez Chang. Tomada de Cubanet.

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