Una tarde lluviosa del otoño de 2013, un entrenador de categorías infantiles me alertaba que de continuar el pasotismo, corrupción y mal trabajo, a la vuelta de cinco años el béisbol podría convertirse en un deporte exótico para coleccionistas y nostálgicos.
Sentado en una grada de cemento en el pequeño terreno beisbolero de la escuela Tomás Alba Edison, en la barriada habanera de La Víbora, el preparador dictaba un augurio que me pareció exagerado.
El béisbol era su pasión. Desde los 10 años había integrado selecciones nacionales. Una grave lesión lo apartó de la pelota. Graduado de la licenciatura de cultura física, entrenaba y dirigía equipos escolares del municipio 10 de Octubre con notable éxito. Pero lo que estaba viendo no le gustaba.
“La comisión municipal de pelota no da nada. Bastante que me pagan un salario. Solo cuando salimos campeones aterrizan por acá con una cajade panes con croqueta para la merienda de los niños. Los entrenadores y los padres lo hacemos todos. Chapear el terreno. Arreglarlo, conseguir pelotas, guantes y bates. Y pagar la confección de los uniformes. Muchos padres lo hacen por dos razones: en caso de que su hijo no llegue, el muchacho está alejado de la calle y sus dañinas consecuencias: drogas, prostitución y bandas que se dedican a robar. Si por su talento es capaz de triunfar, entonces la estrategia es marcharse de Cuba y enrolarse en cualquier liga profesional del Caribe o Estados Unidos”, explicaba el preparador.
Con tristeza me contaba la cantidad de niños que había formado que con 15 o 16 años se marchaban del país con sus padres. “En año y medio, más de 20 peloteros infantiles de nivel se fueron del país. Es un drama. Por el camino que vamos, la pelota será un deporte del montón. El fútbol le va a pasar por arriba. Esta gente (los directivos) están matando el deporte nacional”, decía apesadumbrado.
Debo confesar que yo era un poco más optimista. Pensaba que el goteo imparable de fugas aminoraría después que el régimen autorizara a los peloteros a firmar por clubes extranjeros.
Suponía que las ligas profesionales en Asía contratarían a dos docenas de jugadores y no se verían obligados a marcharse de su patria poniendo a veces en riesgo sus vidas.
Pero la desidia entre los federativos ha sido un dique de contención. Dos años después, solo tres peloteros han sido contratados en Japón. Y cuatro en una liga independiente de Quebec, Canadá.
Ya para esta temporada, después que un grupo de scouts nipones y de otras ligas asiáticas visitaron Cuba, se especulaba que la contratación rondaría la veintena de beisbolistas.
Pero las negociaciones no fluyen. Se podría pensar que a los clubes asiáticos no les interesa la materia prima cubana. No lo creo. Una liga más exigente como la MLB ha firmado a más de 40 jugadores cubanos que se marcharon en los últimos dos años.
El propio Heriberto Suárez, comisionado nacional, reconoció que en dos años se han fugado alrededor de 60 jugadores. Y se quedó corto. Unos días después, otro grupo de peloteros escapaba de la Isla.
Se van de todas las categorías. Cadetes, juveniles y de mayores. No se marchan peloteros del montón. Qué va. Los más talentosos son los que aspiran a jugar en el mejor béisbol del mundo.
Ya la noticia no es qué pelotero se fue, sino cuál es el que no se ha ido. Estrellas consolidadas como José Dariel Abreu, Rusney Castillo o Yasmany Tomás la tienen más fácil.
Pero a la estampida se han sumado promesas al estilo de Joan Moncada, Yusnier Díaz y recientemente dos de los mejores lanzadores: Cionel Pérez y Norge Luis Ruiz.
Todos los días hay un nuevo rumor. En la preselección que entrena en el viejo Estadio del Cerro con vistas a los Juegos Panamericano se nota la ausencia de grandes estrellas.
Y aquéllos que despuntan, la apuesta de los fanáticos es pronosticar cuánto tiempo se mantendrán en Cuba. La desastrosa política de contrataciones no solo afecta al béisbol.
Arturo Dispé, un futbolista joven con muy buenas cualidades, en una emisora de radio comentaba que perdió la posibilidad de probarse en un club de segunda división de Francia porque no recibió el permiso de la federación local.
Dispé tenía pagado un billete aéreo para presentarse en el club a fin de mes. Pero los mandarines del fútbol criollo decidieron incluirlo en la selección nacional que el 2 de junio jugará un amistoso con el Cosmos de Nueva York.
Delante del micrófono el chico intentó no ser pesimista. “Espero tener otra oportunidad”, dijo. No todos piensan igual. Quizás los directivos del deporte y la nación, acostumbrados a gobernar sin fecha de caducidad, olvidan que la vida de un deportista de alto rendimiento es efímera.
El general Raúl Castro con sus tímidas reformas económicas de café mezclado sin leche, y su slogan favorito, sin prisa pero sin pausa, ha logrado conquistar a políticos y empresarios de Estados Unidos y otros países mediante fintas y amagues liberales. A los peloteros no. Con prisa y sin pausa, ellos siguen saltando la cerca.
Iván García
Foto: Yasmany Tomás (La Habana, 1990) actualmente juega en el Diamonbacks de Arizona. Su contrato es de seis años y asciende a 68,5 millones de dólares. Tomada de Cuban Play.