Cuando usted traspasa la puerta número 7 del aAeropuerto Internacional de Miami, observará a decenas de pasajeros que acarrean enormes bultos hasta el mostrador de American Airlines (AA). Tres horas antes de salir el vuelo rumbo a La Habana, Eduardo, cubano residente en Houston, Texas, paga 25 dólares por cada paquete que un empleado de la terminal resguarda con nailon.
“En Cuba los que descargan el equipaje son magos. Cuadran con los funcionarios de la Aduana y te desvalijan el maletín para llevarse cualquier cosa. Y si no pueden robar, te tiran los bultos para que se rompan los objetos frágiles. Hace dos años me reventaron la pantalla de un televisor y desapareció una maquina eléctrica de afeitar y un videojuego que traía. AA te paga si el equipaje se extravía”, dice Eduardo .
Antes de hacer el chequeo, los pasajeros deben llenar un riguroso formulario electrónico emitido por las autoridades cubanas que recaba información privada cómo el número del teléfono móvil o la cantidad de dólares que llevarán a la Isla comunista. A eso se suma que cuando se trata de Cuba, la aerolínea tiene otras reglas.
“AA suele cobrar 40 dólares por cada equipaje extra cuando vuela a otros destinos, pero si viajas a La Habana cobra 150 dólares por el primer maletín y 250 por el segundo. Al igual que el régimen, AA ordeña a los cubanos como si fuéramos vacas”, comenta Eduardo.
Una funcionaria de Aamerican Airlines asegura que de abril a septiembre, temporada baja, disminuye “considerablemente el número de pasajeros que viajan a la Isla. El pago de equipajes amortiza las pérdidas operativas. Muchas aerolíneas han tenido que cerrar. El destino Cuba no es muy rentable”.
Durante el vuelo de poco más de 42 minutos (el vuelo Miami-Habana es más rápido que un viaje en avión de Miami a Tampa), algunos pasajeros se quejan, porque ya AA no da ni agua. “Antes daban Coca Cola o jugo y una galletica. Ahora na de na. Para que te vayas preparando al destino donde vas”, señala Mirta, exiliada cubana que desde hace 35 años vive en New Jersey.
“Me fui de Cuba cuando se cayó la URSS. Aquello nunca estuvo bueno, pero cada año que pasa se pone peor. Es una pesadilla vivir en ese infierno. Gran parte de mi familia se ha podido marchar. Allá me quedan una hermana y dos sobrinos. Siempre hemos tenido que llevarle ropa, teléfonos móviles y dinero. Pero con esta última crisis de Díaz-Canel es el colmo. Llevamos lámparas para los apagones, ventiladores recargables, baterías de radio, un aparato que atrapa moscas y mosquitos, leche en polvo y comida para dos meses. Parece que vamos de acampada a una montana o a visitar un país en guerra”, asevera Mirta.
Elvis se fue de Cuba en 2010 y hacía seis años que no viajaba Cuba. «Es que las veces que he ido, me he deprimido. Pensé no volver nunca más. Por suerte, la mayor parte de mi familia se ha podido ir. Pero cada vez que entró a las redes sociales, parientes lejanos y amigos de la infancia que siguen viviendo en la isla, me piden cosas tan elementales como un paquete de culeros desechables o una caja de pollo pues no tienen nada de comer y eso me parte el alma”.
“Yo vivía en el municipio de La Lisa, en una barriada pobre donde la gente se quita lo que tenga y lo comparte con el vecino. Como las cosas me han ido bien en Estados Unidos, no puedo virar la cara hacia otro lado. Pedí en mi empresa dos semanas de vacaciones, alquilé varias habitaciones en el hotel Habana Libre y, como coincide con mi cumpleaños, espero darles un poquito de felicidad para que sobrevivan en aquella locura”, confiesa Elvis con voz entrecortada.
El pasajero sentado a su lado le aconseja que cuando “cambies dinero, ve acompañado, lleva una mochila y que te paguen con billetes grandes de 500 y mil pesos. Hace un mes estuve allá y vendí por fuera 2,600 dóilares para dejarle dinero a los viejos y a mis hermanos. El dólar estaba a 395 y me dieron más de un millón de pesos. Fui millonario por primera vez en mi vida”.
El piloto del Boeing 737 anuncia que va aterrizar en La Habana. Luego hace un raro pedido: “Las autoridades cubanas solicitan ayuda a los pasajeros del vuelo para salud pública y el programa de atención a niños enfermos de cáncer”. Se arma un murmullo en la cabina de la aeronave.
“Quien lo iba a decir, hemos pasado de aquellos insultos de Fidel Castro, que nos decía ‘gusanos, escorias, no los necesitamos’ y que íbamos a llegar de rodillas a pedir disculpas por marcharnos del país ,a mendigar un puñado de dólares para la salud”, dijo un señor mientras saca de la cartera dos billetes de 20 dólares.
Cuando los pasajeros entran a la terminal tres del Aeropuerto Internacional José Martí, lo primero que reciben es un chorro de calor. “Los aires acondicionados están apagados para ahorrar combustible debido a la crisis energética”, dice en voz baja un empleado.
El chequeo aduanal es bastante rápido. “Es tan tensa la situación económica que las autoridades le han recomendado a los oficiales aduanales ser más flexibles, pues gracias a las ayudas de los cubanos que viven en el exterior, la gente aquí no se muere de hambre en la calle”, afirma un taxista a la caza de cliente.
En la puerta de salida del aeropuerto los familiares se abrazan emocionados. Algunos no se ven hace diez o quince años. Elvis le dice a su tío que le compró un generador eléctrico que se recarga con el sol en caso de que no haya electricidad. “Le traje también un aire acondicionado portátil y dos maletines con comida, leche en polvo y medicinas. Los gobernantes son unos incapaces y corruptos, tienen al pueblo en la miseria y a los viejos los tratan como piltrafas humanas”, afirma frustrado.
Varios niños saltan de júbilo e impacientes abren los bolsos con chucherías y juguetes. Si Miami no existiera, los cubanos de la Isla la habríamos inventado.
Iván García
Foto: Los vuelos de cubanos residentes en la Florida salen repletos de bultos como los de la foto, tomada de Cuba en Miami.