Desde La Habana

Fariñas le cogió el gusto a las huelgas de hambre

Desde el 23 septiembre de 1995 hasta el 25 de noviembre de 2003, día de mi salida de Cuba, escribí como periodista independiente. En esos ocho años no recuerdo haber oído hablar de Guillermo Fariñas Hernández .

Viviendo ya en Suiza, por internet me enteré que un periodista independiente de Santa Clara se había declarado en huelga de hambre para demandar que los cubanos tuvieran acceso a internet. Algo que nunca entendí, que una persona reclamara sobre un problema que sí, es importante, pero no más que la gente cada día pueda desayunar, almorzar y comer.

O tener agua potable las 24 horas en la casa. O contar con facilidades para arreglar la vivienda. O que los niños tengan un vaso de leche para tomar antes de ir a la escuela. O que para los padres no sea un dolor de cabeza cuando a los hijos se les rompen los zapatos y no tienen ‘fulas’ (divisas), para comprarles un par nuevo. O que los viejos no tengan que estar vendiendo maní, periódicos, cigarros y jabitas de nailon en las calles, porque lo que reciben por su jubilación no les alcanza para vivir.

Son sólo algunas de las muchas necesidades que tienen hoy los cubanos, y que para mí son más apremiantes que poder conectarse a internet.

Luego no supe más de Fariñas, hasta que decidió hacer esa mediática huelga de hambre, unas horas después de morir Orlando Zapata, el 23 de febrero de 2010. Una decisión con la cual trató de robarle protagonismo al fallecido y a Reina Luisa, su madre.

No me incomoda que Fariñas haya estudiado en la URSS y hubiera sido militar, si no que al igual que muchos cubanos, tiene una doble moral.

Pone cara y pecho de Gandhi para las fotos, para que medio mundo le coja lástima, y es capaz de «aconsejarle» a dos periodistas que dejen el periodismo y se metan en la oposición. Que se vuelvan políticos, pues según Fariñas, el periodismo no da dinero y la política sí. Ocurrió hace tres o cuatro años, una noche, cuando dos periodistas se tropezaron con él en una barriada habanera.

Fariñas logra engatusar, sobre todo a los medios extranjeros. La fealdad y el morbo «venden». Él lo sabe y ya sea en la cama de su casa o la del hospital, donde todas las veces que ha hecho huelga de hambre ha recibido atención médica de primera, pagada por el régimen de los Castro (la última vez, Granma se encargó de informarlo), Fariñas siempre está disponible para hablar y recibir a periodistas foráneos.

Ha sabido sacarle partido a eso que tanto le gusta decir: que es el campeón de las huelgas de hambre en Cuba, porque ha hecho 23 -y ahora amenaza con hacer la número 24, si no le dejan viajar a Europa a recoger el Premio Sajarov.

Bueno, eso dijo a un periodista alemán. A otro periodista le dijo que si el 7 de noviembre el gobierno cubano no ha liberado a los 12 presos políticos del grupo de los 75 que quedan en las cárceles, al día siguiente, se declara en huelga.

Una persona que sabe que Fariñas no me simpatiza, me dijo lo siguiente: «Respeto tu opinión. Al Gandhi tropical lo veo como un tipo agradable y pícaro. Como casi todos los disidentes, sabe bien dónde está el dinero. Pero es nuestro hombre, dirían los americanos. No creo que haya muchos mejores que él en la mediocre disidencia cubana».

Tania Quintero

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