Una ley que prohíbe el trabajo de animales salvajes en las pistas de los circos es la carta de triunfo del Gobierno de Evo Morales en los últimos tiempos.
Hacia un centro especial de Denver, Colorado, salieron los primeros 25 leones que eran obligados a rugir, por hambre o látigo, bajo las carpas pobres después de una dieta vegetariana donde se extrañaba el bocado de un impala o de un kudú.
El socialismo adora esas disposiciones. Son temas que distraen, proporcionan buenos titulares y le pueden dar un retoque a la imagen de los líderes que, si se presentan como seres capaces de compadecer y salvar a una fiera de la crueldad y el maltrato, qué no estarían dispuestos a hacer a favor de los hombres.
Esa medida es lo mejor de la gestión gubernamental de Bolivia y la única que le da un poco de paz y un respiro a Morales. El hombre, que ha seguido un mandato ancestral de la categoría de modelo que trata de instalar en su país, está enfrentado a una crisis general por la escasez y el alto precio de los alimentos.
Como pasa siempre que uno de estos personajes llega a redimir a los más pobres y a salvar a los trabajadores, después que se apagan los relámpagos de las celebraciones, vienen un hambre y unas penurias que están agazapadas debajo de los discursos y que son unos apuntes escritos a mano, con mala letra, en los bordes de las hojas de los documentos fundacionales.
La vigorosa Central Obrera Boliviana ya convocó para una jornada de 24 horas de paro nacional, marchas de protestas en las ciudades y bloqueo de carreteras. Para sus dirigentes, el Gobierno de Morales no halla la manera de reactivar la producción minera ni el trabajo en la agricultura. Consideran que las autoridades no saben cómo solucionar el conflicto.
Hay un malestar, una violencia que crece y se extiende por el territorio nacional. Se buscan también arreglos dialogados. Sectores de la oposición y personas cercanas a Evo Morales le pidieron recientemente que removiera a los ministros del sector económico para tratar de reorientar y encaminar esas políticas.
El presidente, que ha hecho dos cambios de gabinete en un mes, renovó las carteras de Cultura y Trabajo. Y creó una secretaría de comunicaciones encabezada por el antiguo jefe de propaganda y portavoz presidencial. El panfleto es la salida de los totalitarios para escapar del desconcierto y amurallarse.
Aunque puedan llegar vientos de otros rumbos, en Bolivia hay una tempestad de rebeldía autóctona.
Raúl Rivero